Me sirvo un mojito.
Agosto. Sábado noche. Estoy sola
en casa, se oye música de las terrazas de la calle y he pensado por qué no
podría pasar yo también un buen rato, quizás emborracharme por una vez, aun en
soledad.
Mojito.
Abro mi diario y comienzo a
escribir compulsivamente. Mientras la tinta del bolígrafo llega a las últimas
pienso que es una costumbre trasnochada que no puedo dejar. No sé si alguien
más seguirá gastando hojas de papel, pero a mí me relaja, mi mente funciona a
mil por unos segundos para luego descansar. Descansar.
Cierro los ojos, respiro hondo, hasta
me olvido del mojito...