Por la tarde tenía que hacer unas compras y aproveché la
hora de la comida para acercarme a un cajero. Desde hace un par de semanas
tenemos una hora para comer y salimos una hora antes, así que elegí una oficina
que me queda a diez minutos. Al llegar al primer cruce vi a lo lejos al
Guardián de la puerta hablando con la chica de la limpieza delante del edificio
que le toca este mes. Se me puso un nudo en el estómago provocado por la
contradicción, una mezcla extraña provocada por una bofetada de celos porque no
era yo la que estaba hablando con él, celos por alguien a quien apenas conozco
(con el dato curioso de que no soy una pareja celosa, a ver por qué porras
siento eso por un desconocido), más el rechazo a encontrarme con él y que mis
hormonas se vuelvan a alterar solo por un saludo.