viernes, 15 de abril de 2016

Llorar en la oficina: las mejores actuaciones estelares

Ay, madre, que han vuelto los viejos tiempos. No sé si es que esta silla es mágica o tiene implantada tecnología futurista pero me parece que he viajado en el tiempo y las antiguas situaciones culebrónicas han desembarcado en el neozulo. Como decía una de las viejitas de mi familia: “Cogí miedo, cuca”.

Dibujo de mujer llorando
Easily Offended, Overly Sensitive, de lookcatalog.
Ilustración de Daniella Urdinlaiz
La semana pasada leí un artículo sobre Qué hacer cuando tu compañera* empieza a llorar. Nada más ver el título pensé que aquello iba conmigo porque una gran parte de mis compañeras de zulo han llorado. La primera fue Ofelia. Hablaba como una cotorra por teléfono (la principal marca de la casa), pero curiosamente salió para atender LA llamada. No sé qué le dijeron que empezó a llorar como una fuente. ¡Pobres árboles del patio! Era demasiado para ellos verla en ese estado, así que entró corriendo envuelta en mocos y lágrimas para seguir con el espectáculo a mi lado. Preocupada, hice lo que el artículo dice que no se debe hacer: preguntar. El corte que me metió me dejó desangrada en la moqueta: “son asuntos de familia”. Inmediatamente llegó Mari Pili corriendo lo que sus zancos le permitieron y casi sin respirar le preguntó lo mismo. Como premio al esfuerzo recibió un dulce “Nada Mari, no es nada, no te preocupes”. Esa segunda respuesta me dijo mucho más que la primera, así que cuando repitió numerito unas semanas después no recibió el aplauso que en realidad quería. Para conseguirlo, ¿qué hizo? Sorber muy muy fuerte por la nariz, tanto, que nos quedamos sin polvo en la moqueta. A pesar del desagradable ruido, me mantuve en mis trece y ni una mirada, ni una. Eso se repitió una tercera vez. Mi nivel de paciencia estaba a nivel del núcleo terrestre (no sólo por los llantos) y la volví a ignorar. Es más, si mi actitud la disgustaba, mejor.

La segunda en llorar fue la Lolas, ¡cómo no! Lo que ella no sabía era que no tenía la exclusividad del espectáculo ni el honor de debutar en una especialidad que empezaba a caracterizar a las ocupantes de esa mesa. En aquel momento mi cuerpo entero estaba cubierto por callos que me protegían. No le pregunté ni ella me contó aunque luego lo hablaba todo por teléfono delante de mí, cosas que no debería hablar delante de nadie. Sé que ella quería que me enterara, y me enteré, claro que sí, y publiqué todo lo que pude en Twitter. Lamento mucho no haber perdido antes la vergüenza para escribir un blog. Habrían quedado unas entradas de pxxx… estupendísimas. No sé cuántas veces repitió la función, perdí la cuenta.

Viñeta. Mujer llorando sobre almohada. Hombre sentado
Crying, de Tom Simpson.
Viñeta de Lovers' Lane #22 (1952)
Tengo que reconocer que desde que la Lolas se fue la cosa ha estado tranquila. Sus sustitutos, Mr. Lolas y Ana, son medianamente normales. Pero Sandra… Sandra ya es otro cantar. Si os fijáis está involucrada en muchas de las historietas que escribo sobre mis compañeros y no solo por compartir zulo y neozulo. Creo que su debut lo hizo cuando falleció su padre. Como no soy de piedra, justifiqué su actitud, al fin y al cabo es un momento extremo aunque ellas le saquen partido a las más tristes miserias. Lo que pasa es que tenía que dar la nota de verdad. Últimamente me ha utilizado de terapeuta y paño de lágrimas, solo que había un problema, había paño pero no lágrimas.

Desde hace un tiempo ha dejado caer indirectas sobre su desastre de matrimonio y su “precaria” situación económica. Ella dice precaria en serio, yo con ironía, porque una persona que se va de vacaciones a Miami y quince días después a esquiar, pobre pobre no es. Detalles como la necesidad de tomar un par de copas de vino para poder dormir, la cantidad de pastillas que lleva en el bolso y que se toma como caramelos, las escenas de celos que le monta su marido, hacer tiempo en el trabajo para no llegar a casa, las broncas terribles que desembocan en pérdida de memoria… Lo cierto es que tiene un drama que ella disfraza siempre con una actitud artificialmente feliz. Del mismo modo que a muchos asesinos los cazan por estar perennemente tristes en el funeral, los perennemente felices ocultan siempre un saco de mierda.

