lunes, 23 de mayo de 2016

Necesidad de hablar

Shup up
Yes please, de Allert Aalders
Hay clase en el aula del edificio. He mencionado varias veces esta aula pero nunca la he descrito. Es un anexo prefabricado que siempre he imaginado que fue añadido por mi empresa. No pega ni con cola con el edificio, pero los dos son bonitos. El aula tiene paredes exteriores transparentes y el edificio es un chalet típico de Madrid con una parravirgen que en verano cubre de hojas gran parte de la fachada. El aula puede dividirse en dos gracias a un panel movible, tiene acceso directo desde el exterior y también una puerta interior que la comunica con el edificio. El movimiento se produce la mayoría de las veces por las actividades que se organizan en el aula y/o en el patio y no por los que trabajamos aquí. Hoy es la excepción, ni se les ve ni se les oye. No sabemos exactamente de qué es la clase, pero mis compañeras me han dicho que los asistentes no pueden hablar. Imaginamos que es algo relacionado con la meditación. Los van a poner a prueba llevándolos a comer a un restaurante. Repito que no pueden hablar. No, tampoco en el restaurante. Silencio durante ocho horas en las que se acumularán cientos de emails en su bandeja de entrada. Los contestarán mañana mientras estén con sus hijos en el zoo.

Cuando salgo al patio veo a uno de los participantes sentado en una silla al sol, con la cabeza baja como si estuviera mareado. Debe de estar haciendo algún ejercicio. Desde que me lo han contado tengo cada vez más tentaciones de gritar y hacer ruido. Es una lástima que hoy no lleve tacones para molestar, aunque sigo teniendo la boca dispuesta para hablar, sobre todo si alguien menciona Juego de tronos, el tema estrella de las últimas semanas. Creo que es la falta de sexo la que me está llevando a ese nivel. Tendría que buscarme un amante aficionado a la serie para matar dos pájaros de un tiro. Le tengo echado el ojo a uno, pero falla en el tema serie. Mal.

Tránsito de Mercurio por delante del Sol 09/05/2016
Tránsito de Mercurio por delante del Sol, de José Miguel
Hay alguien más en la empresa que irrumpiría en esa sala llevando con gusto un altavoz, alguien que se jubila y ha decidido enviarnos en un adjunto una despedida un tanto desasosegante. Lo abrí por la curiosidad enfermiza que me invade hoy. Esperaba un testamento digno de los treinta años que llevaba aquí, pero sólo había una fotografía del tránsito de Mercurio ante el Sol y una docena de líneas cargadas de veneno. La Rotten me contó que era bastante malas pulgas. A lo mejor esta vez tengo que darle la razón. Durante estos años ha sido como Venus transitando delante del Sol, el paso por aquí lo ha calcinado (al menos no está tan calcinado como Mercurio), lo han hecho sentirse minúsculo y en soledad. Vaaaale. Me siento así a menudo, pero jamás enviaría un email de despedida diciendo que no doy ni agua a los que no me quieren. Si no les doy ni agua, no necesito anunciarlo, están muertos de sed, es redundante. Éste tendría que meterse en la clase del silencio. Nunca es tarde.

Hay más gente con aversión al silencio. Una es la Rotten, que me llamó a primera hora de la mañana. Creo que Circe y yo volvimos a invocarla. Sigue como una cabra. Quiere ponerse la vacuna contra la alergia a los ácaros porque un brujo mendigo le ha dicho que puede aliviarle lo de las pulgas. Puede que sea cierto, aunque en su estado creería hasta en los unicornios y, sobre todo, cree en ese médico loco desde siempre, no es debido a la desesperación por una cura imposible. A veces me entran dudas y pienso que quizás está enferma desde que la conozco y no supe ver que lo estaba. Veo tan difícil que rompa ese vínculo que le alimenta la locura, que no sé si algún día dejará de ver larvas y pulgas. En cualquier caso, está aún más necesitada que yo, al fin y al cabo, de momento no veo visiones. Su cumpleaños es en octubre. Me da tiempo a ahorrar para regalarle un vibrador. 

Blah, blah, blah
Blah, de Flood G.
Sandra es la otra que tiene ganas de palique. Otra necesitada. Si es que al final todo se reduce al sexo... He descubierto que usa un segundo teléfono, supongo que para que su marido no le siga ciertos pasos. Cuando sale de palique deja el oficial en el neozulo y su marido la llama como un histérico tanto al fijo como al móvil. Sí, lo miré y vi el careto del tipo en la pantalla. Prefiero no describir cómo es porque estoy condicionada por la repulsión que siento, que viene dada por la repulsión que siente ella. Cuando se va a casa, lo deja en el cajón de la oficina. Oigo cómo le llegan los mensajes. La primera vez casi me volví loca pensando de dónde venía la vibración. Con el segundo timbrazo me di cuenta de la jugada. Es lógico que lo deje ahí. Él revisa todo, incluso los papeles hechos bola en el suelo del coche. No se va y casi es la hora del té. Me daría igual si no quisiera hablar. Ha venido con mucha energía del paseo. Voy a tener que seguirla, estoy intrigada de verdad por esas llamadas que no quiere que su marido conozca. 

Al final he alargado el descanso para no aguantarla. Se ha ido a las seis. ¡A las seis! No sé si sabía que nuestra jefa no está aquí desde las cinco y media. Eso también le importa bastante, no sea que nadie se entere de que está haciendo horas extras jugando a marcianitos. ¡Marcianitos! Marciana ella.

4 comentarios:

  1. interesante tu texto como todo lo que escribis un placer leerte y gracias por tu hermoso comentario

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    1. Mil gracias a ti por pasarte por aquí, Recomenzar :) Un beso.

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  2. Con lo que me gusta a mí el silencio... Es un bien preciado que curiosamente mucha gente desprecia. Estoy por irme un día de vacaciones a un desierto. Dicen que es el lugar donde se experimenta el silencio más extraordinario del mundo. Allí no existe ni un mísero grillo que lo quiebre.

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    1. A mí también me encanta. Ahora, por ejemplo, que estoy sola en la ofi, es una maravilla. Puedo ser bastante parlanchina en ciertos momentos, pero intento no hablar por hablar. Yo las vacaciones las tenía pensadas en Marte, pero últimamente está muy solicitado.
      Saludos!

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