lunes, 18 de abril de 2016

Diario de Sandra (1): viernes de lágrimas


Viernes 15 de abril de 2016

9:45h

Estoy hablando por teléfono con mi padre. El pobre siempre me llama nada más llegar a la oficina para cerciorarse de que he llegado entera y, sobre todo, de que el tridente esté sin rasguños y pegado a mi mesa, por si las moscas cojoneras. Entra Sandra. Como estoy a punto de despedirme de él no salgo para hablar. Sandra deja sus cosas y se va con el teléfono en la mano.

10.10h

Vuelve llorando. Si es que son tan predecibles, las pobres. Siempre las mismas pautas de actuación. Sabía que lo del miércoles era solo el principio. Como ya no estoy hablando, y debe de pensar que no tengo nada que hacer, me empieza a dar la brasa con un marrón que le ha encasquetado nuestra jefa. No habría problema si no me consultara sobre qué debería haber hecho: darle un corte a nuestra jefa o no. ¡Lo que me faltaba! Esta tía tiene un problema y gordo. Si eres borde con tu jefa, atente a las consecuencias, pero no impliques a nadie. Que encima será capaz de decirle después de meter la pata me lo dijo Dorotea, con voz de zorrita.

viernes, 15 de abril de 2016

Llorar en la oficina: las mejores actuaciones estelares

Ay, madre, que han vuelto los viejos tiempos. No sé si es que esta silla es mágica o tiene implantada tecnología futurista pero me parece que he viajado en el tiempo y las antiguas situaciones culebrónicas han desembarcado en el neozulo. Como decía una de las viejitas de mi familia: “Cogí miedo, cuca”.

Dibujo de mujer llorando
Easily Offended, Overly Sensitive, de lookcatalog.
Ilustración de Daniella Urdinlaiz
La semana pasada leí un artículo sobre Qué hacer cuando tu compañera* empieza a llorar. Nada más ver el título pensé que aquello iba conmigo porque una gran parte de mis compañeras de zulo han llorado. La primera fue Ofelia. Hablaba como una cotorra por teléfono (la principal marca de la casa), pero curiosamente salió para atender LA llamada. No sé qué le dijeron que empezó a llorar como una fuente. ¡Pobres árboles del patio! Era demasiado para ellos verla en ese estado, así que entró corriendo envuelta en mocos y lágrimas para seguir con el espectáculo a mi lado. Preocupada, hice lo que el artículo dice que no se debe hacer: preguntar. El corte que me metió me dejó desangrada en la moqueta: “son asuntos de familia”. Inmediatamente llegó Mari Pili corriendo lo que sus zancos le permitieron y casi sin respirar le preguntó lo mismo. Como premio al esfuerzo recibió un dulce “Nada Mari, no es nada, no te preocupes”. Esa segunda respuesta me dijo mucho más que la primera, así que cuando repitió numerito unas semanas después no recibió el aplauso que en realidad quería. Para conseguirlo, ¿qué hizo? Sorber muy muy fuerte por la nariz, tanto, que nos quedamos sin polvo en la moqueta. A pesar del desagradable ruido, me mantuve en mis trece y ni una mirada, ni una. Eso se repitió una tercera vez. Mi nivel de paciencia estaba a nivel del núcleo terrestre (no sólo por los llantos) y la volví a ignorar. Es más, si mi actitud la disgustaba, mejor.

martes, 5 de abril de 2016

Sueño: dos novios para un diablillo


Martes 5 de abril de 2016. Noche.

Novia hinchando un globo. Grafiti Love is key
Love is key de cosmo_71
Anoche tuve un sueño rarísimo y larguísimo, incluso seguí soñando después de sonar el despertador, en ese estado entre la vigilia y el sueño. Lo traigo porque está implicado un compañero de trabajo. Hace un rato me di cuenta de que el hilo conductor, la boda, vino a mi mente por el post de S. que leí ayer. El resto de elementos catastróficos y dramáticos no tengo ni idea de dónde han salido. 

Es el día de mi boda. Me voy a casar con Álvaro, el compañero de curro del que hablé antes. Guapo, no muy alto, encantador. Lo conocí hace como un año aunque lleva aquí tanto como yo. Nos habremos visto ¿tres veces?, ¿cuatro? Sin embargo, desde hace una temporadita, nos cruzamos casi todos los días en el camino de ida o en el de regreso y siempre, siempre, en el mismo punto de encuentro. Un poco raro todo. Hasta me da vergüenza. En la distancia, sin palabras, las miradas son las dueñas absolutas y han establecido un juego que me pone nerviosa.

lunes, 4 de abril de 2016

Lo que me inspira la música (7): Espera bajo la lluvia

Espera en la esquina de siempre a que aparezca y pase sin verlo, caminando como si flotara en una nube sin importarle nada lo que sucede a ras de suelo. La lluvia lo empapa, hace tiempo que se coló por alguna rendija al interior de sus zapatos y está empezando a traspasar el abrigo, pero la espera vale la pena, quizás sea hoy el día en que a ella le llame la atención algo del mundo real y al fin se dé cuenta de que coinciden cada mañana. Le da igual tener esas pintas, empapado, el pelo aplastado contra la piel y temblando como si tuviera miedo. Miedo de ella.


