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viernes, 20 de julio de 2018

Tardes de julio


Atardecer
Sunset reeds, de Russ Seidel
El edificio está casi vacío y en silencio. Nada más escuchamos los ruidos de nuestras sillas al moverse, el clic clic del ratón y el clap clap del teclado. Si no estuviera Sara Pestes conmigo casi tendría miedo. No hay estudiantes, ni visitas, parece que mis compañeros se han escondido para dormir la siesta o se han largado a la piscina directamente. No hay plan mejor para una tarde de viernes.

Mis compañeras son alérgicas al silencio y a la tranquilidad. Sandra no tarda en hacer una llamada y encadenar una conversación de trabajo con un tema personal. No puedo concentrarme y empiezo a hacer mil cosas, pequeñas tonterías para distraerme hasta que se calle: ponerme un poco de gel para matar un grano que me ha salido en el brazo, mirar el cielo azul mientras me pongo barra de cacao en los labios, descubrir una mariquita en la ventana, mirarla embelesada y aguantarme las ganas de levantarme como una loca para hacerle una fotografía, echarme gotas en los ojos, revisar los mensajes en el móvil. A veces puedo ser la más productiva.

viernes, 20 de octubre de 2017

Ruido, ruido y más ruido. Y un poco de divinidad

—Yo primero presentaría lo que sea líquido, las acciones.
—Tiene que cumplir uno requisitos: de familia, de paro…
—¿Cuánto tiene de hipoteca?
—Ciento cuarenta, no, ciento cincuenta.
—Si es segunda vivienda es cuando te van a por todo.
—Supongo que te dice que priorices entre restaurantes y…