El viernes empecé un post que empezaba así:
“Esta mañana leí el artículo de la psicóloga Patricia Ramírez, Las personas “socialmente elegantes”. Aquí en el curro hay muy pocas que cumplan todos los puntos que ella menciona, algunas creo que no cumplen ninguno”.
Luego comentaba un poco cada punto y para terminar tenía pensado
conectarlo con algo que me pasó la semana pasada en el trabajo. Algo
interrumpió el proceso de escritura, no tomé notas y hoy, al abrir el archivo,
no recuerdo qué es ese algo. Supongo que una de esas tonterías mías.
Me niego a que quede estropeado. El artículo de Patricia Ramírez me
gustó mucho porque sufro esa falta de elegancia todos los días. No sé si es que
soy muy anticuada para eso, pero me gusta la buena educación. No chismorreo, no
me gusta hablar de mi vida privada con gente que la va a divulgar con la
siguiente persona que se cruce. No voy al trabajo a hacer amigos pero soy
educada, saludo siempre, sonrío (en general me gusta sonreír), intento ayudar a
mis compañeros. ¿Y con qué me encuentro la mayoría de las veces? Con chismosas
y cotillas, controladoras, gente que no te ayuda, al contrario, te pone la
zancadilla para que no puedas avanzar en un frente que es común, se alegra de
tus desgracias y gente que no te saluda, incluso se ríe de ti y luego te hace
la pelota cuando necesita que les ayudes. Por cierto, hablo en femenino porque
en mi edificio la mayoría somos mujeres, pero también hay hombres cotillas… y
mujeres amables.
Llevo seis años en esta empresa. Demasiado tiempo. Me ha salido un callo y aunque sigo diciendo hola y adiós con una sonrisa, a veces noto que no es tan sincera como antes. Si puedo, es decir, si mi jefa no está detrás, me escaqueo de ayudar porque no voy a recibir ni las gracias y es muy probable que otro presuma por lo que he hecho yo, cada vez me relaciono menos con la gente. No me gusta ser así, pero tampoco me gusta que me tomen por idiota y se aprovechen de mí. Ser amable y educado no es sinónimo de ser tonto. Y aunque mi aspiración es ser una persona elegante y cumplir cada uno de los puntos del artículo, siento que tengo que convertirme en alguien un poco barriobajero para sobrevivir.
Llevo seis años en esta empresa. Demasiado tiempo. Me ha salido un callo y aunque sigo diciendo hola y adiós con una sonrisa, a veces noto que no es tan sincera como antes. Si puedo, es decir, si mi jefa no está detrás, me escaqueo de ayudar porque no voy a recibir ni las gracias y es muy probable que otro presuma por lo que he hecho yo, cada vez me relaciono menos con la gente. No me gusta ser así, pero tampoco me gusta que me tomen por idiota y se aprovechen de mí. Ser amable y educado no es sinónimo de ser tonto. Y aunque mi aspiración es ser una persona elegante y cumplir cada uno de los puntos del artículo, siento que tengo que convertirme en alguien un poco barriobajero para sobrevivir.
Dicen que batalla que sabes que no vas a ganar, no te metas en ella....
ResponderEliminarTe seguiré leyendo!!
Un saludo
Yo en esta me metí, pero escaldada, salí de ella. Gracias por pasarte y por tu comentario :)
EliminarAy, creo que tú y yo somos muy parecidas en muchas cosas. Alguien decía que a ésto se le llama ser auténtico, que suena como muy bien, pero que en realidad implica romper con muchas cosas, cierta soledad, y tener que sacar los dientes de vez en cuando, no para sonreír, sino para gruñir. Pero sienta tan bien... y yo me creo toda una señora, auténtica y elegante. La cuestión es que no todos entienden bien mi "glamour"...
ResponderEliminarNo sé si soy auténtica, Rita. La cosa está que con el tiempo me han obligado a ser de una manera diferente a como soy, pero es la supervivencia. Al menos puedo ser auténtica con mis amigos... con algunos al menos :D
EliminarY veo que me repito más que el ajo :D (al menos, al menos, al menos...)
Eliminar