La gran ciudad le encantaba, con sus cuestas empinadas
cayendo al mar, las luces, las calles nunca desiertas. Había sido una visita
relámpago para participar en un concurso de grupos musicales. Solo les había
dado tiempo a tomar un chocolate y cantar. Volvía a casa con la alegría
descafeinada de ser los únicos participantes en la categoría infantil y no
haber pisado las calles más que unos pocos minutos. En el microbús, todos iban
en silencio, durmiendo tras un día intenso. Él sentado delante, junto al
conductor y su esposa, vigilando la carretera, protegiendo del sueño al que conducía.
Creía en su inocencia que, si no se dormía, el conductor tampoco lo haría.
Era la época en que la autopista todavía no estaba ni en
papel. La circulación era bastante densa, sobre todo en dirección a la ciudad,
a la fiesta. Al final, ni las luces que venían en sentido contrario, ni sus
ansias por mantener los ojos abiertos impidieron que echara una cabezadita. No
fue muy larga. La falta de movimiento lo despertó. Incluso con su corta edad
comprendió que no era normal la caravana en su carril y el vacío en el de al
lado. No sabía lo que pasaba en la parte de atrás, pero notaba que sus
acompañantes de vanguardia tenían el estómago tan encogido como él.
El avance era muy lento, no sabía si quería llegar a donde estuviera el problema. Inevitable. El punto crítico lo señalaron unas luces naranjas en silencio y los gritos de unos hombres dándose instrucciones unos a otros, desesperados por salvar una vida de un montón de chatarra. No miró en detalle cuando el microbús se detuvo, prefirió quedarse con la idea de un final incierto pero feliz.
El avance era muy lento, no sabía si quería llegar a donde estuviera el problema. Inevitable. El punto crítico lo señalaron unas luces naranjas en silencio y los gritos de unos hombres dándose instrucciones unos a otros, desesperados por salvar una vida de un montón de chatarra. No miró en detalle cuando el microbús se detuvo, prefirió quedarse con la idea de un final incierto pero feliz.
Me inspira esta mini-sección tuya tan inspirada. Con ese pequeño cuento. Yo no sé si me saldría un final feliz. Me pongo en lo peor porque esto pasa mucho.
ResponderEliminarA ver si me transmites de alguna forma tu capacidad de síntesis. A mi no me sale.
Para sintetizar, tijera a lo bestia jajaja. Te lo digo de verdad. Tengo tendencia a explayarme (se nota en los post más largos... cada vez más largos :D), así que primero escribo y luego meto tijeretazos a base de bien, sin piedad. Sintetizar es muy difícil, de alguna manera es censurarnos a nosotros mismos, ponernos límites, autocriticarnos. Al principio me resultaba brutal, me daba pena cargarme un personaje, un diálogo o un párrafo que me había quedado precioso, pero te acostumbras, es más, con el tiempo ves los beneficios. En este, por ejemplo, en la última frase después de "No miró en detalle cuando el microbús se detuvo..." yo seguía y seguía. Luego pensé si de verdad debería seguir. Añadí la segunda parte y así se quedó.
EliminarCuando pensaba continuar un poco más, tenía más pensamientos negativos que positivos, en cualquier caso dejé el final así para que cada uno piense lo que quiera, que dependerá del ánimo.
Gracias por tu comentario, S., me has hecho pensar sobre la escritura propia, que siempre viene bien :)
Es curioso que esta canción te inspire para crear este pequeño relato, porque así, a primer golpe de oreja, no le encuentro conexión alguna. Aunque ya sabemos que los caminos de las musas son inescrutables.
ResponderEliminarPor cierto, ¿me lo parece a mí o este grupo suena muy parecido a El Último de la Fila?
Nunca he sido muy fan de El último de la fila, pero ahora que lo dices, sí. Al menos el cantante tiene un timbre de voz precido al de Manolo García.
EliminarNormalmente lo que me inspira la música tiene poco que ver. Simplemente la escucho, veo algo o pasa por mi cabeza la cadena de pensamiento, y un pequeño relato. Tampoco es muy frecuente.
Gracias por pasarte... Ah, el relato de la baldosa me encantó.