martes, 15 de septiembre de 2015

¿Cuándo es agradable trabajar aquí?

Va siendo hora de que retome el blog. El descanso que me he tomado en vacaciones se está alargando demasiado. He perdido la costumbre y no siento necesidad de abrir la página en blanco, enfrentarme a ella y además escribir algo ingenioso (o algo que intenta serlo).

Las tres semanas que llevamos han sido tranquilas, pero han pasado cosas. Para empezar, la Rotten sigue con su frenesí pulguero. Pensábamos que a la vuelta estaría un poco mejor, qué inocentes. La buena noticia es que no puede venir a vernos porque tenemos moqueta. La mala es que está en manos de un médico sectario que la va a llevar a un destino que no quiero ni imaginar. Sigue casi al pie de la letra la orden de no entrar en sitios con moqueta o sillas de oficina para cerrar el círculo vital de las pulgas. Esta orden implica dos cosas. La primera, que ella lleva las larvas allá donde va como si fuera un perro. La segunda, que las pulgas están en todas partes. Se compadece de nosotras por estar en un cuarto con moqueta. Tía, compadécete porque no tenemos ventana y estamos hacinadas en un zulo enano, no por tener moqueta.  Hemos sabido que tuvo una reunión y se sentó en el pasillo, para no pisar la moqueta del aula. Va en picado.

 The Man Who Fell To Earth, de Trevor Butcher
The Man Who Fell to Earth, de Trevor Butcher

Quizás debería hablar un poco más de su “médico” aunque sea solo para desahogarme. Me encantaría denunciarlo y que lo encerraran de por vida. Lo que hace con sus pacientes no es humano. Les lava el cerebro, les hace creer que es un dios, los lleva al borde de la muerte con tratamientos homeopáticos bestiales o al borde de la locura para luego hacer que los cura, les saca los cuartos con engaños. A la Rotten le ha dado un potingue elaborado con brandy, aloe, curry y un montón de hierbas más para que se lo eche en el cuerpo como repelente de pulgas, esas que están a sus anchas en el frío invierno y que hace meses que no se dejan ver. Es el que le ha echado una pipeta de perro y le ha puesto una pulsera con una pastilla insecticida, el que la ha convencido de que su pie está hinchado desde hace nueve meses porque su cuerpo no ha sido capaz de eliminar el veneno inoculado por las pulguitas de marras. Veneno que no ha sido expulsado ni con ocho sesiones de ozono en vena en un mes. Le sugeriría que quizás su problema en el pie no es por veneno, pero se empecinaría aún más en su creencia, nadie puede contradecir a su dios. Esto no es una cuestión médica, es ni más ni menos que una cuestión religiosa.

Entre unas cosas y otras ha mencionado, así, de pasada, que ha pensado en el suicidio. Nuestras alarmas saltaron a toda potencia, nos hundimos. Es este señor el que la está empujando a ese punto, la manipula para que no vaya a ningún otro médico cuando debería ser él el que la llevara. Y la creo capaz de hacerlo, voluntaria o involuntariamente. Como la pipeta funcionó (al menos como placebo) también puede creer que el veneno que tiene en tuppers por todas partes funciona mejor con una ingestión directa. Él no tendrá cargo de conciencia si lo hace. Yo sí. Por no poder ayudarla, por no poder hacer nada, por tener las manos atadas porque no es mi madre, ni mi tía, ni mi hermana. Ojalá la locura, el estrés y la falta de sueño provocaran un estallido de furia violenta, acudiera la policía y se la llevaran a un centro. Cada día estoy más convencida de que separarla de ese loco es el primer paso para su curación.

 Wild Plumbing, de Kevin Dooley
Wild Plumbing, de Kevin Dooley
Un tema muy triste del que me voy a alejar por un momento. Necesito un respiro después de tanta tristeza y el ambiente aquí no es el mejor ahora. Desde ayer tenemos un olor insoportable en el zulo. Por suerte va y viene, o quizás es que nuestras sensibles narices acaban por acostumbrarse a la fetidez. Se trata de un problema crónico del edificio y su causa ya es leyenda. No se sabe si es porque hay una filtración del agua de los baños al hueco del ascensor, si es una tubería con pérdidas, una fosa séptica demasiado pequeña... Lo único que sí sabemos es que empieza dando pequeñas señales, sobre todo antes de días de lluvia, hasta hacerse insoportable en todo el edificio. El zulo siempre estuvo bastante protegido, hasta ayer.

Nauseabundo. No se puede comer aquí. Ayer se me revolvió el estómago, recordé los tiempos de la Mofeta y deseé con todas mis fuerzas que se pasara. Y se pasó. Al mediodía ya no olía. ¿Será que por una vez funcionó la dichosa ley de la atracción? Mis pensamientos positivos debieron de ser muy débiles porque esta mañana estábamos en las mismas. Sandra y Ana le preguntaron a Azucena, la arpía mayor, si no notaba el olor y con tono de asco y desprecio nos soltó: Sí, bueno, como siempre. ¡Cómo que como siempre pedazo burra! Mal olor hay en su despacho, sobre todo en invierno cuando la Mofeta suda como una cerda por la calefacción. No se puede entrar ni dos horas después de que el animalito se haya ido y viene esta imbécil a decirnos que aquí huele siempre mal. Como dice una amiga mía, me dieron ganas de caerle a golpes.

Me voy con mi enfado a otra parte. Tengo un marrón entre manos, sí, aquél con el que hice la despedida de curso. Entre el mal olor y el frío no es muy agradable trabajar, pero ¿cuándo es agradable y divertido trabajar aquí?

4 comentarios:

  1. Son solo momentos ...
    los blogs nos ayudan a escribir lo que sentimos
    como queremos nuestras vidas
    y como las vamos creando y escribiendo
    Magnifico tu relato

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  2. Tenga la impresión de que esta mujer no está tratando con un hechicero o curandero, sino no con un veterinario. Y lo sé porque mi tía lo es y receta esos mismos tratamientos a sus pacientes.

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  3. Y yo deseándote un buen comienzo. Un deseo perdido. Estás en un edificio enfermo. Claro que lo de asumir culpas por la Rotten no es necesario. No debería ser posible nunca. La única culpa de lo que le ocurre es en la naturaleza que la ha hecho así, ni siquiera ella. La Rotten está para que la mediquen y si no quiere, tú que vas a hacer. Claro que a lomejor esos picores son por culpa de la sarna. Y esos ácaros si son reales y moqueteros y me temo que casi, casi crónicos. Y lo difícil que es no rascarse cuando alguien se rasca cerca... En fín... Hoy no sabía qué infierno era peor, el de vivir en un zulo, el de que huela mal o el de estar acopañada por un animal de sanatorio. Aunque tu blog ya se echaba en falta y esas han sido buenas excusas para el retorno.

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  4. Recomenzar: El blog es desde luego un gran desahogo. Llevo un diario, pero encontrarte con la gente en los comentarios conforta. Un abrazo.

    Mazcota: No insultes a los veterinarios XDDD Ahora en serio: también le pone acupuntura a los perros :S Un abrazo.

    S.: Quizás también necesito tratamiento porque me siento muy culpable por no poder hacer nada. A ratos mi lado lógico manda y me dice que no se puede ayudar a quien no quiere ayuda, pero sólo a ratos. Un abrazo.

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