Hoy es el último día de trabajo antes de las vacaciones.
Está siendo tranquilo, de hecho, a esta hora (doce y cinco) ya tengo todos mis
temas cerrados y no tengo nada que hacer. ¿Por qué no practicar un poco la
escritura? Luego leeré un rato discretamente en el ordenador. Pero ayer… Ayer
fue un día de esos en los que es mejor no levantarse de la cama.
Al poco de llegar me llamó la jefa de un departamento relacionado
con el mío. Mi jefa está de vacaciones desde el lunes y fue ella la encargada
de decirme que nos había caído un marrón. Me fastidió, me amargó, me cabreó. No
se manda un marrón el penúltimo día de trabajo. He estado conteniéndome para
hacer ciertas llamadas que implicaban carga de trabajo para otros porque solo
nos quedaba una semana y a mí me sueltan un saco de mierda encima dos días
antes de las vacaciones. Ironías de la vida.
La cosa no quedó ahí, si no, probablemente no escribiría
sobre ello. La fecha de entrega era el día diez de septiembre para un trabajo
que saben que hay que hacer desde el año anterior. Se trata de aportar unos
datos sobre nuestros departamentos para la elaboración de la memoria anual.
Incluso nos mandan el modelo del curso
anterior para que veamos la tabla que hay que rellenar. Memoria anual. Día
diez. Menos de dos semanas para entregarlo. Pregunta tonta que yo me hago, ¿cómo
se han apañado otros años para hacerlo? Igual que se apañarían este año:
investigando, recabando la información en los archivos. Porque es de recochineo
que nos envíen los Excel con la información. Nos están diciendo: vosotros, chusma,
haced el trabajo sucio.
Recopilando. Van tres motivos para el cabreo:
- La fecha de comunicación.
- La fecha de entrega.
- La vagancia ajena.
Quedan dos. El cuarto: la vagancia ajena segunda parte sumada
a una caradura que no cabe en un estadio. Una de las zorras esclavistas quiere
aprovechar que vamos a proporcionar datos globales para que le rellenemos otra
tablita a ella con datos concretos. Esa es la peliaguda, en realidad, y no
tiene nada que ver, nada, con la que es para la memoria anual. Me pregunta a mí
la columna J, a Investigación la I y le queda perfecta. ¿Acaso creen que yo me sé
esa información de memoria? Bueno, alguna sí, no voy a engañaros, pero es algo
que jamás, jamás reconoceré ante nadie del curro. Solo tengo a ciento diez
profesores bajo mi ala, después de tantos años es fácil saber sus
nacionalidades, si son doctores, su universidad… pero otra gran parte también
tengo que buscarla, teclearla igual que ellas (Ellas = las dos zorras
abusadoras encargadas de este esclavismo). Y ahora voy a decir lo que es obvio:
es mucho más fácil y cómodo cargarle toda la mierda a alguien que esforzarse un
poco. Y si ese alguien no es de su departamento, mejor, porque así sus
subalternos pueden seguir haciendo otras tareas para ellas, que seguirán sin
mover un dedo. Mi jefa nunca les va a parar los pies (así nos va, cada vez peor), este es el
quinto motivo de cabreo. No tiene ovarios para decir que no aunque tenga una
categoría superior a la de la otra persona. La jefa del otro departamento, la
que llamó, hace lo que dice mi jefa.
No contesté a ningún email sobre este tema, de hecho le
escribí a mi jefa cuando pensaba que teníamos que entregarlo el día diez para
decirle que no iba a responder a nada hasta haber hablado con ella. También le
dije que todo lo que venía de ese departamento me parecía un abuso. Sé que no
va a mover un dedo, sé que mi descontento en este asunto se la trae al pairo,
pero me niego a que piense que soy el diablillo más feliz del mundo cuando me
machacan. Cuando me tratan así me cabreo y eso marcó mi día de ayer.
Para despejarme un poco fui a recoger un reembolso en
administración. De regreso me encontré con David.
Estaba a su bola, en su propio mundo, no sé si fumará otra cosa que no es
tabaco. Estaba demasiado cabreada para saludar, para sonreír, para parecer
amistosa. Algo que hago normalmente de manera natural suponía un esfuerzo de
gigantes en ese momento. Simplemente pasé. Nos ignoramos mutuamente, así que no
estuvo mal. Cero traumas.
