Mostrando entradas con la etiqueta Líos. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Líos. Mostrar todas las entradas

viernes, 26 de junio de 2015

Chico nuevo en la oficina

Tenemos chico nuevo en la oficina. ¡Qué ganas tenía de decir esto! Su jefe y todas las chicas del edificio estamos contentísimas* de que esté aquí. Ya iba siendo hora de que hicieran un fichaje masculino para igualar un pelín los porcentajes… y poder alegrarnos la pestaña. Y hay historia, claro, antes y después. Empiezo por el antes.

Taza de café y váter
WC, de Anne Worner
Se llama Héctor y es becario en el departamento de comunicación. Es el cuarto en tres años y sus predecesoras se caracterizaban por emanar una falta de simpatía y educación que no pegaba ni con cola con un departamento que debe ser abierto, cercano y comunicativo (perdón por la redundancia) para ganarse a los de fuera y a los de dentro. Las dos primeras tenían un pase, pero la tercera, ay, la tercera, qué poema de mujer. Empezaron a pasar cosas justo después de su llegada en julio del año pasado. Voy a intentar ser lo menos explícita posible. Te encontrabas con que la persona que había ido al baño antes que tú no había tirado de la cisterna, colgaba el rollo de papel higiénico del mango de la escobilla (lo primero que se toca sin haber lavado las manos), dejaba siempre algo en el lavabo (pelos, migas, un tenedor…), escupía y no abría el grifo, comía en el váter y dejaba las migajas en la cisterna. Por favor, ¿quién puede comer en ese váter? Cualquiera con una higiene media puede hacerlo en el de su casa, que no lo hagamos es otra cosa, pero en este, en el que la señora de la limpieza no pasa ni la escoba, me parece hasta peligroso. También se empezó a notar enseguida un olor extraño que día a día fue a más, hasta que con la llegada de la primavera empezó a ser tan intenso que decidí ir al baño de hombres para no sufrir arcadas, aunque esto es adelantarme a los acontecimientos.

jueves, 9 de enero de 2014

¿Érase una vez?

Érase una vez… Perdón, perdón, esto no es un cuento de hadas. Me confundí porque hay brujas, las hay en todas partes y esta historia está protagonizada por dos. También necesitan sus quince minutos de gloria. Estas brujas son de las que en principio no lo parecen, van de buenas pero clavan las puñaladas por detrás. Ésas son las peores, las mejores brujas en realidad.

Hace tres años, al regresar de las vacaciones de navidad, me encontré con un peculiar regalo de reyes: tenía nueva compañera de despacho, la tercera contando con la Cotorra y conmigo. Curioso, porque enseguida descubriría que las dos tienen obsesión por las tetas, propias o ajenas. Ya el primer día, en cuanto nos quedamos solas, me contó toda su vida empezando por su operación de aumento de pecho, ¡por supuesto! Como no le miraba el escote, intentó llamar mi atención menándolas y cuanto menos caso le hacía, más las meneaba, pensé que se le iban a salir. Por esta historia y por su afán de desnudarse delante de mí, mis amigos la bautizaron como la Lolas.

martes, 10 de diciembre de 2013

Quiero un plato de spaghetti

Esta mañana tuve una reunión con un compañero de trabajo que es italiano y que está buenísimo. De momento le llamaré David. Si en el futuro hay otro post sobre él, espero acordarme pensando en el David de Miguel Ángel. O… puede ser una idea fatal si me lo imagino desnudo, como estoy haciendo ahora, y luego cuando lo tenga delante me pase lo mismo… ay, qué terrible, voy al grano que me desconcentro.

David y yo nos conocimos cuando él llegó a la empresa. Es bastante tímido así que pasó de mí y yo de él. Todas las chicas estaban loquitas por él: alto, ojos que te miran y te atraviesan, treinta y pocos, italiano, soltero, hetero. ¿Tengo que repetir soltero y hetero? ¿E italiano? Al poco tiempo, tuve que ayudarle en un pequeño proyecto, pero casi todo el contacto fue por email. Vino a firmar unos papeles y punto. No le vi eso que le veían las demás tan irresistible. Sabía que nos encontraríamos en el futuro, pero no tenía prisa ni ganas.

Hace un poquito más de un año, el super jefe reunió a un grupo de gente para empezar un nuevo proyecto y me presentó como la persona que les iba a dar apoyo. Uno de los miembros del grupo era David. Sentado solo, un poco apartado y mirándome sin cortarse un pelo en vez de hablar con sus colegas. Yo, que normalmente estoy en la parra en estos temas, sobre todo en el curro, pensaba como una idiota por qué me miraría así, hasta que de tanto insistir, caí en la cuenta, se me subieron los colores y me senté en mi sitio dándole la espalda. Pero ya estaba perdida porque al fin le había visto ese no sé qué del que hablaban todas.