viernes, 27 de noviembre de 2020

Covid-19, Diario de un encierro (21): Amarguras y amargadas

 Viernes 20 de noviembre de 2020

Por la mañana me llamó Bricomanitas para hacerme una consulta. También está trabajando desde casa aunque va un día a la semana a la oficina. Quería hacerme una consulta. Vuelvo al ejemplo de frutas y verduras. Se supone que trabajo con frutas, pero imaginemos que me dedico al mercado nacional y mi compañera Sandra al mercado internacional. De aranceles en Estados Unidos sé muy poco. Y eso es lo que quería saber. Aranceles. Así que no pude ayudarle mucho. Al menos charlamos un rato. Ya no se acordaba de que me llamó durante el primer estado de alarma. Le conté cosas que ya le había contado por si le venían a la memoria, pero no, insistía en que la última vez que hablamos fue en la empresa. No sé si es porque la edad le afecta o porque aquellas semanas fueron tan horribles que se nos va la cabeza a todos. Yo apuesto por esta segunda opción, pero no descarto la primera.

jueves, 19 de noviembre de 2020

Covid-19, Diario de un encierro (20): Más de lo mismo

Lunes 16 de noviembre de 2020

Las semanas pasadas desde la última vez que escribí en el blog han sido muy duras psicológicamente, probablemente las peores desde que la covid-19 entró en nuestras vidas. Después de estar tantos meses al pie del cañón, de estar ahí para apoyar a mis padres, de acostumbrarme a la soledad; después de superar el salir a la calle tras tantos meses de encierro, de enfrentarme al transporte público de nuevo, de aguantar el estrés del trabajo y la presión a la que mi jefa nos somete; justo cuando tenía un pedazo de mi vida anterior gracias a las clases presenciales, a las sesiones de Pilates y las caminatas bajo la luz solar, me vine abajo. El dolor físico por una tendinitis en el hombro también influyó. El dolor continuo, falta de sueño, incapacidad para hacer la mayoría de cosas que me gustan, la mayoría de las que no me gustan y buena parte de las tareas básicas para vivir y sobrevivir en esta época pandémica me provocaron un decaimiento que hasta me preocupó. Supongo que mi cuerpo dijo basta y me derrumbé.

Si no he escrito hasta ahora no fue por falta de temas ni de inspiración sino para evitar forzar el hombro y ayudar en la recuperación porque novedades ha habido a cascoporro, aunque todo sea más de lo mismo: más contagiados, más fallecidos, saturación en los hospitales, otro estado de alarma (aunque esta vez más suave que el de marzo), cierre perimetral en muchas comunidades, cierre de hostelería y centros comerciales, negocios hundidos. Y la noche invernal acechándonos cada vez antes. La cosa realmente está para que cualquiera decaiga aun sin dolores.

domingo, 25 de octubre de 2020

Al Banco de España con Galdós

Cara delantera billete de 1000 pesetas 1979 Galdós
Billete de 1000 pesetas de 1979. Fuente: Wikimedia

Abrí el sobre, cogí mi billete de mil pesetas, el de Galdós, y me encaminé hacia el Banco de España. Me entró un poco de pena. Aún no sé por qué. Quizás porque ese billete me llevó de la mano a mi infancia, porque mi abuelo se parecía a Galdós y pasamos mucho tiempo juntos, porque recordé algunas de las compras que hice con billetes como este conseguidos tras cambiarlos por monedas ahorradas durante meses y, aunque nunca he sido de las que suspiran por volver atrás, la situación actual es tan penosa que los recuerdos pueden convertirse en un refugio.

Nunca había estado en el Banco de España, así que sentí cierta emoción por ir incluso cuando pedí la cita, no por nada en ese edificio se deciden, para bien y para mal, muchos asuntos que afectan al devenir del país (no sé si quiero mencionar el caso Bankia). No sabía por dónde estaría la entrada, pero en cuanto vi una cola me dirigí hacia allí. Parecía que aquellas personas se habían acercado sin cita, yo no tuve que esperar aunque había llegado antes de la hora (como me habían dicho que llegara) y tras pasar varios controles me vi frente a las cajas sin tener que parar a recontar el dinero, al fin y al cabo, solo llevaba un trozo de papel de color verde con el rostro de Galdós. Cuando era pequeña y tocaba uno de esos nunca pensé que algún día pasearía por las mismas calles que describió el escritor en muchas de sus obras. Mil pesetas que una vez fueron una fortuna, ahora equivalentes a seis euros que no sacan a nadie de pobre. Me entraron deseos de quedármelo y huir. Una tontería como otra cualquiera.

lunes, 19 de octubre de 2020

Covid-19, Diario de un encierro (19): Vuelve el estado de alarma

Viernes 9 de septiembre de 2020

Ha sido aprobado un nuevo estado de alarma para la Comunidad de Madrid que afecta a varias ciudades, entre ellas, la ciudad donde trabajo y la ciudad donde vivo. He estado pendiente de la noticia y conozco qué medidas se van a tomar, pero no cambia en nada la vida que he llevado en las últimas semanas, a pesar de la restricción de movimientos.

