martes, 10 de diciembre de 2013

Quiero un plato de spaghetti

Esta mañana tuve una reunión con un compañero de trabajo que es italiano y que está buenísimo. De momento le llamaré David. Si en el futuro hay otro post sobre él, espero acordarme pensando en el David de Miguel Ángel. O… puede ser una idea fatal si me lo imagino desnudo, como estoy haciendo ahora, y luego cuando lo tenga delante me pase lo mismo… ay, qué terrible, voy al grano que me desconcentro.

David y yo nos conocimos cuando él llegó a la empresa. Es bastante tímido así que pasó de mí y yo de él. Todas las chicas estaban loquitas por él: alto, ojos que te miran y te atraviesan, treinta y pocos, italiano, soltero, hetero. ¿Tengo que repetir soltero y hetero? ¿E italiano? Al poco tiempo, tuve que ayudarle en un pequeño proyecto, pero casi todo el contacto fue por email. Vino a firmar unos papeles y punto. No le vi eso que le veían las demás tan irresistible. Sabía que nos encontraríamos en el futuro, pero no tenía prisa ni ganas.

Hace un poquito más de un año, el super jefe reunió a un grupo de gente para empezar un nuevo proyecto y me presentó como la persona que les iba a dar apoyo. Uno de los miembros del grupo era David. Sentado solo, un poco apartado y mirándome sin cortarse un pelo en vez de hablar con sus colegas. Yo, que normalmente estoy en la parra en estos temas, sobre todo en el curro, pensaba como una idiota por qué me miraría así, hasta que de tanto insistir, caí en la cuenta, se me subieron los colores y me senté en mi sitio dándole la espalda. Pero ya estaba perdida porque al fin le había visto ese no sé qué del que hablaban todas.

Llegó el día de nuestra primera reunión, solos. Y la cagué. Lo tenía ahí delante, tan cerca, tan guapo, hablando inglés con acento italiano y mirándome de esa manera “mitad te besaría aquí mismo, mitad te tengo miedo”. Yo intentando hablar mi particular inglés inventado, y le di calabazas sin enterarme. Así, tan campante. Y creo que no me lo ha perdonado. Pasaron los meses e intenté contactar con él por email pero siempre dio excusas para no encontrarnos, para no hacer el trabajo. A mí se me metió en la cabeza que no quería trabajar conmigo por lo que había pasado. También tengo derecho a tener paranoias ¿no? Y como el tiempo vuela, llegó el 9 de diciembre de 2013. Ayer. Mi jefa y yo hicimos repaso de los temas pendientes para darle cuentas al super jefe. Me dijo que tenía que insistirle a David. Escribí un email con el tono justo de formalidad y lo lancé al ciberespacio. Y, sorprendentemente, quería quedar hoy.

Llegué a casa y empecé a mirar modelitos. Esta mañana intenté llevar los pelos menos locos que de costumbre, me eché un buen montonazo de brillo de labios para que no pudiera apartar la vista de ellos (si acaso al escote que me desgasta la Cotorra) y un par de gotitas de colonia para no desmayarlo. Y allá me fui a la reunión. Sólo pensaba en no fastidiarla otra vez.

Se levantó para darme la mano y yo fantaseaba con que tirara de ella para darme un beso de película. Quitó las cosas de la silla, la puso al lado de la suya y yo fantaseaba con que me sentaba en la mesa y pasábamos a lo siguiente al beso sin importarnos que su puerta tenga un cristal. No sé cómo pude concentrarme para explicarle los pasos del proyecto. Quizás porque él dejó el inglés a un lado y empezó a hablar en español. Pero, es taaaaaaaaan tímido, más aun de lo que pensaba. Y no estoy segura de querer a otro tímido en mi vida.

Sé que el día de las calabazas hace un año perdí mi oportunidad y no voy a tener otra. Da igual que hoy se riera con alguno de mis comentarios y también que al despedirnos nos quedáramos un momento mirándonos sin saber qué hacer o qué decir. Ya sé que las chicas no tenemos que esperar a que vengan las oportunidades, que tenemos que ir a por ellas. Pero yo lo intenté hace unos meses y fallé. Y eso que dicen de las relaciones en el trabajo, pues yo no lo veo tan fácil. De hecho, por darnos calabazas mutuas, la situación se puso realmente incómoda.

Ahora tengo una sensación extraña. De triunfo porque saqué esa reunión adelante, me lo merendé laboralmente. Pero también de derrota porque tuve un fallo y no sé si tendré una segunda oportunidad. Eso sí, el placer de saber que el italiano buenorro por un momento me eligió a mí y no a una de la pandilla de arpías que pululan por la empresa, no me lo quita nadie. 

4 comentarios:

  1. Me ha encantado la entrada. ¡Ay chica, que emoción tener un jaco potente en la empresa!! Lo de si hace caso o no es lo de menos, al menos consigue que te tomes tu tiempo delante del espejo en lugar de ir a currar de cualquier manera. Esto es más importante de lo que parece, porque redunda en tu autoestima, incluso en el tono de voz que pones en la reunión. Quédate con lo bueno, te lo merendaste profesionalmente : )
    P.D. Joooo, ¿tan gorda fue la calabaza como para que no haya nada que hacer?...
    Ah, sí, y mejor un tímido que un comercial. Ufff, con esos sí que no puedo!!!
    Feliz Navidaaaaad, y que comas todo el turrón y todos los italianos que te apetezcan!!

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  2. ¿Llego tarde para felicitar el año nuevo? Abandoné esto por completo :S

    La calabaza fue importante, sí, pero me da la impresión de que él se la tomó aún peor. Lo vi el último día de vacaciones, fui a llevarle unos papeles y me recibió con una sonrisa tan encantadora, que me derretí en la puerta. Eso sí, me fui de vacaciones más feliz que una perdiz. Tienes toda la razón, es una motivación tremenda.

    Y también los prefiero tímidos, de hecho me encantan los tímidos . La cosa es que yo también soy bastante tímida así que a veces no llega a pasar nada jajaja. Ahora estoy buscando un plan para atacarle a este, que no se espante, que yo no me espante tampoco y que no le afecte al curro. ¿Podré? :)

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  3. Pues no sé por qué tanto miedo a una segunda calabaza. ¿Y si no hubiera sido tal? Trenes como esos no pasan todos los días...

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    1. Eso mismo me pregunto yo :D En mi caso me da un poco de mal rollo mientras estemos trabajando juntos, sólo que después ya no habrá oportunidades ni para calabazas. En su caso... ¡ni idea! :D

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