viernes, 29 de enero de 2016

Tiempo de tormenta

sombra de hombre con paraguas de colores, gotas de lluvia en una ventana
Rain man, de Bjørn Giesenbauer
Es difícil encontrar tema sobre el que escribir. A veces tomo notas con ideas en un par de palabras, otras espero a que pase algo por la ofi para empezar a escribir, en la época de la Rotten y su circo de pulgas escribí algunas entradas en forma de diario, de hecho, las titulé Diario de un ascenso, juego de palabras con su nombre. No suelo conservar aquellas que escribo y no publico. Sólo reciclé una que transformé en cuento y ésta. La empecé el dieciséis de diciembre y estuve a punto de borrarla, no lo hice por una de esas casualidades que parecen mágicas y aquí estoy, sirviéndome de ella. Y es que la tormenta ha vuelto.

Sandra tiene un problemilla con su trabajo. La entiendo. Aunque no hacemos lo mismo, no nos dedicamos a nada entretenido, estimulante o enriquecedor. A veces tengo la sensación de estar en una especie de cadena de montaje oficinesca de la que es difícil salir. Por eso busco cosas para hacer fuera. Ella tiene a sus hijos, su vida fuera de aquí son ellos, pero ¿es suficiente eso para llenar a una persona?

Es viernes. Estamos en la nueva oficina desde el martes por la tarde. Fuera está nublado y gris, dentro debería estar blanco, pero las nubes del exterior se pelean por entrar y soltar su carga aquí dentro. Sandra está enfadada de nuevo con nuestra jefa por las tareas que le asigna. Cuando la hicieron fija no se planteó si era bueno o malo, dio por hecho que cambiar un contrato de becaria por un contrato indefinido implicaba cambios de tareas, responsabilidades y sueldo. La estabilidad con el tiempo puede convertirse en una caja con barrotes de la que es difícil salir. Ahora mismo no tiene la llave para liberarse, lo que no quiere decir que no se dé golpes contra ellos. Por eso desde hace unos meses nos empezaron a rondar unos oscuros nubarrones en el zulo. Llegué a pensar que no llovía en Madrid porque todas las nubes del mundo estaban metidas en aquella pequeña habitación.

persona con paraguas rojo
A grito pelado, de marta ... maduixaaaa
Ayer, tuve que abrir de nuevo el paraguas. La felicidad ficticia por la mudanza desapareció de golpe. Mi jefa le pidió que escribiera y enviara unos emails por ella. A Sandra le superan esas tareas. Ella querría hacer un trabajo guay, no de secretaria y se desahoga conmigo. Mi mente perversa de diablillo por un lado la entiende, por otro desconfía. Me gustaría decirle algunas de las cosas que escribo aquí, que se lo tenía que haber pensado, que si quiere cambiar tiene que empezar por formarse y reciclarse, que un cambio “a su medida” implica un horario a tiempo completo, incluso con horas extras no pagadas, implica no recoger a sus hijos en el colegio, ni ayudarles a hacer los deberes, con suerte llegará para acostarlos y puede que conlleve no tener fines de semana ni vacaciones completos porque tendrá que estar pendiente de su móvil. A la gente le gusta tenerlo todo sin sacrificio, pero no le gustan las verdades. Solo la escucho y no digo ni mu, no sea que luego lo vuelva en mi contra en sus reuniones con nuestra jefa.

Salir de la zona de confort es muy complicado. Me pasó simplemente por tener que mudarme del zulo. Con los cambios siempre se pierde algo, aunque lo que se gane sea mayor. En el caso de Sandra claramente no está preparada para dar el paso, así que mientras no se decida, tendré que tener un paraguas de emergencia en el cajón y un saco de discreción. Y seguiré con lo mío: cumplir aquí y desbordar mi imaginación en mis proyectos no laborales. Quizás algún día sea eso lo que me dé de comer y si no, al menos habré disfrutado, aunque por lo que escribo aquí parezca que estoy amargada.

4 comentarios:

  1. Pero es que la mayoría de la gente se instala en la zona de confort. Yo he salido algunas veces y me ha ido de manera irregular. Algunas veces me he arrepentido y otras no. Casi al cincuenta por ciento. Pero en perspectiva incluso aquello de lo que me arrepiento deja de agobiarme cuando las cosas vuelven a ir bien. Actualmente ya me estoy reciclando pero esta vez con cinturón de seguridad. Ahora sólo dejaré el trabajo si tengo uno mejor asegurado. Aún así entiendo a tu compañera. Si en un mes o dos ya no quieres cambiar lo que haces en años es peor. Es pesado empezar de cero y ser la nueva o el nuevo dónde sea. Eso es casi lo peor. Lo peor es languidecer en el mismo lugar que ya sabes que odias. Con el tiempo lo odiarás más o te odiarás tu mismo-a.
    P.D. A pesar de la Rotten y otras cosillas no transmites amargura, don,t worry. El humor te redime.

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    1. Es un alivio saber que no transmito amargura. Porque a pesar de lo que pueda escribir aquí o decir en persona, intento disfrutar del lado positivo.

      Yo también la entiendo, estoy muy acomodada aquí y sólo cambiaría para algo muy muy bueno. Dejar mis super vacaciones supondría un trauma. El problema de Sandra viene por haberse creado falsas espectativas, así que lo pasa peor y no es capaz de ver las cosas positivas de su trabajo. Y eso es terrible.

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  2. Me gusta como cuentas
    La realidad de tus letras me encanta
    un abrazo grande

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    1. Gracias, Recomenzar. Me encanta leer tus comentarios siempre positivos cuando pienso que lo que escribo no vale para nada. Un abrazo enorme.

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