Mi vecina de al lado, sí, la de los canales de televisión, ha organizado la comida familiar semanal como siempre. Mejor no digo ni cuántos se juntaron ni qué distancia tienen entre ellos. Es un asco que las paredes sean tan finas… y que griten tanto. De hecho, para mí ese es el verdadero problema, que trabajar en casa los viernes por la tarde es imposible con la juerga que organizan. Necesito volver a la oficina.

Al menos la mañana estuvo tranquila y pude tener silencio alrededor durante las dos reuniones que tenía programadas. Me parece que salieron bastante bien, pero siempre hay imprevistos cuando se trata del proceso de proyectos que gestiono y mi jefa se está empezando a encontrar con ellos. Pone siempre en duda lo que le digo, pues ala, que los disfrute.

lunes, 12 de octubre de 2020

Covid-19, Diario de un encierro (18): La semana da asco

Lunes 5 de octubre de 2020

Primer día laboral del confinamiento. Que si cierre por aquí, que si cierre por allá. Y yo me pregunto qué cierre si todos los bares están abiertos como si fuéramos un país de borrachos.

Tuve que limpiar una mierda que la Pestes dejó tirada, pero no me corté en dejarla en evidencia. Tampoco a la tercera persona implicada. Se ve que no estoy empezando la semana de buen humor, porque si el lunes no me corto, veremos cómo será el viernes.

Por la tarde salí a clase de inglés desde casa. Llevaba en el móvil la matrícula escaneada, que es donde aparecen los días y las horas a las que voy. Al llegar a la estación vi que un coche de la policía nacional hacía la ronda. Se dirigían hacia mí lentamente. Yo muy segura, erguida, mirada al frente. El copiloto me echó un ojo y pasaron de largo. Son como perros que huelen el miedo y yo de miedo, poco. Llevaba mis papeles conmigo, ¿qué podía pasar? Aunque lo más probable es que vieran mi carpeta y sacaran conclusiones. En cualquier caso, fue lo más emocionante que me ha pasado en semanas y ni siquiera me cachearon.

jueves, 8 de octubre de 2020

Covid-19, Diario de un encierro (17): En casa otra vez

Lunes 28 de septiembre de 2020

Hoy he ido a la oficina, pero he dejado todo más o menos organizado para no volver en dos semanas. Aún tendré que ir a clase de inglés, pero por lo menos voy a dejar de frecuentar ese edificio en el que aparecen casos de covid-19 como setas. Están empezando a alertar del peligro de los aerosoles y la gente llega a sus oficinas y se quita la mascarilla. Ahora mismo todas las oficinas están compartidas por turnos, por mucho que limpien las señoras de la limpieza, si no ventilan (y está claro que no lo hacen, visto lo visto) y el siguiente en entrar también se descubre, ¡zas! Diana.

La Rotten y yo nos enteramos de que Gema, una compañera de la tercera planta, también está enferma. Lo peor de esta mujer es que llevaba al menos una semana con síntomas y no fue al médico ni le dio importancia. Fue a comer con su familia a casa de sus padres, a una reunión de departamento, recorrió las instalaciones porque ella es quien lleva control de dónde se sienta todo el mundo y, si no llega a ser por Marisol/Marinube que le comió el coco para que fuera al médico, seguiría todavía como Perica por su casa por ahí.

viernes, 25 de septiembre de 2020

Juani la loca, la empresa y la covid-19

Social distance marks, de Tom Maglieri

Dudaba si escribir esta entrada para mi blog principal (este) o para el de Los locos indeseables, ya que la protagonista va a ser Juani la loca, una de las pacientes de los indeseables con una cita pendiente. Al final me decidí por este porque la temática, la covid-19 (qué horror, sí, otra vez), es la coprotagonista de la historia.

Juani y yo hemos sido siempre como agua y aceite. Circe me decía que entre nosotras la tensión se podía cortar y yo le respondía que, por mi parte, tensión ninguna pero que no tenía nada que hablar con esa mujer y no hablarle significaba rehuirla en muchas ocasiones. Aun así, soy normal y tengo sentimientos, así que cuando la vi hace unos días, un miércoles, en el segundo piso del edificio donde trabajo después de muchos meses de pandemia y sabiendo que había estado de baja por un problema de riñón y por un cáncer de mama, le pregunté cómo estaba. Me dijo que bien y cada una siguió su camino.

miércoles, 23 de septiembre de 2020

Covid-19, Diario de un encierro (16): Medidas restrictivas

Viernes 18 de septiembre de 2020

Le escribí un email a Nino, ese compañero encantador que evitaba saludarme incluso en situaciones imposibles de evitar el saludo. Postergué este momento meses y meses (anda que también yo…), pero el trabajo tiene que salir adelante así que con mi mejor inglés me presenté, me identifiqué para que no tuviera dudas de que era yo, a quien rehuía, y le pedí si podía enviarme unos documentos que teníamos pendientes. Me sorprendí mucho cuando recibí su respuesta de inmediato diciéndome que tenía que conectarse a una reunión pero que en cuanto terminara los buscaría. Hasta fue amable.

