jueves, 24 de septiembre de 2015

Me he comprado un vestido

Fotografía antigua de una mujer con la falda por las rodillas
Nina Farrington, George Eastman House Collection
Antes del verano me compré un vestido. Es vaporoso, veraniego, estiloso y a todo el mundo le gusta. Mis amigas me dicen que les encanta, las enemigas me clavan puñales con la mirada y mis habituales masculinos han empezado a mirarme. Quizás otra persona se sentiría alagada. A mí tanta atención me incomoda, sobre todo porque conlleva dos cosas: la primera, que la gente está muy pendiente de lo que vestimos y en cuanto te sales de lo habitual, se monta una revolución. La segunda, que bajas un poco de peso y gente que ni se dignaba a mirarte, te saluda y busca tu conversación.

jueves, 17 de septiembre de 2015

Lo que me inspira la música (3): Corre, corre

Baja corriendo las escaleras del trabajo para no llegar tarde a la reunión. La acompaña una canción que desde el fin de semana no sale de su cabeza. Corre, corre…


Llega tarde. Tener clase de gimnasia justo después de comer es lo peor, ¿a quién se le ocurrió esa idea? Pero hoy es distinto: el profesor en prácticas está buenísimo y, sobre todo, es mucho mejor que su profesora de siempre. Así que corre, corre para no entrar cuando los demás ya estén dando vueltas al gimnasio. Atraviesa lo más veloz que puede el ala derecha del edificio. Al fondo del pasillo oscuridad. ¡Bien! La gente todavía está en la puerta y no deja pasar la luz.

Entra de última y vuelve a correr. Ya ha hecho el calentamiento, pero no puede quejarse. Al menos tiene como recompensa mirar esos ojos azules como el océano. Ni la espantosa música de las Spice la desanima en ese momento. De pronto se da cuenta de que ella querría dedicarle la canción y nota cómo un calor veloz como la luz, y que nada tiene que ver con la carrera, sube desde la punta de sus pies a su cara. Lástima que esos ojos ni la miren ni la vean.

martes, 15 de septiembre de 2015

¿Cuándo es agradable trabajar aquí?

Va siendo hora de que retome el blog. El descanso que me he tomado en vacaciones se está alargando demasiado. He perdido la costumbre y no siento necesidad de abrir la página en blanco, enfrentarme a ella y además escribir algo ingenioso (o algo que intenta serlo).

Las tres semanas que llevamos han sido tranquilas, pero han pasado cosas. Para empezar, la Rotten sigue con su frenesí pulguero. Pensábamos que a la vuelta estaría un poco mejor, qué inocentes. La buena noticia es que no puede venir a vernos porque tenemos moqueta. La mala es que está en manos de un médico sectario que la va a llevar a un destino que no quiero ni imaginar. Sigue casi al pie de la letra la orden de no entrar en sitios con moqueta o sillas de oficina para cerrar el círculo vital de las pulgas. Esta orden implica dos cosas. La primera, que ella lleva las larvas allá donde va como si fuera un perro. La segunda, que las pulgas están en todas partes. Se compadece de nosotras por estar en un cuarto con moqueta. Tía, compadécete porque no tenemos ventana y estamos hacinadas en un zulo enano, no por tener moqueta.  Hemos sabido que tuvo una reunión y se sentó en el pasillo, para no pisar la moqueta del aula. Va en picado.

 The Man Who Fell To Earth, de Trevor Butcher
The Man Who Fell to Earth, de Trevor Butcher