viernes, 5 de septiembre de 2014

Doce euros al mes

Parecía que la vuelta después de las vacaciones era tranquila, hasta aburrida. Normalmente me muero de aburrimiento, las mismas tareas día tras día, como Charlot en Tiempos modernos donde se vuelve majara en la cadena de montaje. No me cuesta imaginarme bailando con la aceitera. Pero lo de los últimos días era diferente, todo estaba en silencio, parecía que el edificio estaba vacío, Sandra y Mr. Lolas no montaron ningún numerito, no se me ocurría nada sobre lo que escribir. Hasta que llegó el martes y se desencadenó la tormenta.

Por la tarde, a última hora, cuando la empresa estaba medio vacía, llegó un email de la directora del departamento de Sistemas. Al parecer, en el último año, hemos hecho millones de copias e impresiones y hemos gastado toneladas de papel y para evitar el derroche nos dan un presupuesto de doce euros al mes por empleado. Seiscientas (600) copias en blanco y negro u ochenta (80) en color. Extraordinariamente se puede pedir un aumento cuando la cuenta llegue a cero. Extraordinariamente. Ya estaba el lío armado.

Soy la primera que intenta reducir gasto de papel. Reciclo igual que en mi vida privada. Guardo las copias con erratas que no son confidenciales para reutilizarlas, incluso recojo las que mis compañeros dejan tiradas en el cuarto de la fotocopiadora y las reparto entre amigos que necesitan papel para apuntes. Reviso bastante antes de imprimir, siempre que puedo a dos caras y evito las cosas innecesarias. Vamos, lo que cualquiera con cierto sentido común haría. Pero para mi trabajo tengo que utilizar cantidades ingentes de papel. ¿Cómo se presentan los proyectos? En papel. Algunos meses doce euros no me van a llegar ni para empezar.

Hay más casos como el mío, de hecho, las reacciones no tardaron en llegar, algunas públicas, otras privadas, todas con números que justificaban la protesta. Excepto un email ayer por la mañana de un empleado que es muy muy conocido en Twitter, un fanático de la tecnología. Él defendía que una empresa que usa papel se queda en el pasado. Yo estaba de acuerdo con él en muchos puntos, hasta que leí el final del primer párrafo. Él no imprime nada en la oficina desde hace años porque utiliza su portátil personal (no comenta nada si imprime en casa), si necesita algo, se lo pide a alguna secretaria. ¿En qué quedamos? ¿Necesita cosas en papel o no? ¿Y qué pasa con el presupuesto de esa secretaria que tiene que imprimir para él y para muchos otros?

Por la tarde me encontré con mi amiga Caroline. Me contó que el problema empezó porque no se estaban enviando ciertos encargos a reprografía. Como funciona tan mal, los que tienen que imprimir o copiar un trabajo en grandes cantidades (exámenes, presentaciones para los alumnos y asistentes a conferencias, informes…) se lo piden a las secretarias. Así que el que pensaba que los culpables eran lo que imprimían cosas personales hasta recalentar la impresora, se equivocaba de pleno.

Y ahora vienen mis reflexiones sobre este tema.

1.     Mi jefa: mi jefa tiene un cargo importante, tiene influencia y cierto poder, pero como no quiere quedar mal con nadie, no ejerce como jefa sino que va de guay. Quedar bien con todo el mundo es imposible, quedar mal conmigo es algo que le da absolutamente igual. Esta mañana le comenté mi problema con el presupuesto, le dejé bien claro que sabía que no tendría problema para que ella me autorizara un aumento adicional de los doce euros. La muy perra salió por la tangente y terminó diciéndome “veremos qué pasa”. ¿Qué pasa? Que en unos días tengo que preparar la entrega de un proyecto y no sé si me llegarán los doce euros. Yo en su lugar no tendría que pensar el darme la autorización, pero… El no quedar mal con la directora de Sistemas le puede, es antes eso que sacar el trabajo adelante.

2.     Reprografía: todo el mundo sabe que hay un problema. Cinco personas y dos máquinas para atender a una empresa de unos mil empleados en plantilla, más los profesores invitados (unos quinientos durante el curso escolar) y los estudiantes. La situación es que mi empresa ha comprado a otra, así que el volumen de cursos, clases, profesores y alumnos se ha multiplicado al menos por dos. Está muy bien que la empresa crezca, todos muy contentos con los beneficios, pero no tanto cuando hay que aumentar la inversión en ciertos departamentos. El problema no es que alguien le pida las copias a una secretaria en vez de llevarlas a reprografía,  tampoco que un jefe no se atreva a darle un toque de atención a esa persona por no seguir el protocolo. El problema está en que reprografía funciona mal. ¿Por qué? Esa es la pregunta clave. Si alguien tiene la respuesta se ha puesto un pañuelo en los ojos. Es más fácil recortarnos el presupuesto, dificultar el trabajo a los que estamos abajo, es más divertido machacar a los débiles que plantarle cara a alguien fuerte. Así que además de parar el rimo de trabajo, de la pérdida de tiempo, de la saturación del sistema de soporte (para pedir aumentos de cuota), hay que tener en cuenta el gasto de las copias que se harán en las tiendas de reprografía que hay a la vuelta de la esquina.

Para no alargarme, no menciono el fomento de la insolidaridad o la mala imagen que daremos a la gente externa cuando alguien nos pida la tarjeta y tengamos que decirle que no porque no puedes permitirte el lujo de que gasten los céntimos en cuarenta copias de un informe para la reunión con el presidente. Y también dejo de lado que a veces la igualdad no es justa porque no fotocopia lo mismo un jefe que su empleada. Todo muy bien pensado. Ya sabía yo que la tranquilidad de los primeros días no presagiaba nada bueno.

2 comentarios:

  1. Hummmm… ¿y las copias son acumulables? Es decir, ¿las que te sobren de un mes puedes añadírtelas al siguiente?

    En mis institutos yo tenía que comprar tarjeta de fotocopias para hacerlas. Normalmente mis jefes se enrollaban y me las hacían todas ellos -mejor, porque después de licenciarme en la universidad y estudiar un chorro de idiomas, resulta que soy incapaz (de verdad de la buena) de manejar una fotocopiadora sin preguntar al menos a dos personas. Y por supuesto, más de una vez toca empezar la clase más tarde para recordar a los alumnos más despistados y/o morosetes que tienen que abonar un euro o dos para las fotocopias porque los profesores, obviamente, no tienen por qué pagarlas cuando son para ellos. En fin. Sería bonito trabajar sin papel, pero tan triste.

    Y por otra parte, que la guerra del coltán ya es una realidad. Si todos hubiéramos de tener un dispositivo electrónico de alta gama para hacer nuestro trabajo o incluso los deberes, no quiero ni imaginarme cómo iba a acabar la cosa.

    Sí, he leído tu último post antes que este. Un abrazo :)

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    1. No, creemos que no son acumulables, pero nadie nos dice nada. Antes, cuando tenía que fotocopiar algo de la biblioteca, también me tocaba pagar la tarjeta porque mi departamento no me la pagaba, así que me las fui apañando sin ir allí. En todo caso, me pasaría como a ti con las de los alumnos, tendrían que pagarlas las personas para las que las hago, no yo.

      Y tienes toda la razón con lo del coltán! No se piensa en eso ni en toda la basura que genera la electrónica. ¿Es que no hay salida?

      BSS

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