Hoy hace una semana que me actualizaron el ordenador.
Vinieron a recogerlo a las diez. El día se presentaba largo, así que decidí
hacer pequeñas tareas pendientes, como ir a buscar el certificado de
retenciones, o acercarme a correos. Además metí un montón de cosas para ir a la
biblioteca: un libro, el guion de Cadena perpetua, mi cuaderno de notas, el primer esquema de lo que estoy
empezando a escribir. Iba cargada como un borrico.
Los departamentos de administración y recursos humanos están
en otro edificio, a unos cinco minutos de aquí. Ya estaba llegando cuando vi el
autobús de donación de sangre justo en la puerta. En ese mismo momento decidí
que después de recoger el certificado, me iría a donar. Tenía toda la mañana y
aún me daría tiempo a ir a correos y a
visitar la biblioteca, aunque sólo escribiera un poco y dejara la
lectura para otro momento.
Cuando me acercaba al autobús vi entrar a una compañera. No
la conocía, pero llevaba la identificación. Como yo. Por un instante, en vez de
darme confianza, me hizo dudar. Tengo pánico a las agujas, sólo con hablarme de
ellas me entra una debilidad que me hace temblar las piernas, me mareo siempre
que voy a hacer análisis, nunca voy sola, pero pensé en toda la gente que
necesita de los demás y me acerqué a la cortina dispuesta a superarme a mí
misma.