viernes, 23 de octubre de 2015

Soy una cotilla: la invasión de los despachos

Prank, de Petrr
Prank, de Petrr
Voy a cotillear por el simple placer de hacerlo. Jekyll no es cotilla por naturaleza. Le gusta comentar cosas cuando vienen al caso, pero no va recorriendo las metas volantes a ver si le dan más puntos que a nadie por llegar primera con la noticia. A mí en cambio, me gusta bastante despotricar en este blog. Todo sea por que la salud mental de Jekyll se mantenga intacta.

Hoy pillaron a Sandra en una travesura. A principios de año murió su padre. Algo pasó en ese viaje porque, desde su regreso, empezó a salir a mediodía para hablar por teléfono. Ha hablado de todo en el zulo, quizás no tanto como la Lolas, tampoco conversaciones subidas de tono como ella, pero sí temas que debería dejar zanjados en su casa, incluido el pago de la luz para no quedarse sin calefacción en invierno. Al principio pensaba que subía al despacho de nuestra jefa, hasta que me fijé en algunos detalles que poco a poco dejó de esconder. El primero, la frecuencia. No era normal que subiera todos los días en la hora de la comida y además estuviera fuera tanto tiempo. No llevaba la libreta de notas, iba con el teléfono en la mano y los auriculares puestos y subía incluso el miércoles, el día que nuestra jefa iba al gimnasio. Cuando tuve claro que se iba a cotorrear me llamó la atención que no saliera con el abrigo puesto. Estábamos en febrero y ella no sale sin chaqueta ni con cuarenta grados. Entonces, ¿dónde se metía?

martes, 13 de octubre de 2015

Semana de rehabilitación

El lunes empecé la rehabilitación para tratarme la pequeña lesión que me produjo el atropello. Al llegar pregunté por el fisioterapeuta que me habían asignado y que finalmente me cambiaron. Así que se me presentó un rubio altísimo que se convirtió al instante por un morenazo también altísimo, Álex. No sé si era esa altura pero me sentía muy muy intimidada y eso que tenía unas manos dulces y delicadas como no he conocido otras. Ahora que lo pienso, igual era esa manera de tratarme lo que realmente me intimidaba, porque él no me gustaba, yo tampoco le gustaba a él y entre nosotros no había nada parecido a tensión sexual.

365 : 18th February, 036, de Eden Wanderlust
En realidad, todo el entorno era intimidante. Sé que debería buscar un sinónimo, pero no era amenazante ni degradante, quizás atemorizador. La sala era abierta, veías a todo el mundo y todo el mundo te veía a ti. Los hombres iban tan campantes medio en bolas, casi todas las mujeres tenían problemas en las piernas. ¿Casi todas? Creo que a la única en esa hora a la que le daban el tratamiento en la parte superior del cuerpo era yo. Después del primer masaje el lunes miré por el rabillo del ojo al setentón de mi izquierda ¡y no tenía ojos! Estaban pegados a mi espalda. Menos mal que sólo se me veía la parte superior, como mucho hasta la tira del sujetador. Si hubiera tenido destapado algo como el culo del que estaban tratando de lumbalgia se le habría desprendido la cabeza del cuello. Y yo me quejaba de las miradas cuando llevo el vestido.

viernes, 2 de octubre de 2015

El atropello

El miércoles me atropelló una bicicleta. Regresaba al trabajo de dar un paseo en mi hora libre y un niñato montado en una mini bici tenía que pasar sí o sí entre otra persona, la pared y yo. ¡Ole el campeón! Me envistió de frente. Me golpeó en el lado derecho y se dio a la fuga. Le grité: ¡GILIPOLLAS! Y oí su voz lejana probablemente diciéndome una barbaridad. Deseaba que se estampara contra la marquesina del bus. Para no caerme, forcé mis músculos del lado izquierdo, se contracturaron más aún de lo que están normalmente. Me duele. No puedo leer. No puedo dormir bien. Si estoy mucho rato con la misma postura en el ordenador también me duele.

