lunes, 9 de diciembre de 2019

Convidada de piedra

Puesto callejero de frutas y verduras (Segovia)
All kinds, de Gregorio Puga Bailón
Las reuniones de trabajo son un peñazo. Por suerte, no tengo que asistir a muchas y casi todas son necesarias para revisar ciertos puntos del trabajo o para que avancen los proyectos que coordino. Sin embargo, de vez en cuando me toca alguna insufrible que no está relacionada con lo que hago y a la que ni siquiera es necesario que asista.

Imaginemos que trabajo en la frutería de un supermercado, que soy la encargada de mantener las frutas al día y tengo una compañera que se encarga de las verduras. Todo el mundo ve todo junto, en armonía, combinando los colores y piensa qué bonito, pero… Yo podría aconsejar para que alguien haga una buena elección entre una golden, una reineta o una starky para hacer una tarta o cuál combina mejor con la lombarda, aunque no podría decir mucho acerca de la temporada en que se puede encontrar la lechuga romana, la de hoja de roble o la escarola o cuál es la más tierna. Pues eso ha pasado en mi última reunión, que era para verduleras (sin otra connotación que la de vendedora de verdura) y no para fruteras.

Nos enviaron la convocatoria hace unas tres semanas, justo cuando estábamos en medio de un marrón desquiciante. La persona que nos citó se mosqueó porque no podíamos quedar antes, porque como comprenderéis, trabajar en la clasificación de cebollas según su punto de acidez, no es para nada comparable a elegir qué uvas vamos a pedir para fin de año. Cuando se fijó la fecha sugerí que quizás sería conveniente que nuestras dos compañeras de la sección de verduras asistieran también y todo el mundo me ignoró. Así que cuando llegó el día de la reunión yo estaba bastante mosqueada porque las personas que podrían decir algo no iban a acudir y no había ningún motivo para que yo estuviera allí. 

El día empezó de asco. Salí pronto de casa. Estaba citada a las diez, pero antes tenía que revisar unas cosas con mi jefa. Y pasó lo que tenía que pasar, que el tren hizo lo que quiso y me retrasé veinte minutos. Estos retrasos hacen que toda mi organización del día se haga pedazos y, por si eso no fuera suficiente, cuando llegué y hablé con mi jefa, la noté atacadísima a causa de un marrón para el superjefe, su jefe directo. Me pidió unas cosas para la reunión y a los cinco minutos me llamó para decir que mientras el súper no llegara, ella no se podía marchar. Tendría que ir sola. Lo que faltaba. 

cebollas rojas
La cebolla, de Daniel González
También a la reunión llegué tarde porque le estuve enviando cosas a mi jefa hasta el último minuto, aunque por suerte no fui la última. Pero el primer gesto de morros fue cuando dije que Diana se iba a retrasar. Me miraron mal, sobre todo cuando me hicieron la primera pregunta, sobre cebollas, y no supe contestar. Lo que sí les dije es que la clasificación que tenían era incorrecta. Entonces, heridas en su orgullo, me dijeron de manera amenazante: eso ya lo veremos. Cuando dije que deberían confirmarlo con la especialista, bueno, ahí quisieron asesinarme porque sabían que yo tenía razón, pero no querían dar el brazo a torcer.

La siguiente pregunta sí era para mí, pero justo antes de soltarla por esas bocotas de Jar Jar llegó mi jefa. Lo primero que dijo después de disculparse fue que las había dejado en buenas manos conmigo, la especialista en el tema. No sé si a las otras eso les sonó a recochineo, pero yo me sentí aun más ultrajada. Además, Diana no soltó su turno de palabra y fue ella quien contestó. Así que me quedé todo el rato en mi rincón como una convidada de piedra. Para lo único que abrí la boca fue para hacer otra sugerencia, buenísima idea desde mi punto de vista, pero rechazada por las demás casi como castigo por no haber respondido a lo que no tengo obligación de saber. Por suerte mi jefa, sin saberlo, restauró un poco mi honor cuando dijo que la clasificación de cebollas era incorrecta. Claro, a ver quién era la guapa de las otras tres que le iba a soltar un ya lo veremos amenazante, así que le dijeron que poco a poco y por desuso, terminaría por desaparecer. Perras.

Eché humo. No sé si me notó o no, pero realmente hacía tiempo que no me sentía tan mal, creo que desde la última vez que fui mal preparada a un examen en el que únicamente me preguntaron lo que no había estudiado. Solo que en este caso no había nada que preparar, sino que no estaba en el examen adecuado. No solo porque el tema de frutas apenas se tocó a pesar de mis advertencias continuas sobre mi desconocimiento del tema cebollil, también porque las miradas de la persona que lideró la reunión eran hasta amenazantes, pero sobre todo menospreciadoras, como si la culpa del fracaso de la reunión fuera mía por no saber algo que no me compete y no suya por no haber convocado a la persona correcta. Incluso a la hora de despedirnos apenas me miró y ni siquiera me dijo adiós. Evidentemente es mucho más fácil que otra se quede con la responsabilidad del fracaso. Así se duerme mucho mejor, aunque no se aprenda jamás.

Desde mi rincón de castigo yo sí he aprendido algo. O se habla de fresas exclusivamente o viene la verdulera,  pero no vuelvo a ir sola. A ver qué cara pone Diana si llega ese momento. Es lo que pasa cuando te tratan como mierda sin razón.

8 comentarios:

  1. Joder, menuda mierda de reunión :-(

    Besos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí, fue un asco. He tenido momentos horribles en el trabajo, de mucho agobio, pero este ha sido el peor, por la humillación y por ser en público.

      Besos.

      Eliminar
  2. Tienes una forma maravillosa de ver la vida .Y maravillosa cómo la cuentas
    felicitaciones
    Sigues creciendo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Recomenzar. Aunque me temo que esa reunión la vi muy muy negra.
      Un abrazo.

      Eliminar
  3. Ya suena a cómico pero vuelve a coincidir tu destino con el mío. Especialmente el laboral. Esa sensación de que desde arriba nos dan indicaciones equivocadas, que sabemos que son equivocadas, que decimos a quién debemos que lo son y que siguen siendo equivocadas porque no se pone remedio a estas y lo peor, se nos ningunea. Parece que la política empresarial sea dar instrucciones a tus superiores de que se comporten como bestias descerebradas sin razonamiento. O a lo mejor es que si te hacen caso porque les explicas lo de las verduleras y las fruteras puede parecer que tu sabes más que ellos y hacerles perder... ¿autoridad? Ya es que casi ni te queda el consuelo de que te paguen por perder el tiempo. En fin. Ya estamos cerca de algunos festivos si es que los tienes. Saludos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es verdad, S., lo de nuestras coincidencias es divertido. :) En el caso de lo que pasó en la reunión, creo que puede pasarle a cualquiera que trabaje en una posición no muy alta. Debo decir que estoy casi segura de que a mi jefa se le fue la olla cuando se lo dije, para las otras realmente no tengo excusa. A mí el único consuelo que me queda son las vacaciones tan largas que me dan para no verle la cara a nadie en una buena temporada.
      Un abrazo.

      Eliminar
  4. No quiero comentar nada más sobre tu trabajo y sobre esta reunión horrible...
    me quedo con algo que hace rato con lo que me río...perras...
    me descojono!!!!

    es que te veo tan modosita que ese insulto me pilló desprevenida! jajjajajaa

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Jajajaja. Es que en el blog me corto un poco en ese sentido. Pero mira, así se notó más lo cabreada que estaba, jajajaja.

      Eliminar