Por la tarde, en clase de Pilates, el tema principal de conversación fueron las nuevas restricciones que se van a aplicar en algunas de las zonas sanitarias de la Comunidad de Madrid. Después de varios días de luchas internas en el gobierno (autonómico) y varias comparecencias ante la prensa canceladas, dieron una lista de treinta y siete zonas sanitarias que se corresponden con los barrios y distritos más afectados por la covid-19, pero también con los más pobres y con menos recursos, zonas en las que hay pisos patera, familias enormes ocupando viviendas enanas, poca pasta para compras mascarillas y probablemente jabón, ya del gel hidroalcohólico mejor ni hablo. De hecho, hay bastante polémica con este tema porque las medidas se ven como discriminatorias y segregadoras.

viernes, 18 de septiembre de 2020

Echando chispas

Llave en cerrradura
Cerradura, de Candi...

Hace unos días vinieron a arreglarme la puerta de casa. Era algo que tenía pendiente desde hace algunos meses, pero hacía falta una pieza que finalmente llegó hace un par de semanas. Cuando no estoy en casa, una persona de confianza me hace el favor de vigilar estas chapucillas y habría acudido para atender al técnico, pero coincidió que vino uno de los días en que no voy a la oficina. Tenía que adaptar esa pieza porque la puerta ya tiene unos años, así que hizo toda clase de ruidos y tampoco se cortó en hablar por teléfono.

Llevamos varias semanas de trabajo tras las vacaciones y mi jefa apenas se ha comunicado conmigo. Sé que está muy ocupada por ser el inicio de curso, esto no es un reproche, sino que debo decir que apenas he hablado con ella ni he recibido emails y justo el día que vino el técnico de la puerta se le dio por llamarme sin descanso: que si tenemos que mirar lo de Betty email en viernes, que si mejor la llamo, no coge te llamo en un rato, que si está hablando con Dorotea S. y necesitan saber cuántos noruegos trabajan en nuestro departamento, que si mandé el dato ya, que qué pasa que el dichoso dato de los noruegos es urgente, ahora sí está. Y claro, con tanta llamada le molestaron los ruidos del de la puerta. Habría silenciado el micro como hace Sandra si no fuera porque a mí me tocaba hablar, así que ni corta ni perezosa se quedó un segundo callada, escuchando y me soltó un pelín cabreada: ¿esos ruidos son en tu casa Dorotea? Pues sí, nena, sí, son en mi casa porque trabajar en casa es lo que tiene, vida y ruidos.

viernes, 11 de septiembre de 2020

Cambio de avatar: adiós taconazos


Zapatos rojos de ante de tacón alto
Adiós tacones. (Autor: Expressolia)
Todo empezó en marzo, cómo no, por pasar todo el tiempo en casa por el estado de alarma. Arrinconé mis zapatos y comencé a utilizar únicamente las zapatillas de estar en casa y las de deporte, pero sobre todo las de estar en casa, total, para estar todo el día con el culo pegado a la silla, qué más daba. Entonces empezaron a llegar a mis redes sociales artículos que recomendaban ponerse los zapatos de vez en cuando y no eran consejos para mantener la autoestima o la rutina, como en el caso de la ropa sino que, de no hacerlo, nuestros pies se resentirían. Y a partir de ahí, quién sabe qué más podía pasar, porque todo en nuestro cuerpo está comunicado, eso me dice mi fisio. Y seguí sin darle importancia, claro.

Llegó el momento en que me tuve que marchar a casa de mis padres y fue todo un desafío plantarme unos zapatos. Es cierto que podía haberme puesto los tenis y tan pichi, pero pensé, porras, para una vez que salgo, voy a ponerme esas botitas tan chulis a las que les quedan dos telediarios, que seguro que allí todavía hace fresco y así cuando termine la temporada las tiro. Y sí, me las planté, pero qué rozaduras, madre mía, qué rozaduras y eso que solo me di un paseíto por la estación del tren para activar la circulación.

viernes, 4 de septiembre de 2020

Seis meses después


Tras seis meses en casa, volví a la oficina esta semana. Me han cambiado de edificio, ahora estoy en uno mucho más tranquilo, donde no hay conferencias ni otros eventos, solo personal de la plantilla que trabaja en casa la mayor parte del tiempo. Mi puesto está en un despacho pequeñito en el que no cabe nada más que una mesa, dos estanterías y yo. Quizás traiga una planta, para ella sí hay sitio. La gloria. Volver ha sido una maravilla, quién lo iba a decir. Y aunque no vendré todos los días por razones evidentes, venir a este espacio será como llegar a un refugio en el que recuperar por un instante la normalidad.

El primer día tuve un poco de jaleo. Vaciar cajas, organizar mis cosas, limpiar (siempre hay algo que limpiar, no por la covid-19), hacer una copia de la llave de la puerta, intentar resolver problemas técnicos, deambular por edificios vacíos buscando soluciones, aprender las nuevas normas… Las horas volaron. Pero también tiene su lado extraño y triste: igual que cuando en junio acudí a preparar la mudanza, sé que esta soledad y esta tranquilidad es por lo que es.

