martes, 22 de diciembre de 2015

Volviendo la vista atrás

Árboles con luces de Navidad
Christmas lights, de Laura Bittner
Se acaba el año. Siempre lo he imaginado como un círculo, quizás como una elipse como la de la Tierra alrededor del Sol, con los extremos juntándose, bien pegaditos para que no se diferencie el principio del final. Si no me paro a pensarlo diría que estoy como empecé y, en realidad, no estaría mintiendo. Sigo en el mismo trabajo, en la misma casa, con el mismo estado de salud y el mismo estado civil, incluso con el mismo color de pelo. Lo básico. Sin embargo, quiero ir al detalle.

He conseguido que mi dieta funcione, así que he adelgazado y mis análisis han mejorado. La Rotten ha dejado de acosarme, me llama de vez en cuando, pero es totalmente tolerable. En realidad no, mi estado de salud no sigue siendo el mismo porque ahora no necesito ir a terapia. Mis viajes en tren son completamente fríos, aburridos y decepcionantes. Las clases de inglés están dando sus frutos. He comenzado a escribir de nuevo y he conocido gente con la que compartir ideas. Además, nos han comunicado que nos van a cambiar de despacho y, aunque la mudanza aún no se ve en el horizonte, ya tenemos uno asignado (con ventana) en el mismo edificio en el que estamos. Aún no sé si será para bien o para mal. Si lo pongo en una balanza, la ventana es lo único en la pesa de los positivos, pero prefiero no adelantar acontecimientos.

La reflexión de esto es que cambiamos sin darnos cuenta. Físicamente la gente me dice que estoy diferente. Yo me miro al espejo y, casi rozando la mentalidad de anoréxica, me veo exactamente igual. Psicológicamente ni siquiera soy capaz de ver el cambio, aunque supongo que todas las experiencias vividas han dejado su huella.

Esto va a ser corto. Sólo quedamos tres personas por aquí y todo está en silencio. Antes de irme retomaré una vieja costumbre: merendar con Circe antes de salir. Hoy celebramos el año nuevo por adelantado y, gracias a la magia del solsticio de invierno, todo vuelve al punto en que comenzó nuestra amistad.


Feliz año a todos.

viernes, 11 de diciembre de 2015

Conjuntivitis: historia del oculista aprovechado

Ojo cerrado dibujado. Pestañas postizas
Falsies, de Theen Moy
Llevo una temporada en que parezco Doña Pupas, desde el atropello hace dos meses. A los dolores consecuencia del accidente tengo que añadir el estrés. Al final el cuerpo se resiente por las preocupaciones de la mente y nos salen cosas que en principio no tienen relación. Esta historia es sobre el último problemilla, una conjuntivitis. Hace unos días se la estaba escribiendo a una amiga por mail. Me había preguntado qué tal en el oculista y al contarle la historia culebronesca pensé: ¡Ostras! Esto tiene que estar en el blog. Así que allá voy.

El día doce de octubre me levanté con el ojo izquierdo como un tomate. De cerca, podía apreciarse una media luna de rojo aun más intenso abrazando cariñosamente el iris. Me preparé pronto y fui a urgencias al centro de salud. La doctora tenía tanto miedo a que la contagiara que me vio el ojo desde el otro lado de la mesa. Con el colirio que me recetó mejoré, pero recaí dos veces más sin haberme curado del todo, incluso el problema afectó al ojo derecho, envidioso de su compañero. Tanta recaída me hizo pensar que podía ser algo externo lo que estaba causando todo eso y no un virus. Así que al tiempo que recaía, analizaba lo que pasaba a mi alrededor. ¿Y dónde estoy la mayor parte del día? Sí, aquí en el zulo.

miércoles, 2 de diciembre de 2015

Me confieso: Me gusta Jack Black


Es hora de que confiese: me gusta Jack Black. No es sólo que me guste, me pone a mil. Me lo paso muy bien con muchas de sus películas y además acabo con unos calores que me arrastran directamente a la ducha. Si tuviera la oportunidad de conocerlo y no fuera tan cortada, le tiraría los tejos descaradamente para llevármelo a la cama. No sé si es porque me hace reír, por su mirada pícara o porque su música acompaña a un guionista a lo más alto de un escenario en The Holiday. Pero me pone. Para los que no seáis muy cinéfilos y no sepáis de quién estoy hablando, podéis ver fotos suyas de todo tipo en su galería de IMDB.  Ahora mismo prefiero babear con su trabajo en este anuncio (que por cierto, se le podría sacar mucha chicha o mucha mierda, pero mi blog no va de eso, no en este momento):



viernes, 13 de noviembre de 2015

Las cotorras frívolas

Mis compañeras llevan dos semanas que no callan. No puedo concentrarme, no puedo trabajar. He tenido que hacer unas búsquedas de información, leerme unos cuantos artículos del BOE. Me llevó como cuatro días lo que tenía que haber hecho en uno. Tampoco podía desahogarme en mi cuenta de Twitter porque si Sandra se pone de lado ve mi pantalla. Y se pasa todo el día de lado para hablar con Ana. Escribir un post queda descartado por el mismo motivo. ¿Qué hacer? Comerme los mocos. Así que he estado dos semanas sin hacer prácticamente nada de curro, intentándolo pero sin avanzar. Ha sido como volver a los tiempos de la Lolas pero sin sacar el cabreo a la red.

