Primera hora del viernes. No es dolor exactamente lo que
siento en la cabeza, es algo parecido a una presión. No llega al nivel de una
resaca, es como la sensación que me produce una noche de insomnio, pero sé que
es el exceso de alcohol el que la causa. Tampoco imaginéis que bebí tantísimo
(no pongo cantidad porque más de uno se reiría de mí, echadle imaginación).
Alcohol
+ fuego = combustión
A glass of fire, de Hugo Martins |
El martes que viene terminamos el curso de inglés
oficialmente, pero ayer solo éramos dos en clase, así que nos fuimos con
nuestra profesora y un amigo suyo también profesor a dar la clase a un bar.
Puro speaking. Una conversación
coloquial no se parece en nada a una clase. Las cañas tampoco ayudaron, ni a la
compresión ni a la verbalización. Dicen que el alcohol ayuda a desinhibirse.
¡Ja! Eso será si no llegas al punto en que tus neuronas pierden las conexiones
que las ayudan a funcionar y para mí un sorbo ya es suficiente. Pero lo pasamos
genial. Las horas volaban en avión, yo cabalgaba en nube, mi compañera empezaba
a elevarse al techo y
los dos profesores no hacían ni amagos de despegar las puntitas del suelo. Debe
de ser la resistencia inglesa.
Un grupo de cuatro tíos al otro lado del bar lo pasaba tan
bien como nosotros. Uno posó su mirada oscura sobre mí cuando iba camino del
baño. ¿Sería la cerveza que me hacía ver visiones o el efecto vestido está aquí de nuevo? Lamento decir que si el alcohol a algunos les
hace ver más guapos a los demás, a mí no me ayuda a verme mejor a mí misma.
Debería hacer algo con este problema.
Pagamos y el camarero nos invitó a otra ronda acompañada de
su pincho. No podía más. Dejé un cuarto de cerveza y mi profe me preguntó si
podía rematarlo. Feel free. Y tan
campante salió a la calle. No daba crédito.
Y aquí estoy de nuevo, aguantando a Sara Pestes con sus
gilipolleces, porque mira que es corta. Su pequeño cerebro no le da para mucho
más que para abrir las piernas y dejar
mal al resto de mujeres, a las que trabajan con su capacidad y
conocimientos. Lo triste es que consigue lo que quiere porque el mundo funciona
así de mal. Bofetada de realidad para despertar. Decido dar un paseo antes de
que el sol achicharre las baldosas y todo lo que hay sobre ellas, así me alejo
un poco de esta Sara y su influencia, mucho peor que la resaca de pacotilla que
me acompaña hoy.
Every day is a celebration, de Topher McCulloch |
AMPLIACIÓN: Dejo pasar el fin de semana para que el texto
repose. Mientras lo reviso, Sandra habla con una amiga de la supercogorza que
cogieron el sábado hasta perder el sentido y la memoria. Ella no ha venido en
mal estado a trabajar, en eso he sido peor, pero mientras lo mío ha sido un
episodio puntual, lo suyo es algo continuo reflejado en las dos copas de vino que necesita para dormir, que antes era una y que puede que
pronto sean tres. Puesto todo junto parece que en este despacho el personal tiene
un problema con el alcohol, aunque realmente solo una debería controlar qué
bebe y cuánto bebe. Las demás solo nos preocupamos por ella, o eso creo, mira
que si es solo para no sentirme culpable.
Pues esos ratitos tomando algo con alguien en un bar son los que dan un poco de alegría a la rutina. El alcohol no desinhibe, cierto. Yo solo lo uso hasta el punto que ni borracho ni sereno. Entre dos y tres cervezas es suficiente si salgo para no acabar mal y estar contento. La semana pasada también tuve un rato de tomar algo(en mi caso con amigos).
ResponderEliminarLo de necesitar dos copas de vino para dormir ya es más grave. Como tu dices puede que pronto sean tres (como no estás con ella pueden serlo ya y no lo dice).
La oscura mirada que se te posó encima no tiene que ver con el alcohol. No estabas borracha.
Sí, es una alegría hacer eso de vez en cuando, con o sin alcohol. Habitualmente las pido sin y me lo paso igualmente bien, no sé qué me pasó ese día, los nervios por tener que hablar inglés, supongo, que me bloquean.
EliminarEn cuanto al problema de Sandra, tienes razón. De hecho me sorprende que lo confiese tan alegremente. Es probable que sienta algo de culpabilidad y necesite desahogarse, pero no tanto como para que piensen mal de ella.
Besos.