Como él se dio a la fuga, fui al médico que me correspondía por la mutua de la empresa. Aquí empieza el culebrón. El miércoles era el último día de contrato con esa mutua. No pensé que fuera un problema importante, pero quería que me miraran porque a veces esos golpes dan muchos problemas y al día siguiente te levantas si es que puedes moverte. Resulta que las contracturas, sin ser graves, eran lo suficientemente importantes como para que me dieran rehabilitación. Una rehabilitación que sabía que no haría porque al día siguiente entraría en juego la mutua nueva. En realidad me quedaban esperanzas de una solución, aunque lo que pasó después le dio la razón a mi primera impresión.

jueves, 24 de septiembre de 2015

Me he comprado un vestido

Fotografía antigua de una mujer con la falda por las rodillas
Nina Farrington, George Eastman House Collection
Antes del verano me compré un vestido. Es vaporoso, veraniego, estiloso y a todo el mundo le gusta. Mis amigas me dicen que les encanta, las enemigas me clavan puñales con la mirada y mis habituales masculinos han empezado a mirarme. Quizás otra persona se sentiría alagada. A mí tanta atención me incomoda, sobre todo porque conlleva dos cosas: la primera, que la gente está muy pendiente de lo que vestimos y en cuanto te sales de lo habitual, se monta una revolución. La segunda, que bajas un poco de peso y gente que ni se dignaba a mirarte, te saluda y busca tu conversación.

jueves, 17 de septiembre de 2015

Lo que me inspira la música (3): Corre, corre

Baja corriendo las escaleras del trabajo para no llegar tarde a la reunión. La acompaña una canción que desde el fin de semana no sale de su cabeza. Corre, corre…


Llega tarde. Tener clase de gimnasia justo después de comer es lo peor, ¿a quién se le ocurrió esa idea? Pero hoy es distinto: el profesor en prácticas está buenísimo y, sobre todo, es mucho mejor que su profesora de siempre. Así que corre, corre para no entrar cuando los demás ya estén dando vueltas al gimnasio. Atraviesa lo más veloz que puede el ala derecha del edificio. Al fondo del pasillo oscuridad. ¡Bien! La gente todavía está en la puerta y no deja pasar la luz.

Entra de última y vuelve a correr. Ya ha hecho el calentamiento, pero no puede quejarse. Al menos tiene como recompensa mirar esos ojos azules como el océano. Ni la espantosa música de las Spice la desanima en ese momento. De pronto se da cuenta de que ella querría dedicarle la canción y nota cómo un calor veloz como la luz, y que nada tiene que ver con la carrera, sube desde la punta de sus pies a su cara. Lástima que esos ojos ni la miren ni la vean.

martes, 15 de septiembre de 2015

¿Cuándo es agradable trabajar aquí?

Va siendo hora de que retome el blog. El descanso que me he tomado en vacaciones se está alargando demasiado. He perdido la costumbre y no siento necesidad de abrir la página en blanco, enfrentarme a ella y además escribir algo ingenioso (o algo que intenta serlo).

Las tres semanas que llevamos han sido tranquilas, pero han pasado cosas. Para empezar, la Rotten sigue con su frenesí pulguero. Pensábamos que a la vuelta estaría un poco mejor, qué inocentes. La buena noticia es que no puede venir a vernos porque tenemos moqueta. La mala es que está en manos de un médico sectario que la va a llevar a un destino que no quiero ni imaginar. Sigue casi al pie de la letra la orden de no entrar en sitios con moqueta o sillas de oficina para cerrar el círculo vital de las pulgas. Esta orden implica dos cosas. La primera, que ella lleva las larvas allá donde va como si fuera un perro. La segunda, que las pulgas están en todas partes. Se compadece de nosotras por estar en un cuarto con moqueta. Tía, compadécete porque no tenemos ventana y estamos hacinadas en un zulo enano, no por tener moqueta.  Hemos sabido que tuvo una reunión y se sentó en el pasillo, para no pisar la moqueta del aula. Va en picado.

 The Man Who Fell To Earth, de Trevor Butcher
The Man Who Fell to Earth, de Trevor Butcher

miércoles, 29 de julio de 2015

Vacaciones yaaaaaa!

Hoy es el último día de trabajo antes de las vacaciones. Está siendo tranquilo, de hecho, a esta hora (doce y cinco) ya tengo todos mis temas cerrados y no tengo nada que hacer. ¿Por qué no practicar un poco la escritura? Luego leeré un rato discretamente en el ordenador. Pero ayer… Ayer fue un día de esos en los que es mejor no levantarse de la cama.