Señora de la limpieza hablando por teléfono
Trabajando duro, de Dorotea Hyde.
Los importantes temas en los que emplean toda la mañana son: el divorcio de Gwen Stefani; las Kardashian, ya sea su culo o su dinero; un trabajito de diseño que Ana le está haciendo a Sandra; otros cotilleos, sobre todo cotilleos, aderezados con recetas de lasaña, planes para ir de compras en horario laboral y las carcajadas de siempre viendo vídeos. Sí, las carcajadas han vuelto. De vez en cuando se les una la Arpía, que ha perdido el móvil y viene a informar puntualmente de su cero avance en la búsqueda. Y la semana pasada tuvimos que aguantar las gestiones telefónicas de Sandra poniendo en alquiler su piso. De nueve a tres deben de estar calladas una hora discontinua.

Por esto y por otras cosas me siento una perfecta inútil. La desmotivación reina en mi día a día aquí. Lo único que me mueve es saber que esto paga mis clases de inglés en las que me lo paso genial y que cuando salgo tengo un par de proyectos de lo que realmente me gusta esperándome. No sé si lo hago bien o mal, pero al menos disfruto. En fin, que tampoco se puede esperar mucho de un sitio en el que la señora de la limpieza habla por teléfono desde la recepción (véase foto). 

jueves, 5 de noviembre de 2015

Lo que me inspira la música (4): Luces en la carretera




La gran ciudad le encantaba, con sus cuestas empinadas cayendo al mar, las luces, las calles nunca desiertas. Había sido una visita relámpago para participar en un concurso de grupos musicales. Solo les había dado tiempo a tomar un chocolate y cantar. Volvía a casa con la alegría descafeinada de ser los únicos participantes en la categoría infantil y no haber pisado las calles más que unos pocos minutos. En el microbús, todos iban en silencio, durmiendo tras un día intenso. Él sentado delante, junto al conductor y su esposa, vigilando la carretera, protegiendo del sueño al que conducía. Creía en su inocencia que, si no se dormía, el conductor tampoco lo haría.

Era la época en que la autopista todavía no estaba ni en papel. La circulación era bastante densa, sobre todo en dirección a la ciudad, a la fiesta. Al final, ni las luces que venían en sentido contrario, ni sus ansias por mantener los ojos abiertos impidieron que echara una cabezadita. No fue muy larga. La falta de movimiento lo despertó. Incluso con su corta edad comprendió que no era normal la caravana en su carril y el vacío en el de al lado. No sabía lo que pasaba en la parte de atrás, pero notaba que sus acompañantes de vanguardia tenían el estómago tan encogido como él.

El avance era muy lento, no sabía si quería llegar a donde estuviera el problema. Inevitable. El punto crítico lo señalaron unas luces naranjas en silencio y los gritos de unos hombres dándose instrucciones unos a otros, desesperados por salvar una vida de un montón de chatarra. No miró en detalle cuando el microbús se detuvo, prefirió quedarse con la idea de un final incierto pero feliz.

viernes, 23 de octubre de 2015

Soy una cotilla: la invasión de los despachos

Prank, de Petrr
Prank, de Petrr
Voy a cotillear por el simple placer de hacerlo. Jekyll no es cotilla por naturaleza. Le gusta comentar cosas cuando vienen al caso, pero no va recorriendo las metas volantes a ver si le dan más puntos que a nadie por llegar primera con la noticia. A mí en cambio, me gusta bastante despotricar en este blog. Todo sea por que la salud mental de Jekyll se mantenga intacta.

Hoy pillaron a Sandra en una travesura. A principios de año murió su padre. Algo pasó en ese viaje porque, desde su regreso, empezó a salir a mediodía para hablar por teléfono. Ha hablado de todo en el zulo, quizás no tanto como la Lolas, tampoco conversaciones subidas de tono como ella, pero sí temas que debería dejar zanjados en su casa, incluido el pago de la luz para no quedarse sin calefacción en invierno. Al principio pensaba que subía al despacho de nuestra jefa, hasta que me fijé en algunos detalles que poco a poco dejó de esconder. El primero, la frecuencia. No era normal que subiera todos los días en la hora de la comida y además estuviera fuera tanto tiempo. No llevaba la libreta de notas, iba con el teléfono en la mano y los auriculares puestos y subía incluso el miércoles, el día que nuestra jefa iba al gimnasio. Cuando tuve claro que se iba a cotorrear me llamó la atención que no saliera con el abrigo puesto. Estábamos en febrero y ella no sale sin chaqueta ni con cuarenta grados. Entonces, ¿dónde se metía?

martes, 13 de octubre de 2015

Semana de rehabilitación

El lunes empecé la rehabilitación para tratarme la pequeña lesión que me produjo el atropello. Al llegar pregunté por el fisioterapeuta que me habían asignado y que finalmente me cambiaron. Así que se me presentó un rubio altísimo que se convirtió al instante por un morenazo también altísimo, Álex. No sé si era esa altura pero me sentía muy muy intimidada y eso que tenía unas manos dulces y delicadas como no he conocido otras. Ahora que lo pienso, igual era esa manera de tratarme lo que realmente me intimidaba, porque él no me gustaba, yo tampoco le gustaba a él y entre nosotros no había nada parecido a tensión sexual.

