viernes, 18 de noviembre de 2016

No soy Jane Doe, mi nombre es Dorotea Hyde.


Cuando llegué a esta empresa me llamó la atención que no todos los despachos estaban identificados. Los que no tenían el nombre de su ocupante junto a la puerta eran en muchas ocasiones un gran misterio. Puertas cerradas que, según mi volátil imaginación, ocultaban negocios ilícitos, espionajes industriales, personajes inventados, polvos furtivos… La realidad es que esas personas eran “nadie”.

viernes, 4 de noviembre de 2016

Un mal día

Esta noche me cogió el frío y me levanté con dolor de espalda, justo en el punto que se contracturó hace un año en el accidente de bici. Me costó levantarme, pero después de hacer unos estiramientos, pude moverme. El dolor está siendo un compañero inseparable, al menos hasta que por la noche pueda tomarme una pastillita.

Violonchello en un poste
Wie Musik Grenzen überwindet,
La salida de la estación fue una odisea. En el andén, siempre voy contra la marea de gente. Nadie se aparta. Yo tampoco, a ver si me voy a caer a la vía porque vengan cinco personas contra mí. Hoy menos. Cualquier mínimo movimiento de desplazamiento era imposible. Aun así, subí a pie el primer tramo de escaleras. No, esta vez no era por mantener la línea. Bueno, qué porras, un poco sí que era por eso, pero cuando llegué al segundo, me sentía tan incómoda, que sucumbí y me monté en las mecánicas. Por mis entradas anteriores, no sé si queda lo suficientemente claro que soy normal, por si acaso, aclararé que no tengo ojos en la parte trasera de mi cabeza. Como los demás, tengo únicamente los dos de la cara. A veces giro un poco el cuello para mirar de reojo si puedo “cambiar de carril”, pero es absolutamente imposible que pueda ver lo que viene detrás de mí. Esta aclaración va por la chica del chelo que subió en esas escaleras mecánicas por el hueco de la izquierda, a pie, apurada.