Al poco de llegar me llamó la jefa de un departamento relacionado con el mío. Mi jefa está de vacaciones desde el lunes y fue ella la encargada de decirme que nos había caído un marrón. Me fastidió, me amargó, me cabreó. No se manda un marrón el penúltimo día de trabajo. He estado conteniéndome para hacer ciertas llamadas que implicaban carga de trabajo para otros porque solo nos quedaba una semana y a mí me sueltan un saco de mierda encima dos días antes de las vacaciones. Ironías de la vida.

jueves, 23 de julio de 2015

La comida que (no) se tira

En mi casa intentamos tirar la menor cantidad de comida posible. En eso me educaron y eso es a lo que estoy acostumbrada. Vivir sola dificulta la tarea. Hay muchos alimentos que vienen envasados en cantidades que, sin ser tamaño familiar, son excesivas para una persona. Aun así, intento aprovecharlos al máximo planificando mi menú con cuidado, pensando las recetas no solo de semana en semana y congelando. Tengo que reconocer que a veces se me estropea la fruta. Nadie es perfecto.

No sé si he hablado de las comidas que se organizan en mi curro. Posiblemente lo he mencionado. Incluso es un tema que me llevaba rondando la cabeza para el blog desde hace unas semanas a propósito de cómo llevo la dieta. Tengo algo escrito sobre ello pero no me gusta lo que se lee entre líneas y está en reposo hasta que tenga la mente lo suficientemente lúcida como para perfeccionarlo. Mientras, me ha surgido la posibilidad de hablar de esos caterings por algo que me pasó ayer. En estas comidas siempre sobra algo, si es menú un poco menos porque les preparan los platos aquí. Pero en los desayunos, meriendas y comidas a base de bocadillos o bollería sobra un mundo. Muchas de mis compañeras piden de más para que coma toda la oficina o para llevar a casa, el problema es que sobra demasiado. Un derroche. 

jueves, 9 de julio de 2015

Tensión por unas rosas


13000497-she's gone, por Theo Olfers
13000497-she's gone, por Theo Olfers 
Una cosa que me saca de quicio es el cotilleo. No voy a negar que cotillear de vez en cuando me gusta, pero cuando es natural, cuando lo haces porque ha surgido la noticia o la conversación. Como ejemplo, algo que me pasó el lunes. Fui a la oficina de envíos internos a enviar un par de cajas de documentos a Segovia y me encontré con una antigua compañera: Laura M. Era una de las grandes vagas de la empresa. Se sentaba en un banco en la puerta de su edificio a hablar por teléfono durante media hora, tan tranquila pitillo en mano, mientras los jefes pasaban por delante. O se iba a hacer la compra. Esto lo vi con mis propios ojos un par de veces. Iba precisamente al edificio donde trabajaba y me la encontré con varias bolsas en cada mano. Y no era su hora del café, esa era aparte. Se escondía en el cuarto de la fotocopiadora al otro lado del pasillo y dejaba la recepción abandonada, así que cuando ibas a esa oficina nunca había nadie para abrirte la puerta. Las malas lenguas dicen que se fue sin preaviso dejando a la empresa colgada. No lo creo. Esto funciona mal a veces, mejor dicho, no sé ni cómo salimos adelante, pero dudo que la hubieran contratado de nuevo en esa situación. Verla me sorprendió, de hecho en un principio no la reconocí. Y, por supuesto, cuando me di cuenta de quién era, se lo conté a mi amiga Esther y estuvimos despellejándola un poco, comentando precisamente sus pequeñas fechorías y que es increíble que haya vuelto a entrar.  

viernes, 3 de julio de 2015

Solos y desesperados: vacas sin cencerro 2

Hace unas semanas escribía sobre las vacas sin cencerro. La madre de Leo compara, en La flor de mi secreto, a las personas que están solas y no hacen nada por salir de su ostracismo con las vacas sin cencerro. Vayamos un poco más allá. Hay gente que tiene pareja, se siente sola, perdida porque su cencerro no tiene badajo, pero hacen lo posible por encontrar el camino. Y un tercer grupo, formado por especímenes con y sin pareja pero que no saben gestionar la soledad. Son los peores. La gente que se siente sola y no sabe estar sola normalmente da el coñazo a los demás. Y esto lo digo como sufridora de esa gente, no como especialista en el tema.

Oso marrón de peluche sentado, triste, sobre una mesa de cafetería.
The panda and the bear - 10, por Andrew Baldacchino