Como siempre, la última semana antes de las vacaciones se
hace eterna. Pensamos más en los viajes, las maletas, los planes que se van a
organizar se viaje o no, intentamos no perder ni un pronóstico del tiempo. Esta
vez, en mi caso, a todas estas “preocupaciones” se les han unido dos variantes
excepcionales: el último tramo de mi convalecencia y la pérdida de uno de mis
pendrives. La recuperación ha ido a buen ritmo pero los antibióticos me han
dejado hecha polvo. Hacía tantos años que no los tomaba que ya no recordaba
cómo te quedas cuando terminas el tratamiento. Dos días después, se me siguen
cerrando los ojos incluso tecleando. Y lo del pendrive… bueno, eso me ha
fastidiado de veras.
The Boss tocando para Nosotros, los de entonces.
Lo perdí en el tren. Saqué el ipod y lo vi al fondo de la
mochila. No sé cómo se pudo caer, pero se cayó. Silenciosamente y a traición
para que no me diera cuenta hasta llegar al trabajo. Todos mis escritos estaban
ahí. Alguna cosa más. El tren que cojo todas las mañanas hace parada en un par
de universidades. Seguro que a algún estudiante le ha venido de perlas aunque
ahora cuesten menos que una entrada de cine. Solo espero que, como no lo van a
devolver, lo formateen y no cotilleen porque me preocupa de veras que mis datos
anden por ahí. Dejé el aviso en la oficina de objetos perdidos de Cercanías y
pienso llamar de nuevo dentro de unos días, pero en realidad no tengo
esperanzas de recuperarlo. De hecho, aunque lo devolvieran, no sé cómo podría
ir a la dichosa oficina, porque su horario es de nueve a una de lunes a
viernes. Genial, ¿a que sí? ¿No parece una trama para quedarse con todos los
objetos que encuentren?
Silvando junto al río Kwai en El elefante desaparece.
Casi prefiero no pensar en la rabia que me da eso. Y tampoco
en una de las cosas que más pena y frustración me ha dado perder: mis archivos
de #MúsicaDeLibros. Desde hace meses, anoto todas las obras musicales que
aparecen en los libros que leo, las busco y las tuiteo. En julio del año pasado
empecé a publicarlas en una colección
de Google+. Tengo copia de seguridad de hace mes y medio, pero como no me
he encontrado muy bien en las últimas semanas, mi cabeza no pensó en actualizarla.
No he escrito mucho y no ha sido difícil copiar las entradas del blog y crear
su archivo doc y, buscando tiempo, puedo hacer lo mismo con las entradas de
Google+ que me faltan, pero empleé tanto tiempo investigando para encontrar
algunas canciones, que no puedo evitar sentirme mal. La mayoría son fáciles,
los autores tampoco se rompen demasiado el coco a la hora de ponerle banda
sonora a sus obras, pero ¿qué pasa cuando te metes con un clásico? Ahí vino el
problema.
Increíblemente llegué a dar Una vida por el zar
junto a los compatriotas de Ana Karenina.
El primer reto fue Ana
Karenina. Busqué los títulos conflictivos en inglés, desde el inglés fue
relativamente fácil encontrarlos en ruso y para comprobar que era la obra a la
que Tolstoi se refería, los busqué en la versión original de la novela. No
tengo ni idea del alfabeto cirílico, pero comparar símbolos… bueno, hasta ahí
llego. Pero el reto de verdad llegó con Manhattan
Transfer. John Dos Passos no solo musicalizó casi de manera obsesiva cada
trama sino que lo hizo con canciones recién salidas en el momento de la
publicación de la novela. Algunas han pasado a la historia con versiones de
Sinatra o Aretha Franklin, pero otras (muchas) probablemente fueron exitazos
del momento que descendieron al olvido tan rápido como alcanzaron la
popularidad. Con Manhattan Transfer
también tuve que acudir a la versión original en inglés, pues muchas
“apariciones” están incluidas en forma de verso, tarareadas por los personajes
en su mente después de un baile, repetidas obsesivamente durante una borrachera
o incluso adaptadas por la memoria y sus fallos y, en todos esos casos, el
traductor hizo su trabajo (aunque con un error bastante gordo). Así que busqué,
rebusqué, encontré partituras pero no grabaciones, encontré películas enteras
pero no la banda sonora, encontré otras con gran alegría y unos meses después
el vídeo ya no está… Anoté cada título y cada autor/es y, de pronto, una buena
parte de eso ya no está. Volverá a estar. Necesito rehacerlo aunque sea por
amor propio.