365 : 18th February, 036, de Eden Wanderlust
En realidad, todo el entorno era intimidante. Sé que debería buscar un sinónimo, pero no era amenazante ni degradante, quizás atemorizador. La sala era abierta, veías a todo el mundo y todo el mundo te veía a ti. Los hombres iban tan campantes medio en bolas, casi todas las mujeres tenían problemas en las piernas. ¿Casi todas? Creo que a la única en esa hora a la que le daban el tratamiento en la parte superior del cuerpo era yo. Después del primer masaje el lunes miré por el rabillo del ojo al setentón de mi izquierda ¡y no tenía ojos! Estaban pegados a mi espalda. Menos mal que sólo se me veía la parte superior, como mucho hasta la tira del sujetador. Si hubiera tenido destapado algo como el culo del que estaban tratando de lumbalgia se le habría desprendido la cabeza del cuello. Y yo me quejaba de las miradas cuando llevo el vestido.

viernes, 2 de octubre de 2015

El atropello

El miércoles me atropelló una bicicleta. Regresaba al trabajo de dar un paseo en mi hora libre y un niñato montado en una mini bici tenía que pasar sí o sí entre otra persona, la pared y yo. ¡Ole el campeón! Me envistió de frente. Me golpeó en el lado derecho y se dio a la fuga. Le grité: ¡GILIPOLLAS! Y oí su voz lejana probablemente diciéndome una barbaridad. Deseaba que se estampara contra la marquesina del bus. Para no caerme, forcé mis músculos del lado izquierdo, se contracturaron más aún de lo que están normalmente. Me duele. No puedo leer. No puedo dormir bien. Si estoy mucho rato con la misma postura en el ordenador también me duele.

Como él se dio a la fuga, fui al médico que me correspondía por la mutua de la empresa. Aquí empieza el culebrón. El miércoles era el último día de contrato con esa mutua. No pensé que fuera un problema importante, pero quería que me miraran porque a veces esos golpes dan muchos problemas y al día siguiente te levantas si es que puedes moverte. Resulta que las contracturas, sin ser graves, eran lo suficientemente importantes como para que me dieran rehabilitación. Una rehabilitación que sabía que no haría porque al día siguiente entraría en juego la mutua nueva. En realidad me quedaban esperanzas de una solución, aunque lo que pasó después le dio la razón a mi primera impresión.

jueves, 24 de septiembre de 2015

Me he comprado un vestido

Fotografía antigua de una mujer con la falda por las rodillas
Nina Farrington, George Eastman House Collection
Antes del verano me compré un vestido. Es vaporoso, veraniego, estiloso y a todo el mundo le gusta. Mis amigas me dicen que les encanta, las enemigas me clavan puñales con la mirada y mis habituales masculinos han empezado a mirarme. Quizás otra persona se sentiría alagada. A mí tanta atención me incomoda, sobre todo porque conlleva dos cosas: la primera, que la gente está muy pendiente de lo que vestimos y en cuanto te sales de lo habitual, se monta una revolución. La segunda, que bajas un poco de peso y gente que ni se dignaba a mirarte, te saluda y busca tu conversación.

jueves, 17 de septiembre de 2015

Lo que me inspira la música (3): Corre, corre

Baja corriendo las escaleras del trabajo para no llegar tarde a la reunión. La acompaña una canción que desde el fin de semana no sale de su cabeza. Corre, corre…


Llega tarde. Tener clase de gimnasia justo después de comer es lo peor, ¿a quién se le ocurrió esa idea? Pero hoy es distinto: el profesor en prácticas está buenísimo y, sobre todo, es mucho mejor que su profesora de siempre. Así que corre, corre para no entrar cuando los demás ya estén dando vueltas al gimnasio. Atraviesa lo más veloz que puede el ala derecha del edificio. Al fondo del pasillo oscuridad. ¡Bien! La gente todavía está en la puerta y no deja pasar la luz.

Entra de última y vuelve a correr. Ya ha hecho el calentamiento, pero no puede quejarse. Al menos tiene como recompensa mirar esos ojos azules como el océano. Ni la espantosa música de las Spice la desanima en ese momento. De pronto se da cuenta de que ella querría dedicarle la canción y nota cómo un calor veloz como la luz, y que nada tiene que ver con la carrera, sube desde la punta de sus pies a su cara. Lástima que esos ojos ni la miren ni la vean.

martes, 15 de septiembre de 2015

¿Cuándo es agradable trabajar aquí?

Va siendo hora de que retome el blog. El descanso que me he tomado en vacaciones se está alargando demasiado. He perdido la costumbre y no siento necesidad de abrir la página en blanco, enfrentarme a ella y además escribir algo ingenioso (o algo que intenta serlo).

Las tres semanas que llevamos han sido tranquilas, pero han pasado cosas. Para empezar, la Rotten sigue con su frenesí pulguero. Pensábamos que a la vuelta estaría un poco mejor, qué inocentes. La buena noticia es que no puede venir a vernos porque tenemos moqueta. La mala es que está en manos de un médico sectario que la va a llevar a un destino que no quiero ni imaginar. Sigue casi al pie de la letra la orden de no entrar en sitios con moqueta o sillas de oficina para cerrar el círculo vital de las pulgas. Esta orden implica dos cosas. La primera, que ella lleva las larvas allá donde va como si fuera un perro. La segunda, que las pulgas están en todas partes. Se compadece de nosotras por estar en un cuarto con moqueta. Tía, compadécete porque no tenemos ventana y estamos hacinadas en un zulo enano, no por tener moqueta.  Hemos sabido que tuvo una reunión y se sentó en el pasillo, para no pisar la moqueta del aula. Va en picado.

 The Man Who Fell To Earth, de Trevor Butcher
The Man Who Fell to Earth, de Trevor Butcher

miércoles, 29 de julio de 2015

Vacaciones yaaaaaa!

