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jueves, 9 de enero de 2014

¿Érase una vez?

Érase una vez… Perdón, perdón, esto no es un cuento de hadas. Me confundí porque hay brujas, las hay en todas partes y esta historia está protagonizada por dos. También necesitan sus quince minutos de gloria. Estas brujas son de las que en principio no lo parecen, van de buenas pero clavan las puñaladas por detrás. Ésas son las peores, las mejores brujas en realidad.

Hace tres años, al regresar de las vacaciones de navidad, me encontré con un peculiar regalo de reyes: tenía nueva compañera de despacho, la tercera contando con la Cotorra y conmigo. Curioso, porque enseguida descubriría que las dos tienen obsesión por las tetas, propias o ajenas. Ya el primer día, en cuanto nos quedamos solas, me contó toda su vida empezando por su operación de aumento de pecho, ¡por supuesto! Como no le miraba el escote, intentó llamar mi atención menándolas y cuanto menos caso le hacía, más las meneaba, pensé que se le iban a salir. Por esta historia y por su afán de desnudarse delante de mí, mis amigos la bautizaron como la Lolas.

lunes, 25 de noviembre de 2013

Miradas furtivas. Miradas cazadas.

Hace unos días me encontré con Inés en el cuarto de la fotocopiadora. Compartimos despacho cuatro años, pero por suerte se mudó a una mesa en el tercer piso para tener ventana, eso sí, está en el pasillo. Era un poco difícil trabajar con ella. Se pasaba el día hablando, si no era conmigo, era por teléfono. Cuando no le hacía caso se ponía a mi lado, casi me arrancaba los auriculares y empezaba a soltar su rollo. Es una de esas personas que tienen que ser el centro de atención y les cuentes lo que les cuentes siempre acaban siendo las protagonistas de la historia. Y por supuesto, sus problemas son más grandes que los de los demás.

Gracias a Inés conocí a una de mis pocas amigas del trabajo. Yo era la nueva, la última en entrar en el grupo, sin embargo fui la que propuso ir a tomar café juntas un día a la semana. Era un grupo muy divertido, pero la mayoría de las chicas eran becarias y fueron dejando la empresa con el tiempo. Nos quedamos sólo las tres y en ese momento empecé a darme cuenta.