viernes, 29 de julio de 2016

A vueltas con el destino

Yamam y yo empezamos a trabajar aquí el mismo día, los dos en el mismo edificio, yo en el primer piso, él en el segundo. Cuando me crucé con él la primera vez le dije hola y él me contestó hello y esa descoordinación idiomática, marcaría nuestra no-relación el tiempo que estuvo en España. Durante nuestros primeros cinco meses, cuando nos encontrábamos fugazmente en la fotocopiadora o las escaleras, lo único que salía de nuestras bocas era mi hola y su hello. Entonces, por sorpresa, en una fiesta que organizaron como babyshower para mi jefa, se acercó a mí con una sonrisa encantadora, luchando contra su timidez, y ¡quién lo iba a decir!, empezó a flirtear conmigo. En ese momento no sabía dónde meterme. Tener que hablar en inglés con un hombre encantador era demasiado para mí, eso sin saber que su intención era ligar. Ya he comentado en otra ocasión que como no suenen sirenas, no me entero de las proposiciones (in)decentes. No sé si fue su sonrisa, su timidez o que al día siguiente una amiga me expuso con claridad la realidad del asunto, pero empecé a sentir algo por él.

I once had a thousand desires. But in my one desire to know YOU all else melted away
Aquella época no fue la mejor para mí en lo personal. Tenía una especie de acosador que me amargó la vida durante tres años, hasta que dejé el grupo que ambos frecuentábamos. Mi autoestima estaba minada, mi confianza en los demás más minada todavía. No quería ni podía estar con nadie porque era imposible para mí creer que alguien que estuviera conmigo me fuera a tratar bien. Así que, aunque Yamam hizo sus intentos, nunca consiguió la respuesta que deseaba. A mis problemas hay que añadir que el pobre seguía comunicándose en inglés, yo me bloqueaba, me tiraba infusiones ardientes por encima de lo nerviosa que me ponía y decía tonterías incompresibles que le hacían retirarse con el rabo entre las piernas. Como veis, la metedura de pata con el italiano buenorro no fue la primera cagada.

viernes, 22 de julio de 2016

Una jaqueca y un moratón

Reloj de agujas, ocho treinta y dos
EightThirtyTwo, de Corey Ramsey
La estación está prácticamente vacía cuando llego. Adelanto a dos mujeres en las escaleras, madre e hija. Cuando suben al andén se pegan a mí y no me gusta. Todo un andén para ellas excepto el metro cuadrado que ocupo yo y se colocan a mi lado. Creo que tenemos un problema, quizás falta de abrazos o quizás se cumple, no solo en desconocidos, la teoría de los veintitrés segundos de la que Claudia Piñeiro habla en Una suerte pequeña. Entre estas dos el silencio crea una barrera de tensión que puedo palpar sin conocerlas. Poco a poco esa tensión me toca, me incomoda incluso cuando empiezan a hablar de tonterías después de veintitrés segundos. Me aparto. ¡Ay! El canto del banco metálico me levanta la piel de la rodilla.

viernes, 15 de julio de 2016

El hombre murciélago

Dos hombres sentados en un banco
Are you sitting comfortably?, de Mister G.C.
Entra en el vagón, larguirucho, delgado, con calva estancada, estancado también su aspecto de cincuentón desde hace ocho años. Mira a izquierda y derecha, escudriña buscando el sitio perfecto, duda, avanza y retrocede sobre sus pasos. Hoy localiza ese sitio a mi lado. Se abalanza sobre él.  No voy a negar que me incomoda. Se ve que es raro por su lenguaje corporal: postura encogida, casi encorvada, andar rápido y tenso, ropa de otra época de colores apagados, colores de película vieja, y en los pies siempre zapatillas de deporte de las que hacen el pie más grande, invariablemente de color negro. Es una de esas personas que despiertan lástima, pero es raro y eso me trae recuerdos que quiero olvidar. No lo miro, así que no sabe qué pienso de él. 

lunes, 4 de julio de 2016

Juego de celos

Bitches love tricks. Ilustración de Cersei Lannister con fuego valirio en la mano y Melisandre (la mujer roja) con el demonio que parió
They love tricks~ Cersei & Melisandre, de Giovana Milanezi
Ha terminado la sexta temporada de Juego de tronos y siento que me he quedado huérfana. Espero retomar pronto Mr. Robot, pero después de una semana desde el final todavía… cómo decirlo para no dar pistas, todavía estoy saboreando el picante explosivo del cóctel servido por Cersei. La serie ha sido el centro de la mayoría de las conversaciones en los ratos de descanso con Esther y Grace. Durante diez semanas hemos reído, sufrido, teorizado, vapuleado o admirado teorías ajenas y hemos deseado ser tan buenas anfitrionas como Cersei en este capítulo, aunque sea nada más en sueños. Casi nadie más de mi entorno ve la serie. Nunca he sido de las que braseo a los profanos en un tema, así que en el neozulo no hablo nunca de esto con Sandra. Sin embargo, Ana también la sigue. Es muy sencillo atar cabos y darse cuenta de que Sandra, una vez más, está atacada por los celos.

Escribí sobre los celos de Sandra en uno de mis primeros posts. En aquel momento estaba loquita por Mr. Lolas y me veía como una amenaza. Incoherencias propias del ser humano las que la hacían sentirse amenazada por mi presencia entre ella y “su” hombre, al mismo tiempo que me despreciaba por no tener tipo de top model y me consideraba indigna de tener pareja por sufrir sobrepeso (a mí y a todos los gordos, no penséis que era nada personal). Una vez más pequé de inocente y pensé que sin un machote en la sala no habría problema. No recordé que los celosos no solo tienen ese sentimiento horrible por el objeto de sus desvelos, también lo tienen por sus padres, sus hijos, sus amigos o, simplemente, porque no son el centro de atención de una situación cualquiera.