Hoy es el último día de trabajo antes de las vacaciones. Está siendo tranquilo, de hecho, a esta hora (doce y cinco) ya tengo todos mis temas cerrados y no tengo nada que hacer. ¿Por qué no practicar un poco la escritura? Luego leeré un rato discretamente en el ordenador. Pero ayer… Ayer fue un día de esos en los que es mejor no levantarse de la cama.

Al poco de llegar me llamó la jefa de un departamento relacionado con el mío. Mi jefa está de vacaciones desde el lunes y fue ella la encargada de decirme que nos había caído un marrón. Me fastidió, me amargó, me cabreó. No se manda un marrón el penúltimo día de trabajo. He estado conteniéndome para hacer ciertas llamadas que implicaban carga de trabajo para otros porque solo nos quedaba una semana y a mí me sueltan un saco de mierda encima dos días antes de las vacaciones. Ironías de la vida.

jueves, 23 de julio de 2015

La comida que (no) se tira

En mi casa intentamos tirar la menor cantidad de comida posible. En eso me educaron y eso es a lo que estoy acostumbrada. Vivir sola dificulta la tarea. Hay muchos alimentos que vienen envasados en cantidades que, sin ser tamaño familiar, son excesivas para una persona. Aun así, intento aprovecharlos al máximo planificando mi menú con cuidado, pensando las recetas no solo de semana en semana y congelando. Tengo que reconocer que a veces se me estropea la fruta. Nadie es perfecto.

No sé si he hablado de las comidas que se organizan en mi curro. Posiblemente lo he mencionado. Incluso es un tema que me llevaba rondando la cabeza para el blog desde hace unas semanas a propósito de cómo llevo la dieta. Tengo algo escrito sobre ello pero no me gusta lo que se lee entre líneas y está en reposo hasta que tenga la mente lo suficientemente lúcida como para perfeccionarlo. Mientras, me ha surgido la posibilidad de hablar de esos caterings por algo que me pasó ayer. En estas comidas siempre sobra algo, si es menú un poco menos porque les preparan los platos aquí. Pero en los desayunos, meriendas y comidas a base de bocadillos o bollería sobra un mundo. Muchas de mis compañeras piden de más para que coma toda la oficina o para llevar a casa, el problema es que sobra demasiado. Un derroche. 

jueves, 9 de julio de 2015

Tensión por unas rosas


13000497-she's gone, por Theo Olfers
13000497-she's gone, por Theo Olfers 
Una cosa que me saca de quicio es el cotilleo. No voy a negar que cotillear de vez en cuando me gusta, pero cuando es natural, cuando lo haces porque ha surgido la noticia o la conversación. Como ejemplo, algo que me pasó el lunes. Fui a la oficina de envíos internos a enviar un par de cajas de documentos a Segovia y me encontré con una antigua compañera: Laura M. Era una de las grandes vagas de la empresa. Se sentaba en un banco en la puerta de su edificio a hablar por teléfono durante media hora, tan tranquila pitillo en mano, mientras los jefes pasaban por delante. O se iba a hacer la compra. Esto lo vi con mis propios ojos un par de veces. Iba precisamente al edificio donde trabajaba y me la encontré con varias bolsas en cada mano. Y no era su hora del café, esa era aparte. Se escondía en el cuarto de la fotocopiadora al otro lado del pasillo y dejaba la recepción abandonada, así que cuando ibas a esa oficina nunca había nadie para abrirte la puerta. Las malas lenguas dicen que se fue sin preaviso dejando a la empresa colgada. No lo creo. Esto funciona mal a veces, mejor dicho, no sé ni cómo salimos adelante, pero dudo que la hubieran contratado de nuevo en esa situación. Verla me sorprendió, de hecho en un principio no la reconocí. Y, por supuesto, cuando me di cuenta de quién era, se lo conté a mi amiga Esther y estuvimos despellejándola un poco, comentando precisamente sus pequeñas fechorías y que es increíble que haya vuelto a entrar.  

viernes, 3 de julio de 2015

Solos y desesperados: vacas sin cencerro 2

Hace unas semanas escribía sobre las vacas sin cencerro. La madre de Leo compara, en La flor de mi secreto, a las personas que están solas y no hacen nada por salir de su ostracismo con las vacas sin cencerro. Vayamos un poco más allá. Hay gente que tiene pareja, se siente sola, perdida porque su cencerro no tiene badajo, pero hacen lo posible por encontrar el camino. Y un tercer grupo, formado por especímenes con y sin pareja pero que no saben gestionar la soledad. Son los peores. La gente que se siente sola y no sabe estar sola normalmente da el coñazo a los demás. Y esto lo digo como sufridora de esa gente, no como especialista en el tema.

Oso marrón de peluche sentado, triste, sobre una mesa de cafetería.
The panda and the bear - 10, por Andrew Baldacchino

viernes, 26 de junio de 2015

Chico nuevo en la oficina

Tenemos chico nuevo en la oficina. ¡Qué ganas tenía de decir esto! Su jefe y todas las chicas del edificio estamos contentísimas* de que esté aquí. Ya iba siendo hora de que hicieran un fichaje masculino para igualar un pelín los porcentajes… y poder alegrarnos la pestaña. Y hay historia, claro, antes y después. Empiezo por el antes.