Llegué de nuevo al zulo y a medida que pasaba el tiempo,
llegaron más emails, con más detalles y los archivos con los que trabajar. Mi
cabreo crecía y crecía. Probablemente no era para tanto, me pilló mal,
demasiado acumulado en este curso nefasto. Y llegó el momento de la venganza
contra la vieja de la limpieza. Suelo ser pacífica, pero es que esta mujer saca
de sus casillas a cualquiera. Hace mes o mes y medio, me insultó. Dos veces.
Sin hacerle nada. Simplemente fui a por agua a la cocina y aprovechó para
lanzarme dos dardos envenenados. Seguramente estaba cabreada y lo pagó conmigo.
No es excusa. Desde ese día prácticamente no le dirijo la palabra. Hola y adiós
como mucho. A los insultos tengo que sumar la porquería que tienen a veces los
baños, la porquería que tiene nuestra moqueta, el tener que limpiarme yo mi
escritorio… y lo que pasó la semana pasada.
Fui a por agua. Esta vez estaba fregando las escaleras. Lo hace una vez al mes, con suerte. Sólo estaban mojados los dos últimos escalones y los pisé. Me puso verde mientras estaba en la cocina, lo suficientemente alto como para que la oyera. Si la hubiera encontrado en el primer tramo, habría subido y cogido el ascensor como otras veces, pero no iba a dar vuelta por dos escalones. Cuando regresé para subir se puso a fregarlos de nuevo otra vez. Me cortó el paso. Esperé y volví a subir, a propósito. Y volvió a ponerme verde. Se la oía desde el primer piso. No pensé en vengarme, pero ayer la situación se me presentó con luces de colores y aroma a miel. No voy a relatar lo que hice porque por la tarde me sentí terriblemente mal y no porque sintiera lástima por ella. Sentí vergüenza pensando que mi amiga Esther iba a ver mi “obra de arte”. Lo que pensaran la vieja, el retrasado de mantenimiento que cierra el edificio o el resto de compañeros me daba igual. Lo que me importaba es lo que pensara mi amiga. Dice que me pasé tres pueblos, eso me hizo sentir todavía peor. Soy un diablillo de pacotilla.
Vaya, yo pensaba que era el único que se autocensuraba las maldades por no quedar peor, por sentirse mal. El hecho de que cierta moral subconsciente no nos haga sentir bien con las "maldades" ya es positivo. Pero yo, como malísimo recomendador en este caso, no creo que te hayas pasado tres pueblos con nada. No la has buscado, es ella la que lo ha hecho y cuando te ha encontrado le has parado los pies. Supongo que no has cortado su cabeza y la has metido en el congelador(eso sí sería pasarse un poco aunque yo a veces lo pienso con ciertas personas). Sea lo que sea eso que has hecho ha sido una respuesta airada en un mal dia laboral. El trabajo nos da gran parte de los disgustos. Dirán que el dinero no da la felicidad pero por lo menos sí te da la posibilidad de hacer lo que te da la gana y no tener que estar sujeto a esos incidentes inesperados dos días antes de irse de vacaciones. En cualquier caso disfrútalas y olvida en lo que puedas eso.
ResponderEliminarQué va! Yo también soy de esas que se autocensuran. En mi caso, creo que es por la falta de costumbre, luego me entran unos remordimientos terribles. Eso sí, releyendo el post de nuevo... ¡no recordaba cuál era la venganza! Mis vacaciones están entrando en la recta final y no quiero que acaben. :) Un abrazo.
Eliminarque lindo los preparativos cuando uno se va no es lo mismo cuando se vuelve
ResponderEliminarEs cierto, Recomenzar. Esa ilusión maravillosa con la que se hace la maleta en la ida.
EliminarBUEN VIAJE QUERIDA
ResponderEliminar¡Muchas gracias! Ya estoy de vuelta y las vacaciones parecen un sueño.
Eliminarte disfrutaste ahora comienza tu nueva vida que iras pintando dia a dia
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