Esta mañana tuve una reunión con un compañero de trabajo que
es italiano y que está buenísimo. De momento le llamaré David. Si en el futuro
hay otro post sobre él, espero acordarme pensando en el David de Miguel Ángel. O…
puede ser una idea fatal si me lo imagino desnudo, como estoy haciendo ahora, y
luego cuando lo tenga delante me pase lo mismo… ay, qué terrible, voy al grano
que me desconcentro.
David y yo nos conocimos cuando él llegó a la empresa. Es
bastante tímido así que pasó de mí y yo de él. Todas las chicas estaban
loquitas por él: alto, ojos que te miran y te atraviesan, treinta y pocos, italiano,
soltero, hetero. ¿Tengo que repetir soltero y hetero? ¿E italiano? Al poco
tiempo, tuve que ayudarle en un pequeño proyecto, pero casi todo el contacto
fue por email. Vino a firmar unos papeles y punto. No le vi eso que le veían
las demás tan irresistible. Sabía que nos encontraríamos en el futuro, pero no
tenía prisa ni ganas.
Hace un poquito más de un año, el super jefe reunió a un
grupo de gente para empezar un nuevo proyecto y me presentó como la persona que
les iba a dar apoyo. Uno de los miembros del grupo era David. Sentado solo, un
poco apartado y mirándome sin cortarse un pelo en vez de hablar con sus colegas.
Yo, que normalmente estoy en la parra en estos temas, sobre todo en el curro,
pensaba como una idiota por qué me miraría así, hasta que de tanto insistir,
caí en la cuenta, se me subieron los colores y me senté en mi sitio dándole la
espalda. Pero ya estaba perdida porque al fin le había visto ese no sé qué del
que hablaban todas.