Taza de café y váter
WC, de Anne Worner
Se llama Héctor y es becario en el departamento de comunicación. Es el cuarto en tres años y sus predecesoras se caracterizaban por emanar una falta de simpatía y educación que no pegaba ni con cola con un departamento que debe ser abierto, cercano y comunicativo (perdón por la redundancia) para ganarse a los de fuera y a los de dentro. Las dos primeras tenían un pase, pero la tercera, ay, la tercera, qué poema de mujer. Empezaron a pasar cosas justo después de su llegada en julio del año pasado. Voy a intentar ser lo menos explícita posible. Te encontrabas con que la persona que había ido al baño antes que tú no había tirado de la cisterna, colgaba el rollo de papel higiénico del mango de la escobilla (lo primero que se toca sin haber lavado las manos), dejaba siempre algo en el lavabo (pelos, migas, un tenedor…), escupía y no abría el grifo, comía en el váter y dejaba las migajas en la cisterna. Por favor, ¿quién puede comer en ese váter? Cualquiera con una higiene media puede hacerlo en el de su casa, que no lo hagamos es otra cosa, pero en este, en el que la señora de la limpieza no pasa ni la escoba, me parece hasta peligroso. También se empezó a notar enseguida un olor extraño que día a día fue a más, hasta que con la llegada de la primavera empezó a ser tan intenso que decidí ir al baño de hombres para no sufrir arcadas, aunque esto es adelantarme a los acontecimientos.

lunes, 15 de junio de 2015

La bella durmiente reload

Le he dado muchas vueltas a este último post, no sabía si contarlo de manera realista con un toque de ironía o darle una pequeña vuelta y convertirlo en un cuento de brujas. Después de tener escritas las dos versiones, me he decidido por la versión realista. Aunque la versión cuento tenía su gracia, no captaba del todo la esencia de la situación.

La historia empezó unos días antes del Corpus. Sandra decidió a última hora que se iba de viaje a su país en ese puente. Necesitaba un reajuste en las bolsas de los ojos y todos sabemos que no hay nada mejor que una juerga con mucho alcohol para eso. Compró los billetes el lunes de esa semana así que no pidió el día con el tiempo obligatorio para hacerlo. Aquí ya nos encontramos con el primer privilegio. El segundo, que ni ella ni mi jefa avisan a Recursos humanos, así que da igual la antelación. En la práctica, se coge más días que los demás.

10 hours later - viviandnguyen_
10 hours later, por viviandnguyen_

martes, 26 de mayo de 2015

Lo que me inspira la música (2): Día del orgullo friki



Mueve la rueda del iPod, no sabe qué escuchar. Se para sin querer en la banda sonora de Los tres mosqueteros. Sí, puede valer, hace siglos que no le dedica un rato. Empieza a sonar All for love.

El tren se para. Movimiento de gente. De pronto, una cara conocida… uf, no. Se parece a K. Mucho. Por suerte no lo es, no le apetece encontrarse a nadie del trabajo en su regreso a casa. Tampoco se lo imagina subido a un tren, qué tontería pensar que podía ser él. El doble de K. se sienta, puede verlo de frente. No está tan bueno, pero sí alegra la pestaña. Fijándose en él… es posible que hayan coincidido antes. Seguramente hoy lo vio desde otro ángulo, la posición justa para que le recordara a otra persona. No se parecen tanto.

Let's make it all for one and all for love

Como en los sueños, su mente vuela a otro lugar, a otro tiempo. De pronto se acuerda de su amiga Vanesa, probablemente porque las dos veían Heroes y ahí trabaja Sendhil Ramamurthy, indio como K. Recuerda de pronto que todavía no le ha enviado un mensaje para desearle feliz día del orgullo friki. Se pone una nota en el móvil para llamarla cuando llegue a casa.

miércoles, 20 de mayo de 2015

Sueño: un avión en la estación

Miércoles 20 de mayo de 2015. Noche.

Voy en el tren de regreso a casa, no en el de siempre sino que se parece más un regional. Busco sitio para sentarme, hay gente muy rara. Me dirijo a la cabecera para bajarme un poco más cerca de la salida, ahora vuelvo a estar en el tren de siempre. Casi llego a la puerta y veo a Diego con una chica, su novia, doy la vuelta y retrocedo. Me resulta un poco incómodo encontrarme con ellos. Creo que no llega a verme.

Cambio de escena. Ya estoy en la entrada de la estación. Sé que es mi estación, pero es diferente a la real. Es en este momento cuando me doy cuenta de que estoy soñando. Me encuentro con Raquel, una compañera de la facultad. Va cargada con una maleta y, aunque también sale, tiene que pasarla por el escáner. Miro el móvil. Aún no eran las ocho cuando me bajé del tren y ahora son las nueve. No he esperado, cosas de los sueños. Caminamos lentamente hacia la salida, poniéndonos al día después de tantos años sin vernos. De pronto me paro. Veo mis pies parados antes de mirar al frente y ver un avión cayendo en vertical con el morro hacia abajo, como si estuviera metido dentro de un tornado. No puedo moverme. Lo que veo me paraliza. No es la primera vez que tengo el sueño de un avión cayendo de esa manera. Se estrella y algunas de las partes salen disparadas. Por suerte estamos bastante lejos y los trocitos se mueven como a cámara lenta. En una situación real, la distancia que nos separa nos protegería de los pedazos, así que tardamos en protegernos tras una pared. Volvemos a mirar y vemos una explosión tremebunda. Ahora los trozos se acercan a nosotras a gran velocidad. Casi no nos da tiempo a ponernos tras la pared. Todo el mundo se protege como puede: agachados, detrás de los aparatos de escanear, bajo las mesas de la cafetería… Unas piezas se estrellan contra las paredes de cristal, las rompen y siguen su camino.

jueves, 14 de mayo de 2015

Lo que me inspira la música (1): Amigos que no están


Valerie suena a tope en su ipod. El ritmo se apodera de ella y la distrae de la lectura. Levanta la vista del libro y mira al infinito, a las colinas secas que pasan. Empieza el estribillo. Al regresar a la lectura se fija en el brazo que tiene enfrente. Fuerte, musculoso, sin vello. Le resulta conocido, se parece a otro… quizás era un poco más delgado, pero son igual de pálidos. Le gustaría tocarlo, sentir la piel. Tiene pinta de ser suave… Se ha puesto nerviosa pensando en el pasado, haciendo un viaje paralelo montada en sus recuerdos, muy muy lejos del tren.

