miércoles, 16 de julio de 2014

Diario de un "Ascenso": el día a día con Fräulein Rottenmeier

Martes 15 de julio de 2014

18:35h

Mi amiga Esther y yo estamos en la cocina tomando algo. Quiero salir cinco minutos antes para ir al médico. Esther me dice que mi jefa ya se fue, así que decido adelantar la salida diez minutos para no tener que correr y llegar sudando. De pronto, escuchamos a alguien que saluda. Nos miramos. Esther no ha podido ver quién entraba. ¿Es la Rotten? La voz parecía un poco más grave, ella la tiene de pito. Y no se escucharon sus pasitos rápidos, tiqui tiqui tiqui. Silencio.

Seguimos merendando y hablamos bajito. Nos interrumpe el sonido del ascensor. Así que la persona que entró sigue ahí. Es extraño que la Rotten no entre cotillear en la cocina. Le gusta tener todo bajo control. Aunque desde hace tiempo meriendo más tarde y ella lo sabe. Cuenta con verme en el zulo.

lunes, 7 de julio de 2014

¿A quién puede caerle mal Ascensión?

Hace tiempo que tengo ganas de hablar de la Rotten, pero siempre me han surgido otros temas y lo he ido dejando. Lo más probable es que sean notas inconexas, según vaya recordando.
 
Se llama Ascensión, pero cariñosamente mis amigas y yo le llamamos la Rotten, porque es igual de simpática que la señorita Rottenmeier, la institutriz de Clara. Tiene unos sesenta años, soltera, vive sola y todos los fines de semana se va a casa de su madre en una ciudad de provincias a unas tres horas de viaje. Está muy sola. Tiene tres hermanos, los tres solteros y cobijados bajo el ala de la vieja. Ese núcleo familiar es muy raro. Siempre que me habla de ellos me recuerda a un capítulo terrorífico de Expediente X en el que aparece muerto un bebé completamente deforme que resulta ser fruto de las relaciones de una madre con uno de sus hijos. Ella no tenía ni piernas ni brazos y todos se la cepillaban.

martes, 17 de junio de 2014

Cómo las cosas nos afectan más de lo que pensamos

Lunes 16 de junio de 2014
17:39h

Hace tres meses y un poquito di por terminada la “historia” de David, aunque confieso que no perdí la esperanza del todo. En aquel post comentaba que mi última oportunidad era la entrega de los papeles que estaban en mi poder. Ese momento nunca existió. Fueron pasando los días y las semanas. Hace un mes me escribió un email pidiéndome que se los enviara por correo interno. Esos papeles suelo llevarlos yo misma y ni siquiera los dejo en los cajetines, sino que los entrego en mano. Pero en este caso me enfadé y los envié sin preocupaciones ni remordimientos por si se perdían. No me confirmó si le habían llegado o no. Me lo tomé como algo personal. Ni siquiera tiene que desviarse para ir de su casa al trabajo o al revés, sólo cambiar la ruta. Sí, me sentó fatal que no quisiera volver a verme porque el mensaje era claramente ese. Por muy ocupado/a que estés, siempre se buscan excusas para ver a la persona que te gusta. Tenía el asunto más o menos olvidado, pero ese fue el detonante para alejarlo definitivamente de mi pensamiento… Bueno, vale, a  veces regresa porque algo me lo recuerda, unos ojos iguales a los suyos, o la misma colonia. ¿Joder, tanto me afectó? Pues se ve que sí.

viernes, 23 de mayo de 2014

El imán del desahogo

And What shall I Write, por Lew Holzman (Atribución-NoComercial-SinDerivadas 2.0 Genérica)
And What shall I Write, de Lew (tomswift) Holzman
Hace más de dos semanas que no escribo. No tenía ideas, o no me parecía que las cosas que pasaban a mi alrededor fueran interesantes. Estaba como Nurit Iscar, que al inicio de Betibú se pregunta “¿Por qué tanta gente cree que su vida es única y yo creo que la mía es igual a la de cualquiera?”. Iría un poco más allá y diría ¿por qué la mía es menos que la de cualquiera? Así estaba.

Ya tuve una pequeña crisis hace unos meses. Me obligué a ponerme frente a la página en blanco y la superé. Así que decidí hacer lo mismo. Escribí casi una página y dejé notas para seguir al día siguiente. Hoy es el día siguiente y me ha pasado algo que me ha llevado hacia otro tema. Parece que vuelvo a las andadas, aunque sea de una manera un poco desordenada.

miércoles, 7 de mayo de 2014

Todo por no tener ordenador

Hoy hace una semana que me actualizaron el ordenador. Vinieron a recogerlo a las diez. El día se presentaba largo, así que decidí hacer pequeñas tareas pendientes, como ir a buscar el certificado de retenciones, o acercarme a correos. Además metí un montón de cosas para ir a la biblioteca: un libro, el guion de Cadena perpetua, mi cuaderno de notas, el primer esquema de lo que estoy empezando a escribir. Iba cargada como un borrico.

Los departamentos de administración y recursos humanos están en otro edificio, a unos cinco minutos de aquí. Ya estaba llegando cuando vi el autobús de donación de sangre justo en la puerta. En ese mismo momento decidí que después de recoger el certificado, me iría a donar. Tenía toda la mañana y aún me daría tiempo a ir a correos y a  visitar la biblioteca, aunque sólo escribiera un poco y dejara la lectura para otro momento.

