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jueves, 5 de noviembre de 2015

Lo que me inspira la música (4): Luces en la carretera




La gran ciudad le encantaba, con sus cuestas empinadas cayendo al mar, las luces, las calles nunca desiertas. Había sido una visita relámpago para participar en un concurso de grupos musicales. Solo les había dado tiempo a tomar un chocolate y cantar. Volvía a casa con la alegría descafeinada de ser los únicos participantes en la categoría infantil y no haber pisado las calles más que unos pocos minutos. En el microbús, todos iban en silencio, durmiendo tras un día intenso. Él sentado delante, junto al conductor y su esposa, vigilando la carretera, protegiendo del sueño al que conducía. Creía en su inocencia que, si no se dormía, el conductor tampoco lo haría.

Era la época en que la autopista todavía no estaba ni en papel. La circulación era bastante densa, sobre todo en dirección a la ciudad, a la fiesta. Al final, ni las luces que venían en sentido contrario, ni sus ansias por mantener los ojos abiertos impidieron que echara una cabezadita. No fue muy larga. La falta de movimiento lo despertó. Incluso con su corta edad comprendió que no era normal la caravana en su carril y el vacío en el de al lado. No sabía lo que pasaba en la parte de atrás, pero notaba que sus acompañantes de vanguardia tenían el estómago tan encogido como él.

El avance era muy lento, no sabía si quería llegar a donde estuviera el problema. Inevitable. El punto crítico lo señalaron unas luces naranjas en silencio y los gritos de unos hombres dándose instrucciones unos a otros, desesperados por salvar una vida de un montón de chatarra. No miró en detalle cuando el microbús se detuvo, prefirió quedarse con la idea de un final incierto pero feliz.