Paco se cuela desde el canal recordatorio de al lado:

—Pero… ¿no tiene nada de vello? ¿Ni… ahí…? —baja la mirada para indicar la entrepierna, de pronto le ha entrado la vergüenza.

Una sonrisa asoma y se hace cada vez mayor, también más amarga. Lo echa de menos. A Paco, no al dueño del brazo. 

viernes, 8 de mayo de 2015

Como vacas sin cencerro

Hace unos años una amiga me descubrió La flor de mi secreto, de Almodóvar. La conocía, pero no tenía ganas de verla debido a la interpretación errónea del anuncio. Cuando la anunciaban en Canal+ ponían las escenas en las que Leo (Marisa Paredes) salía más destruida, las más oscuras, incluso estaban editadas de tal manera que en mi mente me monté una nueva película con el maltrato como tema principal. Al menos ese es mi recuerdo. Nada que ver. Es cierto que tiene momentos dramáticos, pero también tiene unos puntos cómicos muy buenos, como muchas de las de Almodóvar. Admiro en él esa capacidad que tiene de mezclar lo dramático y lo cómico y deseo saber hacerlo igual algún día… Ey, ey, que me voy por las ramas. Vuelvo a La flor de mi secreto.

Todo empezó porque me gustaba un compañero de trabajo. Era turco, muy educado, amable y muy muy tímido, al menos con las chicas que le gustaban. Había otros obstáculos, pero entre que a él le daba vergüenza hablar español (conmigo) y a mí inglés (con todo el mundo), nunca pasó nada. Nos veíamos, nos mirábamos y cada uno por su lado sin haber abierto la boca. Mi amiga Esther tenía algo más de contacto con él así que le pedía que me contara cosas, por si podía darme alguna clave. Pasó un tiempo y yo seguía sin tener oportunidad para hablarle a solas (el email nunca funcionó, aunque lo intenté). Y no sé cómo llegamos al día de La flor de mi secreto. Supongo que de nuevo estaba contándole a Esther que era imposible hablar con él. No recuerdo sus palabras exactas, pero fue algo parecido a: “Ese chico es demasiado tímido, a veces habla para el cuello de su camisa, seguramente es virgen [aquí mi cara de alucine y una serie de fantasías que me hicieron entrar en calor repentinamente]. Y está muy solo, es como una vaca sin cencerro”. ¿Una vaca sin cencerro? Y La flor de mi secreto entró en mi vida.

lunes, 27 de abril de 2015

Músicos ambulantes en el tren

Esta va a ser una entrada corta. A continuación podréis ver un vídeo que grabé en el tren hace unos días. Se trata de una de esas actuaciones estelares en el transporte público. Con esta al menos nos echamos unas risas casi todos (excepto la rubia que está de frente, a esa le molestaba profundamente). Hasta le di una moneda. Quería haberle dado una de veinte céntimos o cincuenta, que mi cartera no está para despilfarros, pero sólo tenía de uno y dos euros. Al final le di de uno y, a voz en grito y con micrófono, el artista me dio las gracias de la manera más sutil que pudo: “Muchas gracias. Qué generosidad de tu parte, que la fortuna venga a ti por tu generosidad”. Era Jekyll quien viajaba en ese tren y fue Jekyll la que se hundió en el asiento deseando que la tierra la tragase y que nadie la mirase.

La calidad es terrible, el tren se menea que da gusto. No sé si los retoquillos de novata (los de Youtube por defecto, vamos) habrán servido para algo. Y como no grabo nunca, no sé qué hice que casi todo el vídeo está sin sonido. Espero que al menos sirva de muestra de lo que nos encontramos por ahí.


miércoles, 15 de abril de 2015

Hombre con coleta en la estación

Baja la avenida apurada. Va tarde. Últimamente retrasa su salida un poco cada día. Hay problemas en el trabajo, no quiere que llegue el momento de fichar y enfrentarse a ellos. Piensa en las cosas que tiene programadas para la mañana, probablemente no le dé tiempo a hacerlas todas. Se para un segundo y se pone las gafas de sol para poder tolerar una mañana especialmente brillante, o quizás ella está un poco vampírica. Levanta la vista y ve una figura masculina que se acerca. No es un habitual de la avenida a esa hora: unos cuantos adolescentes que se agrupan para ir al insti y unos cuantos dueños de perros. La figura se acerca. No está segura pero… Sí, es él, cada vez más cerca. A punto de cruzarse, la mira varios segundos de manera que haría sentir incómoda a una desconocida, aunque ellos ya no son totalmente desconocidos.

viernes, 27 de marzo de 2015

Inicios

Llevo en este trabajo siete años, seis meses y veintiséis días. Recuerdo mi primer día como si fuera ayer. Casi en completa soledad. Mi jefa no pudo dedicarme más de cinco minutos para explicarme el funcionamiento de la empresa, ni siquiera qué tenía que hacer o por dónde empezar. En realidad ese día fue una señal bastante fiable de lo que me esperaba aquí: soledad, soledad y soledad. Aunque gracias a eso también gané mucha independencia y autonomía, lo que me ayudó a ser resolutiva y a tener que moverme para salvarme el culo.

