lunes, 10 de febrero de 2014

Bajón

Hace un poquito más de dos semanas desde mi última entrada y no he escrito nada. No me siento inspirada, no tengo ganas en realidad. Supongo que me han pasado cosas igual que en las semanas anteriores, sólo que no tengo el ojo mágico activado, ese ojo que hace ver las cosas de una manera diferente, brillantes, el ojo que te dice “esto hay que contarlo”. Sin embargo, todos los escritores dicen que hay que escribir siempre, así que aquí estoy, contando simplemente que se me han ido las ganas de escribir.

Joxxx, qué poco me ha durado la ilusión por el blog. Pensaba llegar al menos a los seis meses, en mis mejores sueños diablescos, me imaginaba incluso llegando al año. Y aquí estoy quejándome tres meses escasos después. Y no puede ser. Utilizo este blog como terapia y también como práctica de escritura, ¿es que voy a abandonar a las primeras de cambio algo que me encanta hacer? (escribir, no la terapia).

El mes de enero fue horrible en el trabajo. Tanto, que hasta afectó a mi vida privada. Me encasquetaron un marrón. Tuve que dejar de lado mis tareas oficiales, incluso mi trabajo con David, el italiano buenorro. Así que además del agobio por la fecha de entrega, se sumó el cabreo por no poder verlo.

Por otro lado, Sandra me ha confirmado que no tiene nada que hacer, que no sabe para qué viene al trabajo. Yo ya lo sabía. Se pasa las mañanas repantingada en la silla, balanceándose mientras escribe whatsapps, riéndose mientras lee emails y ve vídeos y buscando modelitos. Así que me cabreé aun más por el tema del marrón. Si ella se está tocando el hongo todo el día, ¿por qué nuestra jefa me encargó la tarea a mí? Y eso de que hago las cosas bien, no es un halago. Las hago como cualquiera, ni mejor ni peor. El halago sería que me tratara con justicia, igual que a las demás.

Todo esto mezclado en un potaje con la dieta para bajar los triglicéridos (sin queso, ¡¡no puedo comer queso!!), mi cumpleaños, las hormonas, el fallecimiento de mi perro y tonterías varias, me produjo indigestión mental y me hundí. Estoy saliendo del hoyo, pero todavía tengo los pies metidos. Eso sí, como tengo pensado sacarlos de ese fango, me he comprado unos zapatos, esta vez son burdeos, pero sigo en la escala de los rojos, ¿no? Las compras nunca me han aliviado la tristeza, pero comprar esos zapatos es un símbolo. Los tendré preparados para cuando en unos días aleje este bajón del todo.

También han pasado cosas positivas, de esas que funcionan como una cuerda a la que te agarras para trepar. He empezado un curso de algo que me encanta y que me motiva muchíiiisimo. La primera clase fue el viernes. Es agotador, tres horas después del trabajo, pero estoy en mi salsa, haciendo lo que me gustaría hacer siempre y no estar encerrada en un zulo ocho horas. La mayoría son yogurines, alumnos de la escuela donde se imparte, pero son artistas, nada que ver con las personas grises de aquí. Y casi todos chicos. En el edificio donde trabajo somos casi todas mujeres. Esa diferencia en la balanza no es buena, así que el cambio es beneficioso para mi salud mental-hormonal.

Hay dos tíos de mi edad y uno ya me ha fichado. Paseando de un lado al otro de la clase con la excusa de probar el aire acondicionado, me lanzó un par de miraditas de esas que le suben la moral a cualquiera. Lástima que yo el viernes no estuviera para miradas ni para nada. Probablemente es una oportunidad perdida, pero si no apetece, no apetece. ¡A ver si se me va el bajón de una vez! Y que este post, sirva como terapia.

P.D. Al final no ha estado tan mal para no tener ganas de escribir.

3 comentarios:

  1. El bloqueo del escritor, a todos nos pasa. A mí me ocurre que cuando estoy bien me salen menos cosas que contar, fíjate qué cosas. Pero cuando estoy regodeándome en mi mierda, que de vez en cuando también lo hago, lo último que me apetece es darle a la tecla. Eso es así también.
    No lo dejes, Dorotea, pero tampoco te lo impongas como una obligación. Escúchate, sólo eso.
    Y haces bien en buscar las pequeñas cosas, aunque sea un curso o unos zapatos. Quién sabe a dónde te llevarán esos zapatos o lo que saldrá de ese curso con tanto maromo.
    Claro que lo del queso es terrible; yo que en otra vida debí de ser ratona, te entiendo perfectamente. ¡Ánimo mujer, que tú puedes!

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  2. Gracias por los ánimos, Rita. Prefiero pensar en positivo, a veces me cuesta muchísimo, creo que soy negativa y no quiero. Y las cosas pequeñas son las que ayudan a tirar hacia delante.

    Y esto no quiero dejarlo, es como una prueba llegar a los seis meses escribiendo con cierta regularidad. Pero me sentía tan mal que pensé que si no escribía algo, podría perder la costumbre y no retomarlo.

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