miércoles, 5 de agosto de 2020

Reflexiones antes de las vacaciones

Gato frente a pantalla de ordenador
Best Seat in the House, de Cats by Moonwhiskers
En los últimos meses he escrito muchísimo para el blog, pero apenas he escrito otra cosa, ni siquiera el taller de escritura fue muy fructífero. De pronto, las tornas han cambiado: me cuesta encontrar la inspiración para escribir una entrada mientras estoy desatada escribiendo relatos e historias (que probablemente no llegarán a nada). Creo que uno de los motivos de que me cueste encontrar temas para el blog ahora es que suelo hablar de mis aventuras y desventuras en el trabajo. El problema es que el mes de julio ha sido tan asqueroso que por un lado prefiero olvidarlo y por otro no quiero ser cansina escribiendo de nuevo en negativo para los valientes que se asoman por aquí (no penséis que esto va a ser para siempre 😊).

miércoles, 15 de julio de 2020

Batallando por email


Email 1


Me escribió Sara Pestes poniendo en copia a Nick, un compañero al que llevo dos años pidiéndole unos documentos que debió entregar cuando empezó a trabajar. Ahora le han entrado las prisas, pero en vez de contactar conmigo directamente, le escribió a ella con intenciones retorcidas pensando que es mi superior. Entre otras dudas, preguntaba si la empresa le pagaría un servicio privado para hacerle la gestión en su nombre en Estados Unidos, gestión que él puede tramitar por email. Como pasaron los días de la semana sin tener una respuesta de mi jefa, que es quien tenía que aceptar o no, decidí que si el viernes por la mañana no la tenía, le escribiría igualmente para responderle lo que pudiera. Nick es imbécil. Retrasándome unos días lo fastidié y fastidié a la Pestes, que tuvo que aguantar su bombardeo de correos, pero no quiero pasar la raya que me convierta en alguien igual a ellos.

viernes, 3 de julio de 2020

Primer acercamiento a la oficina

Despertador. Mosaico

379 - Tile Clock – Texture, de Patrick Hoesly
El despertador sonó a la hora de siempre, a la de siempre de antes, y me desconcertó. Era demasiado temprano y no sabía por qué. Entonces recordé que me tocaba prepararme rápidamente, vestirme como dios manda y salir pitando para coger el tren. Aparentemente normal, solo que esta vez cogí un par de bolsas para traer a casa mis cosas personales y un montón de mascarillas (y supongo que esto es un lugar común de lo que decimos y escribimos estos días).

En la calle mucha gente iba a cara descubierta. Dos personas, además, en vez de alejarse de mí para mantener las distancias, se acercaron aun más mientras intentaba alejarme. Una de ellas llegó incluso a rozarme aunque la acera estaba para ella y para mí en ese momento. Este egoísmo, esta invasión, este pasotismo absoluto por lo que está pasando ahí fuera me enfureció. Seguro que esta gentuza salía todas las tardes a las ocho a aplaudir. Menos mal que al llegar al tren, todo el mundo la llevaba. Excepto por las mascarillas, en realidad no había en la calle nada que fuera diferente a cualquier mañana de finales de junio o principios de julio. Incluso, ya cerca de mi trabajo, un grupo de padres despedían a sus hijos a la puerta del autobús hacia el campamento, exactamente igual que siempre. Me fascinó que todavía haya gente que tenga ánimos para mandar a sus hijos...  a donde sea.

jueves, 25 de junio de 2020

Covid-19, Diario de un encierro (15): Fin del estado de alarma

Lunes 15 de junio de 2020

Ayer la comunidad donde viven mis padres terminó el estado de alarma. Es un poco raro haber dejado atrás la normalidad para venir a la fase dos, pero como llevo una vida parecida y las cosas que hago en mi día a día están permitidas, tampoco hay mucha diferencia. Creo que en Madrid tengo que estar un poco más atenta a lo que toco y a lavarme las manos con más frecuencia, pero para eso da igual la fase.

Fui a comprar algunas cosas al supermercado porque no tenía nada y definitivamente la primera hora de la mañana es mucho mejor para salir a caminar que la última hora de la tarde.

En cuanto al trabajo, al conectarme me encontré con una tarea que mi jefa me pedía porque yo soy la experta y bla bla bla, pero la dejé de lado para terminar lo que me urgía. Y se lo hice saber, si no, ¿de qué serviría? Por la tarde, diez minutos antes de empezar, pospuso una vez más la reunión de equipo. Poco margen, pero al menos avisó.

martes, 16 de junio de 2020

Covid-19, Diario de un encierro (14): Regreso a Madrid

Sábado 13 de junio de 2020

Llamada de un teléfono desconocido, pero no sé por qué decidí contestar, aunque estaba a punto de conectarme a la sesión de conversación en inglés. Era de mi banco para notificarme que habían detectado una conexión en mi cuenta de cliente que podría ser fraudulenta. Y se me encendió una luz. En vez de dejar que la persona hiciera las preguntas, tomé las riendas de la conversación y empecé el interrogatorio.

