Rainy, de « м Ħ ж » |
“Cuanto más solitaria se siente una persona, más a menudo se ducha o se baña, más caliente le gusta que esté el agua y más tiempo se queda bajo la ducha. Lo que eso nos dice es que las personas solitarias están reemplazando, sustituyendo el calor social que no tienen en su vida, que les hace sentirse solos, por calor físico”.
Estas
palabras son del profesor de psicología en Yale, John Bargh, en el minuto 16:50
del documental El cerebro automático: el
poder del inconsciente (es el segundo de dos documentales sobre el funcionamiento del cerebro)
y vienen de perlas para lo que iba a escribir sobre mi semana en el trabajo.
Antes de
hablar el profesor Bargh, se ve a una parejita en la ducha. Pensé cuánto me
gustaría estar en su lugar, ya hace algún tiempo que no me toca. Y entonces,
¡zas!, aparece Bargh soltando esa retahíla. Inmediatamente aparecieron en mi mente las
imágenes de mis duchas este invierno, en las que no cierro el grifo del todo
mientras me enjabono porque siento frío. Vivo sola desde hace años, me gusta,
me siento bien llegando a casa y teniendo todo para mí. Sin embargo, esa ducha
del documental hizo click como lo hicieron otros pequeños detalles últimamente.
Un click como este provocó que me bajara de la noria hace exactamente cuatro meses. Cuatro meses y un día. Pero
parece que echo de menos estar allí arriba más de lo que pensaba.
Terminando
la mañana, a Sandra (la Otra) le cayó un marrón. ¡Ya iba siendo hora! Tan
estresada estaba, que su pagafantas fue a la cocina a calentarle el tupper.
Cuando se lo puso en la mesa y se lo abrió, ella no pudo reprimir el impulso de
estirar los brazos hacia el cuello del morenazo. De pronto, me vio por el
rabillo del ojo y se le bajó el subidón. Probablemente si no estuviera yo… Pero
estaba. Como no pudieron sobarse, Mr. Lolas continuó preparándole los bártulos,
le sacó la servilleta y los cubiertos y sólo le faltó darle la comida a
cucharaditas como a los niños.
Ayer
salí un momento y al regresar, Mr. Lolas estaba levantado pegado a Sandra,
enseñándole algo en el ordenador (¿?), con el culo en pompa una vez más. La verdad es
que tiene buen culo y cuando se dan estas situaciones soy yo la que lo
disfruta. Él apenas se movió para dejarme pasar y ella me echó una mirada de reojo
(se va a quedar bizca). Se nota que les corté el rollo, aunque siguieron bien
pegaditos, cuanto más se pegaba Mr Lolas a Sandra, más acercaba el culo a mí.
Es lo que tiene trabajar en un zulo como este. ¡Qué tentación darle un
cachetito! ¿Me habría atrevido? Creo que no. Estoy segura de que se habría
montado la revolución francesa, habrían desempolvado las guillotinas sólo para
mí.
Sandra lleva
casi dos semanas sin hablarme. No sé si es que él le ha contado alguna de
nuestras inocentes conversaciones y le dio un ataque de celos, si es que le molesta
que no le haya preguntado por su resfriado o simplemente le cabrea que esté
pegada a su cogote impidiéndole montar una escenita estilo Jack y Jessica en este cuchitril. ¡Que le den! Pero
si no me habla por un enfado ficticio, imaginad si le toco el culo a “su”
hombre.
Labios, de Daniel Lobo |
Me
encanta ver parejas que se besan por la calle. Por las mañanas coincido con una
que se separa siempre con un beso. Es tan tierno ¡y nos besamos tan poco! Pero en el curro me siento muy incómoda. No me gusta.
Hoy me ha dado por pensar si puede ser envidia. El subconsciente es muy
traicionero y, como dicen en El cerebro
automático, nuestro cerebro sabe las cosas antes que nosotros mismos. Ahora
estoy sola, mis últimos amagos de romance no han salido bien… ¿y si todo ese
cúmulo de cosas se revoluciona cuando ve a estos dos niñatos casi cuarentones coquetear?
Por otro lado, hace seis meses me sentía igual de mal y no estaba sola. Ya no
sé si me dan ataques de mojigatería o estoy envidiosa, pero no quisiera sustituir
mis zapatos rojos por unos verdes.
Pues yo cuando me siento sola y no tengo ganas de estar en el mundo, huyo hasta de la ducha, me abandono completamente, y es sólo cuando me recupero, cuando busco en la ducha quitarme la mierda literal y la no literal para tirar p'alante.
ResponderEliminarLos besos dan envidia. Eso es así. ¡Qué ricos, cuánto los echo de menos! A veces mi mente me traiciona y se olvida de mi pasado y me tienta a volver a subir a la noria. ¡Por dios que se me pase pronto y que no se me vaya la cabeza!
Pues sí, cuando no los tienes dan un poco de envidia. Lo que no querría sentir es envidia concreta por estos dos, creo que tengo las ideas claras, pero lo de la ducha me ha dejado un poco ko.
EliminarEspero que sí, que se te pase pronto. Subir a la noria es emocionante. Si no te apetece, vale, pero por estar dolida, no :)