En el interior de un coche parado en el semáforo suena Non lo dirò col labbro. No sabe cómo se titula, solo le suena la música de una peli que una de sus ex veía una y otra vez. Luz verde. El coche avanza dejando libre su campo de visión. Al fondo de la calle, después de la curva, aparece la figura envuelta en un abrigo rojo, mirando a un mundo que solo existe en su mente. Se agacha para observar algo en el suelo. Él no alcanza a ver que son las primeras amapolas de la temporada, los pétalos empapados y aplastados unos contra otros, encorvadas por la lluvia, temblando por el viento, como si le tuvieran miedo al frío inesperado. La chica del abrigo rojo, ella, las toca con dulzura. Avanza un paso y se para de nuevo. Saca su móvil del bolsillo y les hace una foto a las delicadas flores que, sin estar en su mejor momento, anuncian ya la llegada de la primavera.

viernes, 18 de marzo de 2016

Dos días

Dos días para las vacaciones. No tengo mucho lío y me aburro un poco, pero tampoco soy capaz de terminar el libro que empecé para leer en el rato de descanso. Muerte en Venecia, un tostón, con todos mis respetos al señor Mann. He de reconocer que tiene un par de párrafos que hacen que leerlo merezca la pena aunque el resto sea infumable. Uno de ellos está ahora pegado a mi cpu. No me hace falta leerlo, simplemente lo miro, sé lo que dice, me recuerda que no debo cometer el mismo error dos veces. Y no, por dios, no se trata de enamorarme de un niño, eso es asunto del señor Aschenbach. Lo mío es tan fácil de resolver como actuar en lugar de no hacer nada.

Chica dentro de una maleta. Hada brillante
Llévame lejos... usa tu magia..., de Tonymadrid Photography
Dos días. He cogido una nueva costumbre: hacer algo de relajación (meditación me queda demasiado grande) a media tarde. Pero Sandra también ha cogido una nueva costumbre: quedarse después de su hora. Y son incompatibles. Qué curioso, ¿no? Que tenga que quedarse pero por las mañanas no pare de darme el coñazo. Esa es una vieja costumbre que ha recuperado. Como Ana ya no está en el mismo despacho que nosotras, me utiliza de amiga, de paño de lágrimas, de terapeuta, de consejera. Espero que no me pregunte si tiene que ir al baño o no porque lo va a pasar muy mal. ¡Por fin se va! Ah, no, está haciendo el tiempo… qué triste no querer salir del trabajo porque tu destino es una mierda de familia.

martes, 8 de marzo de 2016

La lucha del día a día


Hoy es el Día Internacional de la Mujer. Nunca me ha gustado este día. Primero porque se hace referencia a él como Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Yo aún era estudiante cuando me preguntaba por qué las mujeres lo necesitamos si hay ya un día del trabajador/a. ¿Y qué pasa con las que no trabajan pero están en la lucha? Segundo, porque si es necesario que haya un día para la mujer es por algo y ese algo da auténtico asco. Lo siento, últimamente estoy un poco negativa y muchas cosas me dan asco. It’s beyond my control.
R.C. Beadle, A.H. Brown, and suffragettes
R.C. Beadle, A.H. Brown, and suffragettes
Lucho en mi día a día contra la discriminación que sufrimos. Lucho contra las diferencias generacionales con mis padres (¡y lo que luché con mis abuelos!); lucho contra algunas de mis compañeras de trabajo, que parece mentira que sean mujeres y madres en el siglo XXI; lucho día a día viniendo a trabajar como mujer joven contra algunos de mis compañeros hombres, viejos y jóvenes; lucho contra mi prima cuando dice que una tía es una puta porque grita cuando folla con su novio; lucho contra mi familia y sus prejuicios; en realidad lucho contra los prejuicios en general. Y a veces no lucho y simplemente vivo y hago lo que me da la real gana como un hombre y me da igual lo que digan. Pero no todos somos iguales, nuestras personalidades están teñidas de todos los colores imaginables. Por eso, por nuestra educación (con educación me refiero a nuestras influencias, a lo que aprendemos a lo largo de la vida, no sólo lo que nos enseñan en casa o en la escuela) y por factores externos, a veces, no somos capaces de luchar.

viernes, 26 de febrero de 2016

Ocho razones por las que merece la pena subir escaleras (y bajarlas)

Damas, caballeros, diablos de toda clase y condición: presten atención porque voy a tener la osadía de llevarle la contraria a un gran físico en mi siguiente post defendiendo que subir tres pisos de escaleras (y bajarlos) sí merece la pena. Y además voy a tener el morro de utilizar sus propias palabras en uno de mis argumentos.