Desde hace ya un tiempo utilizo una VPN para conectarme a internet porque me preocupa un pelín mi privacidad, pero a muchas páginas y servicios no les gustan las VPNs precisamente porque no pueden controlar al usuario. Por ejemplo, Origin me obliga a apagarla para instalar las actualizaciones; la búsqueda en Google presenta captchas y verificaciones interminables; Netflix web da error con casi todos los servidores y, por no comenzar una investigación, a veces sucumbo y me conecto sin ella; y HBO no funciona en el móvil, aunque da un poco igual porque tampoco puedo utilizarla si quiero enviar la reproducción, de la app que sea, a Chromecast.

viernes, 12 de junio de 2020

Covid-19, Diario de un encierro (13): Plantones telefónicos

Lunes 8 de junio de 2020

Volví al trabajo después de mi semana de permiso. Como siempre los lunes, tocó (supuestamente) reunión. Mi jefa nos dio plantón a las tres y media. No teníamos noticias de que fuera a convocarse a otra hora, pero alguien inventó que era a las cuatro y la Pestes, siempre protagonista, inició la reunión dos veces. Finalmente nuestra jefa nos dijo que quedábamos a las cuatro y media, pero nunca apareció. Yo tampoco. Después del plantón, decidí que solo asistiría a la reunión si la convocaba mi jefa. Tengo demasiadas cosas que hacer, tanto laborales como personales como para ir corriendo a atender la llamada de alguien que quiere ir de mandamás y estar en el centro de nuestras miradas. Sara Pestes es como la princesa Margarita en The Crown.

La rutina en mi casa ha cambiado completamente. Tras la operación, mi padre tiene que guardar reposo. Mi madre aún tiene molestias por su lesión, así que recae en mí una buena parte del trabajo doméstico y del huerto. Estoy estresada por las fechas de entrega, agobiada por el examen de inglés, estoy cansada. Todo esto me hace estar hasta el moño y estar pasota respecto a las idioteces, incluidas las del trabajo. Y no es que mi jefa cancele esto por gusto, pero como a la mayoría de los jefes, le importa un comino el tiempo de sus subordinados.

viernes, 29 de mayo de 2020

Covid-19, Diario de un encierro (12): Problemas de comunicación

Viernes 22 de mayo de 2020

Sigo en viernes veintidós de mayo. Publiqué la entrada anterior un poco antes de terminar la jornada y también antes de que me llamara mi jefa cinco minutos antes de las seis. Se lo cogí porque no habíamos podido conectar la una con la otra en todo el día, pero me hizo llegar tarde al veterinario diez minutos, los diez minutos que me tuvo al teléfono después de las seis (no hace falta decir que en estos momentos la puntualidad es más importante que nunca, pero por si acaso, lo digo).

Como pensaba, me llamó para comentarme el email de Recursos Humanos y para hablarme de mi próximo puesto de trabajo en septiembre. Me confirmó que no va a haber sitios para todas, pero que va a solicitar uno permanente para mí, no solo porque mi trabajo requiere el uso de ciertos recursos de la empresa, sino para que el departamento tenga un sitio fijo y pueda turnarme con alguna compañera que lo necesite en un momento puntual, por ejemplo, con Sandra. En cualquier caso, no es seguro que lo concedan.

viernes, 22 de mayo de 2020

Covid-19, Diario de un encierro (11): Incertidumbre es la nueva certeza

Lunes 18 de mayo de 2020

Por la mañana, mi jefa nos envió un email cancelando la reunión de equipo de la tarde, aunque era una cancelación un poco rarita porque en realidad solo se disculpaba por no poder asistir, pero nos animaba a aparecer para mantener la normalidad. ¿Qué normalidad? ¿Me queréis decir qué maldita normalidad puede haber en una reunión por videoconferencia que se organiza desde que estamos confinadas, en la que a una se la escucha comer snacks de fondo, otra aparece la mayor parte de los días repantingada en un sofá y mandando wasaps, otra no aparece nunca porque a Teams no la da la gana de funcionar en su ordenador personal y otra (yo) trabaja desde la casa de sus padres en el otro extremo del país? Eso de la normalidad me tocó tanto las narices que decidí que por mis dos ovarios no iba a aparecer. Y no aparecí. A alguien debió de sentarle mal porque diez minutos después del inicio recibí la llamada de Sara Pestes para que me uniera. Lo ignoré porque ella no es nadie para reclamarme nada. Si de verdad tienen un problema con eso, que venga mi jefa y me lo diga. Jefa que, por otro lado, cinco minutos después de empezada esa reunión, estaba mandándome otro marrón más, mientras Sandra me envía todos los días emails de queja y preocupación porque a ella no le manda nada y teme por su puesto de trabajo.

lunes, 18 de mayo de 2020

Covid-19, Diario de un encierro (10): El paseo

Digitalis
Digitalis, de Dorotea Hyde
Lunes 11de mayo de 2020

He salido a pasear por primera vez. Donde viven mis padres no hay restricción de horarios, así que salimos mi madre y yo. Enseguida me adelanté porque ella tiene una lesión en la pierna y no seguimos el mismo ritmo. Me gustó pasear por pasear, sentir el suave sol de la mañana mezclado con el aire fresco y húmedo, sentir el silencio, el olor a flores. Por aquí no hay amapolas, pero sí digitalis. Las recordaba más avanzada la primavera, incluso en verano, pero hace tantos años que no paso esta época aquí, que está claro que la memoria me falla.