Al principio fue duro. En mi trabajo anterior estaba en una sala enorme, sin división de ningún tipo, llena de periodistas comentando continuamente las noticias, preparando sus piezas para el informativo del mediodía, televisiones funcionando siempre. Movimiento continuo y paredes de cristal con chorros y chorros de luz entrando por todas partes. Acostumbrarme al zulo me llevó muchos meses. Creo que tardé unos dos años en adaptarme y no deprimirme en invierno.

viernes, 6 de marzo de 2015

Diario de un "Ascenso" (5): empiezan los cambios

Jueves 5 de marzo de 2014

9:20h

Abro el correo y veo un email de la Rotten.

De: Ascensión
Enviado el: miércoles, 04 de marzo de 2015 20:21
Para: Dorotea; Sandra
Asunto: Mañana empiezo otro trabajo

Hola guapas, no he querido molestar más estos últimos días porque bastante lata he dado ya.
Quiero daros las gracias por escucharme y por ser mis amigas.
De todas formas he de ir a llevar justificantes y os iré a visitar.
Estoy limpiando para llevar todo limpito al otro sitio.
Un beso muy fuerte.

jueves, 5 de marzo de 2015

Fingir en el tren da morbo

¿Estáis seguros de que esta gente está haciendo algo de verdad en sus móviles o solo fingen?

Últimamente en el tren he visto un comportamiento un tanto peculiar, al menos a mí me lo parece. Empezó el día que el pedorro tamaño Obélix me comprimió como un acordeón. Este Obélix, además de tener un tamaño descomunal, ocupaba más sitio porque no se quitó el abrigo e iba con los brazos casi en jarras toqueteando su móvil. En un principio pensé que iría jugando, pero mi lado cotilla pudo con mi lado educado y racional y eché una miradita a su pantalla. Estaba buscando en su lista de contactos de Whatsapp. Subía y bajaba por la lista sin sentido, de pronto le dio un golpe de dedo y subió velozmente. Entró en una conversación antigua, no sé si leyó algo, salió al momento. De nuevo se puso a mover la lista.

Ese fue su entretenimiento durante el viaje. Me llamó tanto la atención que incluso se lo comenté a Circe. Ella tiene un punto de mala leche. No creía que fuera a causa del aburrimiento sino que el pobre estaba más solo que la una, “normal, con ese olor”, y tan solo quería mostrar a los demás que no, o quizás simplemente mostrárselo a sí mismo. No le hice mucho caso, al fin y al cabo, la única que lo miraba de reojo era yo y veía perfectamente la jugada.

miércoles, 25 de febrero de 2015

Diario de un "Ascenso" (4): a punto de tocar fondo

Lunes 23 de febrero de 2015

12:30h

Llega la Rotten. La oigo venir, no me da tiempo a huir, ya está en el pasillo. Me fastidia porque me vaya o me quede interrumpe lo que estaba haciendo, ella que tanto se queja de los que la interrumpen.

Hoy viene con novedades, tenemos para rato. Le han ofrecido sitios para cambiarse, ninguno le gusta, claro. Estoy cansada de oír siempre lo mismo. Historias con la aspiradora, huevos y larvas bajo la moqueta, bichos y huevos en las medias, bichos y huevos que caen en la ducha, bichos y huevos en las mantas. Está francamente mal, lo de la ducha me ha superado.

Sandra, Ana y yo escuchamos en silencio. Ya no le contestamos, ¿para qué? No entra en razón porque la razón la abandonó hace tiempo. Jura que nunca volverá a esa planta, ni para llevarle papeles al súper jefe. Tendrá que buscar otra secretaria. Necesita a alguien que esté en la misma planta que él para controlar quién llega y quién se va, si  está hablando por teléfono o le puede pasar la llamada. Si buscan una nueva secretaria para el súper, se quedaría colgando, sin jefe directo. Y, a no ser que la coloquen en una centralita, sin tareas específicas. Los cabos sueltos no son buenos ni en las historias, ni en las empresas. También perdería el estatus que le otorga ser la secretaria del súper jefe, no tendría ese “poder” ni nadie para protegerla. Lo bueno, para mí, sería que no dependería de ella y la vería menos. Todos queremos verla menos.  A algunas nos da la impresión de que su jefe y mi jefa quieren deshacerse de ella. El problema es que es muy conocida, nadie la aguanta y, desde el asunto de las pulgas, menos. No tienen donde meterla.

jueves, 12 de febrero de 2015

Verde esmeralda

Hace unos días estuve de cumpleaños. También Sandra. Cumplimos el mismo día. El lunes siguiente pasó nuestra jefa por el zulo y tras las preguntas de rigor me preguntó con un tonillo malicioso qué tal el fin de semana. Se miraron entre ellas y mi jefa soltó su envidioso: “Está soltera, seguro que estuvo de celebración todo el fin de semana”. Como la conozco y vi que el tono de su piel se estaba volviendo verdoso, pensé que lo ideal sería que quedara verde esmeralda y solté un tranquilo: “Por supuesto… Bueno, ayer estuve de descanso”. Juerguista, pero responsable para venir en condiciones al trabajo. Diana: el verde brillante ya estaba ahí.