Hace unos días que estoy leyendo Por amor a la física, de Walter Lewin. Sí, el mismo que me inspiró la sexta entrega de mis minicuentos. Este señor, doctor en física, fue profesor en el Massachusetts Institute of Technology (MIT) y, al parecer, sus clases eran antológicas, televisadas, con unos índices de audiencia altísimos (al menos para estar orientados a minorías) y con un enlace propio en Wikipedia. Sus cursos abiertos online son de los más vistos, la gente le escribe en masa para consultarle dudas, mostrarle los resultados de sus experimentos y él responde a cada uno de ellos. Una auténtica estrella con supernova incluida (eso podéis investigarlo vosotros mismos, que me voy por las ramas).
mujer subiendo escaleras
I see 3 office ladies, de hyperspace328
En el capítulo 9 del libro, “Conservación de la energía. Plus ça change...” dice que la energía que gastamos (se refiere a una persona con una actividad física moderada o incluso baja) haciendo las tareas habituales es tan pequeña que podríamos ignorarla a la hora de equilibrar lo que comemos. Creo que se refiere a que para hacer la colada o pasar la aspiradora no nos hace falta meternos una hamburguesa entre pecho y espalda. Hasta aquí de acuerdo. Es en su demostración cuando empiezan las discordancias. Pone el ejemplo de los tres pisos, justo los que yo tengo ahora hasta mi oficina.

jueves, 18 de febrero de 2016

Lo que me inspira la música (6): Cuestión de física


Simplificando, el principio afirma que, para flujos de líquido y de gas, cuando aumenta la velocidad del flujo disminuye su presión.*

Mira el amanecer y sus pensamientos vuelan hacia las nubes grisáceas que empiezan a tapar el cielo. Imagina las alas del avión, subiendo y bajando los alerones. ¿Estará relacionado con el principio de Bernoulli?

  
There you’ll be le parece sosa. No sabe si porque no pega nada bien con el libro de Walter Lewin, porque aborrece la película o porque realmente no tiene gracia. Siempre la transportaba al verano del 2001, cuando su amiga Ana fue a ver Pearl Harbor. Estaba enamorada de un vampiro y se divertía mucho más cuando en sus cartas le contaba sus encuentros y desencuentros en el portal que cuando le hablaba sin parar de Ben Aflleck. La canción ya no significa nada y eso la sorprende. Aunque se acaben, casi todas las relaciones aportan algo. Está claro que la relación con Ana no le dejó nada, desapareció tan rápido como un avión del baúl de los recuerdos importantes. Quizás debería quitarla del ipod.
   




* Walter Lewin. Por amor a la física. Barcelona: Debolsillo, 2014, p. 93.

viernes, 12 de febrero de 2016

La guerra de las cien rosas

Hace un par de semanas Sandra y Mari Pili, la recepcionista de las mañanas, tuvieron un nuevo encontronazo. No se soportan. Tienen el mismo tipo de relación conflictiva que la vieja de la limpieza y yo. Llegó un paquete para Sandra y, como siempre, Mari Pili pasó de avisarla. Aprovechó que bajé a por agua para pasarme el recado. Sandra, ni corta ni perezosa, le soltó “¿Te sabes mi extensión, no?” cuando fue a recogerlo. La otra le replicó y Sandra le volvió a repetir la pregunta.

En ninguna guerra, al menos en las oficinescas, hay bandos neutrales. Aunque no quieras te ves salpicada igual que cuando hay tormenta y, si no tomas partido por un bando u otro da igual, ya se encargarán tus compañeras de incluirte en el bando que más les convenga dependiendo de si te quieren a favor o en contra (si no te incluyen, peor, porque van todas a por ti). En esta guerra Mari Pili me pone en el bando de Sandra porque compartimos agujero. Si soy sincera, creo que la razón la tiene Sandra y, aunque no voy a inmiscuirme ni loca, ellas se encargan de ponerme en medio.

jueves, 4 de febrero de 2016

Lo que me inspira la música (5): Ojos verdes

Mediodía. Sala de espera del salón de belleza. Vacía. De fondo, una emisora con música. Termina una canción ochentera a la que no ha prestado atención. El libro la tiene atrapada como un imán hasta que empieza a sonar I want to know what love is y rompe el maleficio.



La mirada perdida en la puerta de la calle que parece abrirse a los recuerdos más recientes: su primer encuentro cuando él le pidió un bolígrafo, el último cuando la besó después de proponerle una cita. Su primera cita en meses. ¿Por qué no ser sincera con una misma? La primera en un par de años. Y ahí está en ese salón, esperando a que le hagan la cera completa por si pasa algo. Tiembla, tiembla pensando en sus ojos verdes que un día la vieron brillar a través de la niebla.