Aunque los edificios de la universidad ya estaban abiertos apenas encontré a nadie: un señor mayor que iba de regreso de la caminata, uno de los farmacéuticos que iba a dejar papel al contenedor, a la panadera haciendo el reparto y, ya casi en la puerta de mi casa, un chico corriendo. Me dijo buenos días y le respondí, aunque no suelo saludar a los desconocidos. Todo el mundo lo hace por aquí, pero creo que a mí me han calado las costumbres del asfalto.

viernes, 8 de mayo de 2020

Covid-19, Diario de un encierro (9): El repunte

Lunes 4 de mayo de 2020

Una vez más, lo más relevante del lunes es la reunión de departamento, aunque la única novedad en la de hoy fue que Violeta se conectó para presentarnos a su bebé. Está muy rico, pero como mi relación con Violeta no es ideal, aunque sea mejor ahora que en el pasado, me dan bastante igual ella y su hijo. También me fastidió que mi jefa usara la reunión para practicar el manejo de Zoom. Me molesta más esta reunión periódica que las copas de Navidad o de cumpleaños porque me hace perder tiempo que podría emplear para avanzar en mi trabajo y, sobre todo, no tenemos nada que decirnos y acabamos contando cosas personales y no quiero compartir nada personal con esta gente, nunca fuimos a tomar café juntas ni vamos a hacerlo al volver y estas reuniones son el equivalente virtual a eso.

jueves, 30 de abril de 2020

Covid-19, Diario de un encierro (8): El viaje

Lunes 27 de abril de 2020

Hoy recibí una llamada que esperaba, pero que pensé que tardaría un poco en llegar. Mi padre se ha puesto pachucho y tengo que ir a ayudarles. Ya tengo el billete de tren, viajo mañana. Estoy muy preocupada. Toda la tranquilidad con que viajé en transporte público antes del estado de alarma, se ha esfumado de pronto. ¿Y si lo pillo y se lo llevo? Lo peor es que no puedo ponerme en cuarentena porque tengo que acompañar a mi padre al hospital de otra ciudad. Por eso voy, porque mi madre ahora mismo no puede llevarlo. Y con mi padre bajo mínimos tengo que echar una mano. Todos los motivos por los que no viajé cuando esto empezó a la mierda. La única diferencia es que llevo encerrada en casa mes y medio y claramente no estoy enferma.

En el sofá ya se amontonan algunas cosas de las que me he acordado y que no quiero que se me olviden, sobre todo el gel y las toallitas desinfectantes. También el aro de Pilates, pero no creo que quepa. No quiero llevar la maleta grande para pasar un poco más desapercibida; realmente algo imposible llevando una maleta roja.

viernes, 24 de abril de 2020

Covid-19, Diario de un encierro (7): Sabañones


Lunes 20 de abril de 2020

Revisé mi bandeja de entrada nada más empezar y tenía un email de la persona que provocó la avalancha de emails en Semana Santa, una persona que depende del departamento de Verduras, pero a la que tengo que orientar como favor hacia ellas (aunque ellas nunca me lo devuelven). La información que le daré, cuando llegue el momento, será sobre un proyecto que va a gestionar, solo un par de detalles sobre los primeros pasos, los puntos en los que debe enfocarse y los que debe reforzar.

En el email que tengo en mi bandeja de entrada me ha contado toda su vida: que si se ha mudado de casa; que se equivocó en poner una dirección; que su DNI caduca en un mes…Ni que yo trabajara en una comisaría. Termina diciéndome que tiene problemas con la solicitud de su Cl@ve pin*, que si le puedo ayudar. Ni que yo trabajara en la Agencia Tributaria. A continuación me envió un segundo email donde me pregunta si tengo algún contacto en la institución que evaluará su proyecto, a ver si le pueden solucionar lo de la Cl@ve pin. Le dije que no le puedo ayudar, que debe ponerse en contacto con la Agencia Tributaria. No sé por qué cree que la Cl@ve pin es una invitación para comenzar el proyecto. En serio, hay gente que está en el mundo sin cabeza, sobre todo porque se suponía que perteneció a la “élite” de la empresa donde trabajo hasta que se cambió de ciudad. Se puede no saber nada sobre el tema de la Cl@ve antes de solicitarla, pero no hace falta más que leer un par de líneas en la web donde se solicita para saber lo que es.

viernes, 17 de abril de 2020

Covid-19, Diario de un encierro (6): Vuelta de vacaciones

Lunes 13 de abril de 2020

Hoy es mi último día de vacaciones. Por primera vez desde que vivo en Madrid, he pasado las vacaciones aquí. Siempre pensé que si algún día me quedaba en vacaciones sería porque no coincidían con las de mi pareja o, yéndome a un futuro lejanísimo, porque mis padres estarían viviendo conmigo o simplemente ya no estarían. Han sido ocho días deprimentes, suspirando por un clima húmedo, fresco y verde, suspirando por ver a mis padres, a nuestros animales, a mis viejas amigas, por pisar mi tierra y oler el mar. Suspirando por ir al cine con mi madre en Viernes Santo para cumplir con una vieja tradición, por hacerle a mi padre su postre favorito de Carnaval, por cepillar a nuestros perros y gatos y contemplar con delicia las flores que quedan en los árboles de nuestro jardín. Y entre suspiro y suspiro, el tiempo ha volado.

lunes, 13 de abril de 2020

Covid-19, Diario de un encierro (5): Sale el sol tras varios días oscuros

Lunes 30 de marzo de 2020

Ayer el gobierno decretó el cierre de servicios no esenciales durante dos semanas, hasta después de Semana Santa, para que la circulación de personas se reduzca aun más. Sé que hay gente que pone el grito en el cielo por la economía. Está claro que me preocupa la situación en la que vamos a terminar, pero me preocupan más las personas y el sistema sanitario. Me ha vuelto la sensibilidad y tengo ganas de llorar por todo. Me afectan más los días oscuros como hoy. Me he informado y parece que la colchoneta y el aro van a llegarme, pero creo que es lo de menos. Los tenía que haber pedido antes o no pedirlos y aguantar.

