Hace unos meses se jubiló Marisol Marinube, secretaria de
Pablo Ojete. Aunque avisó con varios meses de antelación, la empresa no empezó a
buscar a su sustituta hasta el último momento para no tener que pagarle el mes
de agosto. Eso le dejaba a Marinube una semana en septiembre para formarla. Fue
suficiente… para que la nueva renunciara.
No sé si la decisión de marcharse vino antes o después de
salir corriendo al baño a llorar, tampoco sé si fue por el maltrato típico del
Ojete, por una actitud similar por parte de Marinube o una mezcla de las dos.
Mis compañeras no supieron darme detalles. Lo que sí sé con seguridad es que
había una tensión en esa planta que se notaba hasta por teléfono. Llamé a
Marinube para despedirme y decirle que no podía ir a la despedida porque estaba
enferma y me contestó de manera tan cortante que me dejó medio desangrada en mi
sala de estar (ya he fregado varias veces con lejía por si algún día tiene que entrar
la científica).