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viernes, 3 de marzo de 2023

Las obras interminables

Scaffold, de Matthew Buchanan

Llevamos algo más de un año con obras en el edificio y como me ha tocado cambiarme de sitio me da la impresión de que las he aguantado todas.

Cuando estaba en la cuarta planta empezó la obra radical del quinto. Abajo tabiques, fuera baños, adiós suelos… Hola taladros, radiales y martillos. Unos seis meses. Seguían con ella cuando me mudé a la Sala de Control. Y lo hice por otra obra. Esta la aguanté menos porque estaba en los bajos fondos del edificio, pero sufrí las consecuencias del cierre de esas dos plantas. No había cocina donde fregar, ni microondas donde calentar, ni impresora.

Después de eso tuvimos un par de meses bastante tranquilos, aunque con obras menores en algunas plantas, como cambios de puertas y de aire acondicionado. Sin embargo, llegó el año nuevo y todo se intensificó otra vez. Primero con una obra en la primera planta, justo sobre nosotras. Luego con el lavado de cara del edificio.

viernes, 15 de diciembre de 2017

El accidente químico

Puerta en habitación a oscuras
La puerta misteriosa,
de Dorotea Hyde
Abrí la puerta de la Meeting Room y casi me desmayo. Eran las diez menos veinte de la mañana y fue una sorpresa muda, ni hongo radiactivo ni luces boreales. Simplemente llegué con una mochila llena de enfado y frustración porque era el cuarto día seguido que el tren llegaba con retraso y al girar la llave, empujar la puerta y respirar aquello supe que el día iba a ser muy largo. Primero la vaharada me echó para atrás, se me cortó la respiración un instante (ahí fue cuando pensé que iba a perder el sentido) y como seguí en pie entré directa a la ventana. Justo en ese momento, tan oportuna, llegó Sara Pestes y ya no pude abrir. Iba a dar igual, pero aún no lo sabía.

En esta oficina hay una puerta misteriosa que da a un espacio de lo más vulgar: un pequeño almacén al que llamo el cuarto misterioso (perdón por la redundancia) donde las señoras de la limpieza guardan el papel higiénico, las cajas del agua, la aspiradora y materiales de limpieza. El dichoso olor salía de este cuarto y cuando una de ellas se pasó por aquí para coger algo y abrió la puerta, casi nos desmayamos otra vez. Según nos contó un poco cabreada, como si nosotras tuviéramos la culpa, como si preguntar fuera un crimen, a las del turno de tarde se les cayó ambientador. A mí no me olía al que normalmente usan pero me abstuve de hablar no fuera a ser que se enfadara todavía más.