Salí a tirar la basura. Volví a encontrarme con el hombre que coge el autobús, que llegaba justo cuando yo iba a cruzar la calle hacia los contenedores. Se adelantó unos minutos. También se adelantó el camión de recogida, porque solo había dos o tres bolsas. Mi bolsa olía fatal por los restos de pescado y cebolla, no podía traerla de nuevo conmigo. Supongo que sin tráfico el camión va como las balas y por eso se adelanta. Cuando regresaba, empezó a llover y no me quedó otra que volver por el camino corto, aun así, me paré un segundo en la fuente. Pulsé el botón (con un papel) del chorro para rellenar de agua la bandeja donde beben los perros, pero se coló por una rendija hacia el suelo. Lo hice por los pájaros, que espero que tengan donde beber gracias a la lluvia.

martes, 31 de marzo de 2020

Covid-19, Diario de un encierro (4): Irresponsabilidades

Martes 24 de marzo de 2020

15:02h

Me siento frente al ordenador después de comer y veo que tengo un email de Bricomanitas, la recepcionista del edificio donde trabajo. Me pregunta si estoy en Madrid o me he ido a casa de mis padres. Estoy ya hasta el culo de que me pregunten eso. Este es el tipo de gente que se largó de vacaciones cuando les dijeron que podían teletrabajar ayudando a esparcir el virus, muchos viajando incluso estando enfermos pero dándoles todo igual porque una caña en la playa era lo primero. No sé qué pasa por estas cabezas. Todas las personas que me han preguntado eso, y han sido ya unas cuantas en estos días, creen de verdad que pondría en peligro a mis padres, los dos grupo de riesgo. A todas las he dejado en evidencia diciéndoles que viajar en estos momentos es una irresponsabilidad, incluida mi antigua jefa. Sé que les importa un comino. A mí ellas también me importan un comino, pero al mismo tiempo me dan asco.


martes, 24 de marzo de 2020

Covid-19, Diario de un encierro (3): Reuniones y una nueva amiga, ¿en serio?

Jueves 19 de marzo de 2020

11:15h

En Twitter me he quejado más de una vez de la presión a la que la Rotten me sometía para que le diera mi número de teléfono, presión que aumentó cuando se hermano tuvo el accidente hace unas semanas (iba a contar esta historia antes de que pasara todo lo de Don Voz Sensual y esto del covid-19; ahora quedará mencionada de refilón). Cuando nos vinimos a trabajar a casa no me quedó más remedio que dárselo porque necesitábamos estar en contacto la una con la otra por temas de trabajo. Ella se fue sin portátil de empresa y a mí, de momento, el teléfono virtual no me funciona.

Acabamos de colgar. Ayer nuestra jefa, Diana, nos convocó a todas las del equipo para una reunión diaria. Yo estaba en clase de inglés y solo vi el aviso de que me había incluido en un grupo de Microsoft Teams y otro de Outlook convocándome a una reunión diaria a partir de hoy. Así que terminé la clase con tranquilidad, instalé la aplicación y cuando me conecté para ver cómo era, vi que todas, menos la Rotten y yo, habían estado presentes en la primera reunión. Rotten y yo estamos indignadas porque claramente es para controlarnos, aunque yo sigo teniendo cosas que entregar a la gente con la que trabajo en los proyectos y sigo teniendo fechas de entrega. Además, pierdo una de las ventajas de trabajar en casa: no ver a Sara Pestes. Vale que serán solo unos minutos, pero su negatividad tendrá la oportunidad de expandir sus tentáculos a través de la red. Y luego que la convocatoria fue de un momento para otro, como si no tuviéramos cosas que hacer. Ya cuando trabajamos presencialmente, mi jefa asume que estamos disponibles en cualquier momento y no. Quizás ahora no pueda salir a llevar documentos a encuadernar, a llevar y recoger papeles firmados, pero la vida sigue y aún tengo mis clases de inglés.

Pero lo más “terrible” de esto es que la Rotten y yo somos un apoyo mutuo la una para la otra. ¡MAL!

miércoles, 18 de marzo de 2020

Covid-19, Diario de un encierro (2): La naturaleza no para


Lunes 16 de marzo de 2020

El estado de alarma empezó ayer domingo, pero es hoy lunes cuando todo parece diferente porque lo es. No salgo a trabajar, no voy a ninguna de las clases de inglés, todas mis relaciones son virtuales, el silencio reina en la urbanización, hoy ya no han pasado ni el chatarrero ni el afilador.