Cuando me acercaba al autobús vi entrar a una compañera. No la conocía, pero llevaba la identificación. Como yo. Por un instante, en vez de darme confianza, me hizo dudar. Tengo pánico a las agujas, sólo con hablarme de ellas me entra una debilidad que me hace temblar las piernas, me mareo siempre que voy a hacer análisis, nunca voy sola, pero pensé en toda la gente que necesita de los demás y me acerqué a la cortina dispuesta a superarme a mí misma.

domingo, 27 de abril de 2014

Un post a medias que no sabía cómo titular

El viernes empecé un post que empezaba así:

“Esta mañana leí el artículo de la psicóloga Patricia Ramírez, Las personas “socialmente elegantes”. Aquí en el curro hay muy pocas que cumplan todos los puntos que ella menciona, algunas creo que no cumplen ninguno”.

Luego comentaba un poco cada punto y para terminar tenía pensado conectarlo con algo que me pasó la semana pasada en el trabajo. Algo interrumpió el proceso de escritura, no tomé notas y hoy, al abrir el archivo, no recuerdo qué es ese algo. Supongo que una de esas tonterías mías. 

jueves, 10 de abril de 2014

¿Será envidia? ¿Soledad? ¿O qué?


Rainy, por « м Ħ ж ». Atribución-NoComercial-SinDerivadas 2.0 Genérica (CC BY-NC-ND 2.0)
Rainy, de « м Ħ ж »

Cuanto más solitaria se siente una persona, más a menudo se ducha o se baña, más caliente le gusta que esté el agua y más tiempo se queda bajo la ducha. Lo que eso nos dice es que las personas solitarias están reemplazando, sustituyendo el calor social que no tienen en su vida, que les hace sentirse solos, por calor físico”.

Estas palabras son del profesor de psicología en Yale, John Bargh, en el minuto 16:50 del documental El cerebro automático: el poder del inconsciente (es el segundo de dos documentales sobre el funcionamiento del cerebro) y vienen de perlas para lo que iba a escribir sobre mi semana en el trabajo.

Antes de hablar el profesor Bargh, se ve a una parejita en la ducha. Pensé cuánto me gustaría estar en su lugar, ya hace algún tiempo que no me toca. Y entonces, ¡zas!, aparece Bargh soltando esa retahíla. Inmediatamente aparecieron en mi mente las imágenes de mis duchas este invierno, en las que no cierro el grifo del todo mientras me enjabono porque siento frío. Vivo sola desde hace años, me gusta, me siento bien llegando a casa y teniendo todo para mí. Sin embargo, esa ducha del documental hizo click como lo hicieron otros pequeños detalles últimamente. Un click como este provocó que me bajara de la noria hace exactamente cuatro meses. Cuatro meses y un día. Pero parece que echo de menos estar allí arriba más de lo que pensaba.

martes, 8 de abril de 2014

Liebster Award: ¿Me darán ya el tridente?

Liebster Award


Llevo cuatro meses y medio escribiendo en este blog, así que fue una sorpresa cuando Rita, de Entre ironías, sudores y sinceridades, me dio la oportunidad de ganar un premio Liebster. Los propios bloggers se lo otorgan a otros blogs siempre que tengan menos de doscientos seguidores. Me hace mucha ilusión, sobre todo porque viene de una escritora que me encanta y con la que me siento muy identificada. GRACIAS, fue una sorpresa, ningún compromiso pero sí un pequeño reto.

martes, 1 de abril de 2014

Mirones

Ayer al salir del trabajo, tenía que ir a Correos (últimamente parece que me da por escribir más sobre lo que pasa fuera de la ofi que dentro de ella). Me esperaba un paquete de Ana la Rana y ya sólo me quedaban un par de días. Cosas de la vida. El día que iba a ir a recogerlo, hubo una avería en el tren y no llegué a tiempo. El sábado pasado, mi otra oportunidad y la mejor, me surgió otra cosa y tampoco pude ir. Pensé, hoy o nunca.

En el viaje de regreso a casa, suelo coincidir con dos compañeros de la facultad. Eran de esos compañeros a los que conocía de vista pero nunca hablaba con ellos. No recuerdo sus nombres. Él nunca me transmitió buena onda, de hecho, me cruzo más con él que con ella y sigue sin transmitirme nada positivo. A veces se queda mirándome como un panoli, pero no me dice nada. No me gusta que me miren así. Otras, se recorre medio vagón para salir por la misma puerta que yo aunque le quede más cerca la de más allá. Si tanto interés tienen, que saluden, claro que no pega después de casi seis años viviendo en el mismo barrio y no haber abierto la boca.

lunes, 24 de marzo de 2014

(In)Comunicación

De lo que voy a escribir hoy, no es un asunto sólo de la ofi, es un problema general en el que he pensado (más) desde hace unos meses. Hace unas semanas vi Una pistola en cada mano, de Cesc Gay y desencadenó la necesidad de escribir sobre ello aunque no sea novedad. Una pistola en cada mano es una película sencilla, más teatral que cinematográfica, dividida en varios bloques que parecen cortos y que se conectan en la escena final. Mucho diálogo, no se para de hablar. Antes de terminar te das cuenta de que tanto palique es la excusa para tapar unos problemas de (in)comunicación profundos. Y esto me lleva a lo que vengo observando en la gente a mi alrededor: lo incomunicados y solos que en realidad estamos.

 Una pistola en cada mano