Viernes 15 de abril de 2016
9:45h
Estoy hablando por teléfono con mi padre. El pobre siempre
me llama nada más llegar a la oficina para cerciorarse de que he llegado entera
y, sobre todo, de que el tridente esté sin rasguños y pegado a mi mesa, por si las
moscas cojoneras. Entra Sandra. Como estoy a punto de despedirme de él no salgo
para hablar. Sandra deja sus cosas y se va con el teléfono en la mano.
10.10h
Vuelve llorando. Si es que son tan predecibles, las pobres.
Siempre las mismas pautas de actuación. Sabía que lo del miércoles era solo el principio. Como ya no estoy hablando, y debe de
pensar que no tengo nada que hacer, me empieza a dar la brasa con un marrón que
le ha encasquetado nuestra jefa. No habría problema si no me consultara sobre
qué debería haber hecho: darle un corte a nuestra jefa o no. ¡Lo que me
faltaba! Esta tía tiene un problema y gordo. Si eres borde con tu jefa, atente
a las consecuencias, pero no impliques a nadie. Que encima será capaz de
decirle después de meter la pata me lo dijo Dorotea, con voz de zorrita.