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viernes, 3 de julio de 2015

Solos y desesperados: vacas sin cencerro 2

Hace unas semanas escribía sobre las vacas sin cencerro. La madre de Leo compara, en La flor de mi secreto, a las personas que están solas y no hacen nada por salir de su ostracismo con las vacas sin cencerro. Vayamos un poco más allá. Hay gente que tiene pareja, se siente sola, perdida porque su cencerro no tiene badajo, pero hacen lo posible por encontrar el camino. Y un tercer grupo, formado por especímenes con y sin pareja pero que no saben gestionar la soledad. Son los peores. La gente que se siente sola y no sabe estar sola normalmente da el coñazo a los demás. Y esto lo digo como sufridora de esa gente, no como especialista en el tema.

Oso marrón de peluche sentado, triste, sobre una mesa de cafetería.
The panda and the bear - 10, por Andrew Baldacchino

viernes, 8 de mayo de 2015

Como vacas sin cencerro

Hace unos años una amiga me descubrió La flor de mi secreto, de Almodóvar. La conocía, pero no tenía ganas de verla debido a la interpretación errónea del anuncio. Cuando la anunciaban en Canal+ ponían las escenas en las que Leo (Marisa Paredes) salía más destruida, las más oscuras, incluso estaban editadas de tal manera que en mi mente me monté una nueva película con el maltrato como tema principal. Al menos ese es mi recuerdo. Nada que ver. Es cierto que tiene momentos dramáticos, pero también tiene unos puntos cómicos muy buenos, como muchas de las de Almodóvar. Admiro en él esa capacidad que tiene de mezclar lo dramático y lo cómico y deseo saber hacerlo igual algún día… Ey, ey, que me voy por las ramas. Vuelvo a La flor de mi secreto.

Todo empezó porque me gustaba un compañero de trabajo. Era turco, muy educado, amable y muy muy tímido, al menos con las chicas que le gustaban. Había otros obstáculos, pero entre que a él le daba vergüenza hablar español (conmigo) y a mí inglés (con todo el mundo), nunca pasó nada. Nos veíamos, nos mirábamos y cada uno por su lado sin haber abierto la boca. Mi amiga Esther tenía algo más de contacto con él así que le pedía que me contara cosas, por si podía darme alguna clave. Pasó un tiempo y yo seguía sin tener oportunidad para hablarle a solas (el email nunca funcionó, aunque lo intenté). Y no sé cómo llegamos al día de La flor de mi secreto. Supongo que de nuevo estaba contándole a Esther que era imposible hablar con él. No recuerdo sus palabras exactas, pero fue algo parecido a: “Ese chico es demasiado tímido, a veces habla para el cuello de su camisa, seguramente es virgen [aquí mi cara de alucine y una serie de fantasías que me hicieron entrar en calor repentinamente]. Y está muy solo, es como una vaca sin cencerro”. ¿Una vaca sin cencerro? Y La flor de mi secreto entró en mi vida.