Alguien me quiere en la estación Manhattan Transfer.
Lo que sí he perdido para siempre, son las obras no encontradas, las que
anoté desde principios de febrero hasta ayer. Me causa tristeza porque quizás,
solo quizás, tenerlas anotadas en mi archivo era una manera de darles un
poquito de gloria otra vez. Sé que aparecen en la novela, pero ¿de verdad todos
nos fijamos en ellas al leer? Además, alguna vez hice nuevas búsquedas y
encontré lo que no había encontrado la primera vez. Quién sabe si alguna vez
releeré Manhattan Transfer, quién
sabe si tendré ganas de rebuscar en los archivos de la memoria, quién sabe… De
momento, adiós.
Una afición muy curiosa la de recopilar música mencionada en novelas. Personalmente, y hablando como lector, es un recurso que no me entusiasma. Admito que es efectivo cuando reconoces la melodía, pero no aporta nada si te es del todo desconocida. A no ser que abandones la lectura y hagas un trabajo de investigación hasta cubrir de notas a esas palabras, igual que haces tú. Pero me parece que eso requiere perder el hilo del relato para ocupar la mente en otros pensamientos. O quizá no. No sé, no puedo opinar mucho sin conocer tu metodología de trabajo. Eso sí, seguro que descubres muy buena música.
ResponderEliminarA mí me ayuda a ir un paso más allá. Por ejemplo, en El elefante desaparece no tuve problema con la melodía de El puente sobre el río Kwai, pero en otras lecturas, sale una melodía una y otra vez, porque al autor o a los personajes les obsesiona y si no la conozco siento que estoy perdiendo una parte de ese personaje. Por eso empecé a buscarlas. Y en Manhattan Transfer me ha parecido fundamental. Nunca detengo la lectura. Fotografío la página y la busco a posteriori. Es al buscarla cuando releo la página y veo el verdadero significado. Y bueno, se descubre buena música, pero también "horripilancias" y cantantes terribles que fueron auténticas estrellas :D
EliminarLo que me parece verdaderamente horripilante es perder un Pendrive. No es el objeto lo que me dolería, son los datos, claro. Tú misma entiendes que es eso lo terrible. Si el hipotético estudiante que lo ha encontrado lo entiende igual tal vez... Pero haces bien en no hacerte ilusiones.
ResponderEliminarHa sido un descubrimiento lo de tus entradas con la música de libros. Me parece original y muy interesante. Siempre se descubre algo. Estoy seguro de que tu idea fascinaría a un recolector de originalidades artísticas como Paul Auster.
Sea como sea, si no consigues lo perdido empieza de nuevo. La gente que pierde sus casas después de un terremoto o un Tsunami lo hacen. ¿Por qué no lo vas a hacer tú con tu proyecto privado? Y la próxima vez guarda los datos en dos o tres pen. Copias de seguridad hasta en la sopa.
Espero que para tu descanso vacacional no se te sigan cayendo los ojos de sueño. Dura poco y hay que aprovecharlo. Saludos y buenas fiestas.
¡Al final lo encontré, S.! En un bolsillo al que no sé cómo llegó. Como decía en la entrada, lo vi al fondo... Uno de esos misterios en los que parece que las cosas tienen patas. Y, aunque todo esto me ha servido de excusa para hablar de mi proyecto de la música, me quedé muy aliviada al saber que mis datos ya no andan por ahí.
EliminarQue tengas buena semana tú también, y que sigas mejorando :)
me gusta tu cambio es bueno renovarse al escribir nos renueva por dentro
ResponderEliminarfeliz Pascuas querida
Espero que hayas tenido felices Pascuas! Sí, los cambios son necesarios, por eso de vez en cuando busco excusas para variar. Además, los experimentos son un reto :) Un fuerte abrazo.
EliminarMERCE CARDONA. Es la primera vez que te visito, me ha encantado. besos
ResponderEliminarMuchas gracias por pasarte, Merce. Un abrazo.
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