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miércoles, 14 de junio de 2023

La despedida (6): La pregunta equivocada

Devoted Employee, de Patrick Dirden
La jefa saliente sigue aquí.

Esta es la oración con la que empecé la tercera entrada de La despedida. En la cuarta utilicé una variación un poco más larga, pero para qué complicarme si la situación es la misma: no se va. Sinceramente, ahora mismo la culpable de su presencia es Sandra, la Otra, la porculera. Lo peor es que después de meses resistiendo sus embates para que le consultara cosas, al fin caí en la trampa y me convertí en su cómplice.

Acabamos de empezar un proceso de acreditación. En esos procesos las tareas suelen estar muy divididas. Yo tengo las mías y no sé absolutamente nada de las de los demás. Carmina, la jefa entrante, no conoce las suyas porque la saliente se guardó para sí toda la información, aunque tampoco se ha ocupado de averiguar, ni de aprender, ni siquiera se molestó en abrir el documento con los requerimientos para saber de qué porras va el asunto. Lo que sí hizo fue ignorarme cuando le dije varias veces que esa era su parte porque hacerme caso no le convenía.

Cuando empecé a rellenar las tablas con la información que me pedían vi que había un dato que tendría que consultar. ¿Pero a quién? Es obvio que mi jefa debería estar al día de todo lo relativo al personal de nuestro departamento. La realidad es que no lo está. A pesar de eso, iba a preguntarle, a ver si se da por aludida de que se tiene que poner las pilas. Si acudimos a otras personas en busca de ayuda, si Sandra le sigue preguntando a Diana porque ella lo sabe todo, la nueva va a vivir muy cómoda pensando que su trabajo es sencillísimo, para qué va a hacer más. Pero entonces Sandra se metió por el medio y me convenció para preguntarle a Diana, porque de verdad Carmina no tiene ni idea.

jueves, 24 de enero de 2019

Adictas a las llamadas


Dulces navideños
Süße Weihnachtsdekoration mit Keksen,
El día de año viejo vi una llamada perdida de una de mis primas segundas, personaje que me cae bastante mal pero con la que tengo un compromiso adquirido no sé cómo ni cuándo: nos llamamos por nuestro cumpleaños y nuestro santo. Yo, que no soy católica (y ella tampoco), felicitando un santo y recibiendo felicitación por ello. Cumplimos y santeamos con solo una semana de diferencia en dos meses distintos, así que dos veces al año tengo sobredosis suya por ese contacto no deseado que no sé cómo evitar, ya que mis dos días son antes que los suyos y la tengo puntual sin siquiera darme opción a nada.

El día de año viejo es un día bastante ocupado para mí. Me toca preparar la cena en casa más el postre del día de año nuevo así que ando de un lado para otro sin parar y, a no ser que lo use para consultar la receta, el móvil se queda en la habitación. Y ahí estaba su perdida, cuando lo consulté un momento para saber un ingrediente. No pude evitar ponerme de mal humor. Por un lado estaba llamando a destiempo porque en el dos mil dieciocho no nos felicitamos el santo (por fín, jolín). Por otro, ¿qué porras me quiere decir? ¿Feliz año? Pues que me escriba, que le sale más barato.

viernes, 2 de marzo de 2018

Diario de un "Ascenso" (8): El acoso

Cabinas de teléfono, Londres
Telephone Box London, de Sacha Fernandez


Martes 27 de febrero de 2018

18:42h.

Suena el teléfono. Recordaba en mi entrada anterior que todas las del diario de la Rotten comienzan con una llamada de teléfono suya o directamente con su persona apareciendo en la puerta. Dando el coñazo, vamos. Ésta no es una excepción, solo que esta vez tengo el teléfono a la vista y me acuerdo de mirar la pantalla. Sí, la miro y veo su nombre: Ascensión. Y no cojo.

No lo cojo solo porque esté hasta el culo de ella, porque me amarga, por la desgraciada historia que tenemos en común, sino porque ella cree que salgo a las seis y media (18:30h), así que ¿qué porras hace llamándome doce minutos después? No se limita a que suene un par de veces para que quede el registro y yo le conteste al día siguiente. No, ella no admite un no por respuesta así que lo deja sonar a ver si por un casual tengo telepatía y puedo darme la vuelta para atenderla.

He quitado el sonido, me duele muchísimo la cabeza. Ver esa pantalla iluminada cuando debería estar apagada me cabrea, me intensifica el dolor. Miro para otro lado e intento ignorarlo. Solo pienso en recoger.

viernes, 23 de octubre de 2015

Soy una cotilla: la invasión de los despachos

Prank, de Petrr
Prank, de Petrr
Voy a cotillear por el simple placer de hacerlo. Jekyll no es cotilla por naturaleza. Le gusta comentar cosas cuando vienen al caso, pero no va recorriendo las metas volantes a ver si le dan más puntos que a nadie por llegar primera con la noticia. A mí en cambio, me gusta bastante despotricar en este blog. Todo sea por que la salud mental de Jekyll se mantenga intacta.

Hoy pillaron a Sandra en una travesura. A principios de año murió su padre. Algo pasó en ese viaje porque, desde su regreso, empezó a salir a mediodía para hablar por teléfono. Ha hablado de todo en el zulo, quizás no tanto como la Lolas, tampoco conversaciones subidas de tono como ella, pero sí temas que debería dejar zanjados en su casa, incluido el pago de la luz para no quedarse sin calefacción en invierno. Al principio pensaba que subía al despacho de nuestra jefa, hasta que me fijé en algunos detalles que poco a poco dejó de esconder. El primero, la frecuencia. No era normal que subiera todos los días en la hora de la comida y además estuviera fuera tanto tiempo. No llevaba la libreta de notas, iba con el teléfono en la mano y los auriculares puestos y subía incluso el miércoles, el día que nuestra jefa iba al gimnasio. Cuando tuve claro que se iba a cotorrear me llamó la atención que no saliera con el abrigo puesto. Estábamos en febrero y ella no sale sin chaqueta ni con cuarenta grados. Entonces, ¿dónde se metía?