La clase de inglés del trabajo ha sido un poco rara, como si no nos conociéramos de nada. Una de nuestras compañeras nos dijo que probablemente tiene el covid-19, no le hicieron las pruebas porque tenía síntomas leves (en Madrid los casos leves no se analizan y se tratan todos como si fuera el covid-19 desde hace días), pero los médicos le dijeron que tenía todas las papeletas. Coincidí con ella por última vez el cuatro de marzo, en dos días se cumplirá mi plazo de dos semanas. De momento mi temperatura es tan baja que parezco un ser de ultratumba.

domingo, 15 de marzo de 2020

Covid-19, Diario de un encierro (1): Estado de alarma


Artículo 116
2. El estado de alarma será declarado por el Gobierno mediante decreto acordado en Consejo de Ministros por un plazo máximo de quince días, dando cuenta al Congreso de los Diputados, reunido inmediatamente al efecto y sin cuya autorización no podrá ser prorrogado dicho plazo. El decreto determinará el ámbito territorial a que se extienden los efectos de la declaración.

Constitución Española, 1978

Cuando era estudiante en la universidad, tuve una asignatura de Introducción al Derecho en la que, entre otros temas, estudiamos la Constitución. Cuando preguntamos en qué supuestos podían activarse los estados de alarma, excepción y sitio, la profesora nos dijo que uno de los motivos era en caso de epidemia. ¡Epidemia! Cómo iba a suceder eso, pensé yo recién salida de la adolescencia y viviendo todavía en mi burbuja, si eso solo pasaba en los países del tercer mundo. Pues aquí está, señoras y señores, el estado de alarma ha entrado en vigor por segunda vez en nuestra democracia y por primera vez por alerta sanitaria, el quince de marzo de dos mil veinte, es decir, hoy.

miércoles, 4 de marzo de 2020

Diario de Jekyll (5): Seguir adelante


Miércoles 4 de marzo de 2020

9:30h

Tengo el ordenador encendido, el cuaderno de trabajo sobre la mesa y una botella de agua fresca a mano. Estoy lista para empezar la jornada, pero antes tengo que confirmar el lugar del café.

9:40h

Confirmado. Ya no hay marcha atrás, pero no quiero ir. Tengo miedo a que salga bien [Qué cruz, QUÉ-CRUZ. ¿No puedes dejar los malditos autoboicots para otra ocasión?] y miedo a que no sea majo.

Luego tengo clase de inglés así que me he puesto ropa medio formal (no sé por qué siento que tengo que ponerme un poco más formal para las clases en la empresa), no demasiado , y de color rojo, mi favorito, aun así, me siento insegura.

miércoles, 26 de febrero de 2020

Diario de Jekyll (4): Al agua patos

Miércoles 19 de febrero de 2020

13:30h

Salgo apurada hacia clase de inglés. Me cruzo con una figura que me resulta vagamente familiar, pero estoy demasiado entretenida buscando un podcast corto para escuchar por el camino y tampoco quiero pensar que es él. [Ya, claro, por supuesto que no quieres] A veces creo verlo en cualquier parte y he aprendido a pasar de esos fantasmas. [Lo dudo, nena, lo dudo]

“Hola”.

Mierda, esa voz. Esta vez no es un fantasma. Sé que es él incluso antes de girarme y verlo sonriéndome. Me pregunta qué tal estoy e intercambiamos un par de preguntas. Pensé que lo había superado. Tuvimos contacto por email hace unos meses, cuando regresó, pero no lo había visto en persona, no había oído su voz. Ni siquiera es guapo, pero su voz… ¿Qué me pasa? Me derrito…

viernes, 7 de febrero de 2020

Sara Pestes contra los jacintos olorosos


Ramo de jacintos Malvas
Jacinto, de Dorotea Hyde
Las flores y las plantas han estado presentes varias veces en mi blog, por desgracia, siempre como fuente de conflicto. En esta entrada, para no variar, volverán a causarle problemas a alguien.

A Sandra y a mí nos regalaron un ramo de jacintos, los míos malvas, los suyos morados, en un jarroncito cuadrado de cristal. Preciosos. Y, desde el momento en que entraron por la puerta de la oficina, una guerra se fue fraguando en la cabeza de Sara Pestes porque es impensable que les regalen cosas a las demás y no a ella. Primero le salió su vena cotilla y acosó a Sandra para sonsacarle el nombre del remitente. Como la otra resistió, la Pestes comenzó su estrategia venenosa contando que ella tuvo una jardinera con jacintos naturales mucho más bonitos y más olorosos que los de nuestros ramos. Ella siempre mejor.

martes, 21 de enero de 2020

¿Se avecina mudanza?


Fachada de un edificio de oficinas
The Office, de John
Hace unos meses escribí sobre la mudanza del curso que viene, el tema estrella que tiene a todo el mundo loco y a mí harta. No pensaba escribir de nuevo hasta que el cambio fuera efectivo, pero ha habido tantas novedades que se han quedado viejas.

Primero nos dijeron que no íbamos al edificio nuevo, que el edificio donde trabajamos ahora se cerraría y que al personal de mi departamento le habían asignado puestos en un piso de oficinas muy cool en una avenida con solera. Pasaron dos meses hasta que llegaron nuevas noticias completamente diferentes. Y en esos dos meses Sandra me calentó la cabeza hasta casi hacerla estallar.