Quería escribir esto con cierta ironía, reírme de la situación y sobre todo, reírme de ellas. No podía. Me toca las narices desde hace demasiado tiempo. Es cierto que una persona soltera tiene una libertad de movimientos que no tiene una persona con pareja, tenga hijos o no. Lo que me cabrea es que dan por hecho que por ser soltera, sin hijos y libre como un pájaro, no tengo responsabilidades.

miércoles, 28 de enero de 2015

Metáforas que piden un psiquiatra a gritos

Creo que no he hablado más de la Rotten y sus pulgas desde que publiqué la entrada en la que disecciono la historia y sus contradicciones. He tenido motivos para volver, pero no he querido hacerlo por salud mental. Me he estado alejando de ese tema y en este caso escribir me producía más daño que beneficio. Hoy, retomo la historia porque soy más fuerte que hace dos meses y medio y porque el tema no va a ser mi locura sino la de otra. Es triste ver el deterioro de una persona, aunque no te caiga bien, aunque desees tenerla lejos. Eso es lo que está pasando con Ascensión. Se está desmoronando y no quiere hacerlo sola. Cuando digo sola no es que quiera que alguien le coja la mano para ayudarla a superarlo, sino que en su caída, nos va a llevar por delante a los demás.

En mis conclusiones en Malas pulgas, apunto que no me extrañaría que fuera su mente la que provocara muchos de los síntomas. El último día antes de las vacaciones de Navidad pasó algo que me hizo pensar que a esta mujer se le ha ido la cabeza realmente y que necesita ayuda de verdad. No ayuda como la que le da su médico loco diciéndole que se eche una pipeta de perro (que igual funciona, no lo sé) sino ayuda psiquiátrica, profesional y en condiciones. Llegó a la oficina y, al acercarse a su silla, vio un montón de pulgas en el asiento. Intentó espantarlas, pero no pudo. Aun así, se sentó. Poco a poco las pulgas fueron subiendo por su cuerpo, metiéndose por debajo de la ropa y recorriéndole la piel. Empezó a rascarse y se hizo más daño que por las (inexistentes) mordeduras. Para mí era toda una metáfora del deseo que siente porque alguien la toque, le recorra el cuerpo con las manos, con la boca, que le transmita electricidad y calor. Su manera de tocarse como para enseñarnos el recorrido de los bichitos era sugerente, erótica. Lo pienso y me da repelús. Es una imagen que quiero borrar de mi mente.

miércoles, 21 de enero de 2015

Diario de Jekyll (1): All I want is you

Martes 20 de enero de 2015

8:24h

Hoy es el cumpleaños de una de mis mejores amigas del colegio. La chica guapa, la que les gustó a todos los chicos de clase en algún momento u otro hasta que se dieron cuenta de que no tenían posibilidades con ella y se buscaron a otras cuando tuvimos edad. A pesar de llevárselos a todos de calle, sé que a un par de ellos les gustaba yo. Uno hablaba tanto de mí en casa que su madre se dio cuenta, se lo contó a la mía y la mía a mí. Teníamos unos cinco años. Nunca me dijo nada ni yo a él. Otro era mi mejor amigo. Se declaró de sopetón. Un jarro de agua helada en una tarde (fresca, la verdad) de finales de junio. En ese momento creí que no es posible la amistad entre hombres y mujeres. Tenía once. Al tercero lo pillé. Estábamos en séptimo de EGB y con trece años empiezas a cazar miradas. Una pista por aquí, una señal por allá. Tampoco me gustaba. Los tres me caían genial, eran monos pero a mí me gustaba otro, tanto, que no me acuerdo quién era.

Han pasado muchos años y los recuerdos se agolpan solo por recordar el cumpleaños de una niña que fue muy importante en mi infancia, pero con la que no tengo contacto. Y no me habría acordado de ella si no hubiera puesto la fecha de hoy para hablar de otras cosas, historias que pasan en el presente, pero que en el fondo no están tan alejadas de aquellas miradas furtivas de un adolescente. Las emociones no cambian, cuando alguien te gusta se siente el mismo cosquilleo tengas la edad que tengas y se utilizan las mismas artimañas.

viernes, 9 de enero de 2015

Miedo

Tengo miedo. Tanto, que esta mañana justo antes de que el tren entrara en Atocha e hiciera su parada habitual, se me encogió el estómago y empezó a revolverse dentro de mí intentando salir. Ayer en el camino de regreso, tenía unas ganas de llorar terribles. No lo hice por vergüenza. Otros reían a carcajadas. Quizás sólo necesitaba a alguien con el que compartir angustias y crear un poco de humor negro.

Tengo tanto miedo que me niego a escribir más sobre la causa. De hecho, tenía casi terminado el post de hoy, compartiendo mis temores, mis sentimientos, como en el post que escribí hace ya casi un año sobre el aniversario del 11M. Escribiéndolo me he desahogado, pero no voy a publicarlo. Probablemente esta tarde, al entrar en la estación, se me ponga de nuevo un nudo en la garganta. Quizás la sensación dure en los próximos días, pero me niego a vivir siempre así. En el post que escribió Babilonia sobre sus propósitos de año nuevo, comenté que no iba a hacer lista de propósitos. Ahora debo cambiar de opinión. Mi propósito será ser valiente y vivir sin miedo, dentro de mis posibilidades, claro está, porque hay cosas que acojonan por mucho que una se lo proponga (y perdón por el taco).