Lunes 23 de febrero
de 2015
12:30h
Llega la Rotten. La oigo venir, no me da tiempo a huir, ya
está en el pasillo. Me fastidia porque me vaya o me quede interrumpe lo que
estaba haciendo, ella que tanto se queja de los que la interrumpen.
Hoy viene con novedades, tenemos para rato. Le han ofrecido
sitios para cambiarse, ninguno le gusta, claro. Estoy cansada de oír siempre lo
mismo. Historias con la aspiradora, huevos y larvas bajo la moqueta, bichos y
huevos en las medias, bichos y huevos que caen en la ducha, bichos y huevos en
las mantas. Está francamente mal, lo de la ducha me ha superado.
Sandra, Ana y yo escuchamos en silencio. Ya no le
contestamos, ¿para qué? No entra en razón porque la razón la abandonó hace tiempo.
Jura que nunca volverá a esa planta, ni para llevarle papeles al súper jefe. Tendrá
que buscar otra secretaria. Necesita a alguien que esté en la misma planta que
él para controlar quién llega y quién se va, si
está hablando por teléfono o le puede pasar la llamada. Si buscan una
nueva secretaria para el súper, se quedaría colgando, sin jefe directo. Y, a no
ser que la coloquen en una centralita, sin tareas específicas. Los cabos
sueltos no son buenos ni en las historias, ni en las empresas. También perdería
el estatus que le otorga ser la secretaria del súper jefe, no tendría ese
“poder” ni nadie para protegerla. Lo bueno, para mí, sería que no dependería de
ella y la vería menos. Todos queremos verla menos. A algunas nos da la impresión de que su jefe y
mi jefa quieren deshacerse de ella. El problema es que es muy conocida, nadie
la aguanta y, desde el asunto de las pulgas, menos. No tienen donde meterla.
16:54h
Un email de Esther entra en mi bandeja de entrada: “LA
ROTTEN”. Pongo en marcha el protocolo. Bloqueo el ordenador, cojo el móvil y un
sobrecito de manzanilla… y ya está en la puerta. Es una mierda estar en la
primera planta. Este zulo al fondo del pasillo es una ratonera. Empieza a
soltarme su rollo de siempre. De verdad que hoy empiezo a sentirme como en
septiembre. Menos mal que me ve de pie, con la infusión y no quiere
entretenerme (mentira). Me voy acercando a la puerta, lo malo es que ella la
bloquea. Mientras le meto presión le da tiempo a contarme que no piensa
quedarse en ese edificio. Hace poco más de una semana juraba que no la sacarían
de ahí. Eso fue cuando tenía manía persecutoria y creía que una compañera
estaba haciendo brujería para echarla de allí. Vale, lo de la brujería me lo he
inventado, pero tal como lo contaba, sonaba a eso.
Va a hablar con el súper para que le busque un huequecito en
un sitio sin moqueta, le da igual dónde, pero que no haya moqueta, es lo único
que tiene claro. Moqueta, moqueta, moqueta… ¿Por qué no deja de venir a nuestro
zulo? Para darnos el coñazo le es indiferente lo que cubra el suelo. Si las
pulgas van con ella, debería haber unas cuantas en este agujero, pero aquí no
siente nada. Voy a dejar de cuestionar todo por un rato, en esta historia nada
tiene sentido.
Poco a poco la saco al pasillo. En vez de bajar en ascensor,
como siempre, me (per)sigue por las escaleras, hasta la cocina. Por suerte no
entra y se va. Solo cinco minutos.
17:02h
Regresa. Acoso otra vez. Entra en la cocina y me pide
permiso para llevarse un par de paquetes de folios. Primero, yo no soy la
responsable del papel aunque la fotocopiadora esté al lado de mi zulo. Segundo,
no quiero que me pase informes, no quiero tener con ella nada que no sea lo
imprescindible. A estas alturas de la tarde me tiene tan harta que le contesto
un poco mal.
17:30h
Estoy en la fotocopiadora con Caroline dándome el coñazo.
Hoy no es mi día. La pobre cada día me recuerda más a la Rotten, hablan y
hablan y hablan sin importarles lo que sienten los demás. Esta es otra que te
persigue por el pasillo al tiempo que dice que está muy ocupada para hablar. Suena
un teléfono. Entre el ruido de la máquina y el parloteo no sé si es el mío o
no. Da igual, será la Rotten.
19:02h
No me equivocaba. Miro el teléfono y ahí está el registro de
la llamada perdida. Me vio tres veces, que no me venga con la historia de que
se le olvidó algo. No cuela.
No quiero verla más. Ya se la podía haber tragado la tierra
durante el terremoto.
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