viernes, 28 de abril de 2017

El secreto de la nueva mudanza

Ayer recibí una llamada de mi jefa: nos mudábamos. Y empezó el culebrón. En esa llamada me dijo que el cambio de oficina era inminente, que pidiera cajas y embalara porque el viernes siguiente (y yo entendí el cinco de mayo) tenía que estar todo listo. Casi me da un pasmo. No solo porque todo era demasiado apresurado, sino porque irme del edificio donde he pasado la mayor parte de mi tiempo de los últimos nueve años, supone un enorme cambio y una tristeza.

Espacio para oficinas vacío
Empty space, de Dun.can
Esta mañana, nada más abrir mi correo, me encontré un email encabezado por ¡¡¡IMPORTANTE!!! dirigido a Sandra y a mí. Teníamos que parar todo, avisar a Mantenimiento de que no nos trajeran las cajas y guardar silencio. Los secretismos entraban en escena. No sabríamos nada más hasta que nuestra jefa nos contara qué pasaba. Mientras esperábamos, Sandra empezó a calentarme la cabeza. Que si a ella el cambio le hace polvo, que si le viene muy mal, que si es horrible estar con Sara Pestes. Dándole vueltas a lo mismo, a lo horrible que es su vida, pero sin dar detalles para que la situación parezca mucho más grave, como si no supiera esos detalles, como si no los hubiera mencionando en el blog post tras post: estará controlada, no podrá hablar tanto por teléfono (al menos hasta que coja confianza), no podrá hacer el tonto con sus hijos, no podrá salir a pasear ni de compras, no podrá esconderse en despachos ajenos (esto lo veremos), no podrá tener el horario que ella quiere, no podrá dormir. Oh, qué drama.

Entonces apareció Diana (nuestra jefa) y nos dijo el motivo por el que debíamos guardar silencio. En un principio iban a llevarnos a un sitio no muy bueno (aunque quería decir horrible), probablemente algo en medio de un pasillo. Hoy. El miércoles que viene empieza alguien en el departamento de mi antigua jefa y va a ocupar uno de nuestros sitios. Pero Diana le echó el ojo a un espacio, el único disponible en el edificio en el que está, donde podrían ubicar al departamento entero. Para conseguir ese espacio el súper jefe está en negociaciones con el presidente, que, por supuesto, no se puede enterar de que había dos mesas para nosotras porque, si nos sabe ubicadas, no permitirá el otro cambio. Politiqueo asqueroso. No se trata de que nosotras estemos mejor o peor (mmm, bueno, también), sino de facilitar el trabajo reagrupando a un departamento que está disperso en varios edificios. La demanda por sitios de trabajo es tan feroz aquí, que se llega a unos niveles de ceguera en los que no se ve el bien común, solo el propio culo y el sentirse por encima de los demás diciéndoles que uno de sus empleados no puede ocupar esta mesa o ese despacho. No soy empresarial ni una alimaña. Nunca lo entenderé.

Edificio de oficinas en ruinas (interior)
Office building, de Michal Janček
No sé si el miércoles sabremos algo. Igual la persona nueva tiene que deambular por ahí mientras nos cambian, porque a los informáticos que mueven los ordenadores no se les avisa el mismo día para hacer algo. En cualquier caso, me iré con lo puesto: ordenador, teléfono y un boli en el bolsillo, el resto se moverá después. Ni siquiera sé si en la nueva ubicación habrá sitio para todo, si será mejor por el simple hecho de no estar en un pasillo porque compartir espacio con Sara pestes y su amiguita Carlota realmente no va a ser agradable. Por no mencionar que se acabaron mis horas del té con Circe. Al menos será temporal. En septiembre habrá reubicaciones de nuevo de manera general. Si es malo, en septiembre puede ser peor, eso sí, a Sandra le he dicho que el cambio me parece estupendo, solo por fastidiar.


NOTA: al guardar y numerar la entrada, vi que es la número 105, el número del edificio en el que he trabajado hasta ahora. Simple casualidad.

2 comentarios:

  1. Pero esto es el fin del zulo. Es como si este post fuera además uno de los de fin de temporada de una serie. Te quitan tu espacio habitual y en la próxima temporada todo serán cambios, readaptación. Me parece positiva esa ruptura de la monotonía. Si la lucha Darwiniana por el espacio de oficina no genera muchas víctimas y tu no estás entre ellas... tal vez sí sea estupendo y puedas decirlo en serio y no por fastidiar. La peor desventaja es la palabra reagrupación. Está demostrado que cuantas más gente esté junta peor para todos. Procura buscar rápidamente los alpha y únete contra los débiles, no te quedes suelta y en plan satélite, haz grupo con otros-as para destruir a terceros-as. Bueno, en serio, creo que te irá bien porque intuyo que vas a tu rollo. Sólo encontrarás los pequeños problemas que no se pueden evitar. Esos en los que nos meten. Saludos

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    1. S: Me fastidian dos cosas. La primera, si me ponen en un pasillo, porque para eso estaba mejor en el zulo del año pasado. De hecho en un momento del pasado pude elegir y me quedé en el zulo sin ventana para no estar en un sitio de paso. Lo segundo, si al final estamos todas juntas, la compañía y las tensiones entre ellas, sobre todo si el espacio es tipo pradera. Tú lo has dicho. Yo voy a mi bola y la única que no lo entiende es Sandra. Así que a mí me va a dar igual donde estaré: seguiré sin desayunar con los demás, seguiré con mis infusiones cuando quiera, seguiré comiendo mientras veo una serie o una peli y seguiré saliendo a caminar sin nadie al lado. Y creo que puede haber muchas cosas positivas, pero no quiero adelantarme demasiado, que si no me quedo sin tema para la próxima entrada :)
      Un abrazo.

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