Ayer se confirmó lo que para mí eran suposiciones y sospechas cuando dejó salir sin venir a cuento “estoy al borde del divorcio”. Supongo que quería que le dijera que lo siento, aunque en realidad lo que tenía ganas de decirle era adelante, que deje de una vez a su marido y sea al fin un poco feliz. Como no soy su psicóloga escuchó lo que quería y aprovechó que recibí una llamada para lagrimear. Fue un simple preámbulo. Empezó a cotorrear con una amiga por teléfono y cuando la otra le preguntó feliz si tenía algo que contar, Sandra dijo que sí, sí, pero no. Ese quiero contar pero no puedo abrió la compuerta del llanto durante una hora. De nuevo la ignoré. De verdad que no me importa nada por qué llora, así que independientemente de que ella quiera que le pregunte o no, voy a callarme.

Dibujo. Media cara de mujer llorando.
Crying Girl, de lookcatalog. Ilustración de Daniella Urdinlaiz
Pasamos muchas horas en el trabajo. Es normal que en un momento bajo o de tensión, como dice el artículo, estalles y no puedas evitar hacerlo delante de tus compañeros. La clave aquí está en dos puntos. Estas tres divinas me han deleitado con una actuación digna de incluirse en cualquier culebrón. Ofelia y su entrada triunfal en el edificio. Por no hablar de los ruidos nasales in crescendo para que me diera cuenta de lo que había. La Lolas es mundo aparte, ni siquiera sé si hay palabra para definirla. Igual montaba un striptease para enseñarme las tetas y los lunares que se ponía a llorar como una magdalena porque su novio casado estaba flirteando con su jefa. ¿Y qué voy a decir de Sandra, con siestas sobre la mesa, sesiones de ligoteo, escenas de celos y ataques de histeria**? Se supone que cuando mis compañeras lloran es mejor ser discreta, me pregunto, entonces, por qué no se callan ellas sus historias y montan sus escenas cutres en el baño. La discreción y el silencio debería ser por ambas partes, ¿no?

El segundo punto, el que más me preocupa, es que siempre han actuado estando en el zulo solo ellas y yo a pesar de compartir espacio con una tercera persona. Es como si lo tuvieran todo calculado. O yo les importo tanto como su señora de la limpieza o tienen una confianza ciega en mí. Lo de importarles o no me trae sin cuidado, pero que confíen en mí me agobia más que verlas llorar con tanta frecuencia. 



* Lo traduzco al femenino por el contexto del artículo. Si lo leéis, entenderéis J
** Si el ataque de histeria no está en este blog es porque nunca conseguí el tono adecuado para esa entrada, pero fue tremendo.

2 comentarios:

  1. Pues creo que es cierto lo de que las mujeres, sea por el motivo que sea, se sueltan más con las lágrimas. He estado en distintos tipos de trabajo y siempre me he encontrado con más mujeres llorando que hombres(de estos no he tenido el gusto o la incomodidad de ver a ninguno). Nos presionan mucho desde pequeños para que no lo hagamos, la infancia marca en ese sentido. Alguien menciona las hormonas en el artículo que indicas pero no deberíamos abusar de estas para justificarlo todo. La testosterona justificaría entonces que algunos hombres peguen a sus parejas y no, no vale. Lo que si me preocupa de tu situación es que no sabría que hacer. Y si encima me pegan el corte ese de cosas mías pues ya me has cortado cualquier posibilidad de actuación. Porque no me vuelvo a meter en los asuntos de esa persona en la vida. Pero está claro que no te van a dejar. Ni contigo ni sin ti. Estas atrapada en ese neozulo con unas terroristas del comportamiento bipolar. La que tiene ataques de histeria y demás come aparte. Es un refinamiento del horror laboral. Para que luego me queje yo.
    Solo puedo decir... I´m so sorry. Pero alegra esa cara. Hoy no es día para llorar ni mucho menos para ver llorar. Viernes. Besos

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    1. Gracias por tu mensaje, S. Lo que son las cosas, aunque lo has alargado, ya tengo la costumbre de llamarte así :) Estoy de acuerdo contigo y no tanto con el artículo en lo de las hormonas. Tengo las mismas hormonas femeninas que estas tres y no hago el paripé, que a veces también es educacional, por cierto. Porque no se trata de no expresar sentimientos como la reina de Inglaterra, pero sí de tener un poquito de... ¿autocontrol?, ¿discreción?, ¿consideración hacia los demás?, que es algo que en el artículo veo que defiende para los llorones pero no para los que aguantamos los llantos. Como siempre cada uno defendiendo su posición.

      Estas tres tienen algo en común: quisieran ser protagonistas de telenovela, son unas divas egocéntricas. En fin, que hoy ha habido segunda parte y ya casi está terminada. Menos mal que el día también está casi terminado.

      Besos y buen fin de semana! :)

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