En las últimas semanas, desde mi última entrada, me ha
resultado imposible asomar la nariz por el blog. El ajetreo ha ido in crescendo hasta provocarme un estrés
como hacía mucho, mucho tiempo que no pasaba y así es imposible pensar, dejar
fluir las ideas y escribir.
Primero vino el evento anual que organiza el superjefe y en
el que echamos una mano. Bueno, algunas echamos un par y otras no echaron ni
una, solo lucieron palmito, se hicieron fotos y quedaron bien, aun cagándola en
temas organizativos de su responsabilidad, mientras las demás corríamos
desquiciadas de un lado para otro para solucionarlos. Fue bastante peor que el
año pasado, aunque no creo que los asistentes lo percibieran, es algo que solo
se nota behind the scenes. Por cierto, volví a decir que no a la
cena y me quedé más ancha que larga.
Luego vino una conversación con la Rotten en la que sentí
auténtica pena por ella, por su desesperación por hacer amigos, por tener
contacto con los demás, por su soledad a pesar de todos sus esfuerzos. Me detalló
sus problemas de salud y me contó que la visitó un antiguo compañero que ahora
vive en Alemania, se emocionó mientras narraba lo bonita que era su bebé de
meses y que él aún le seguía llamado amore,
como si no se hubiera ido, como si el tiempo no hubiera pasado y siguieran
siendo inseparables. Pensé en lo dura que es la soledad indeseada, en cómo
ataca, cómo destruye, cómo hace que nos comportemos de manera extraña, quizás
inadecuada, por conseguir un poco de afecto. Me sentí tan triste por ella que
incluso le cogí el teléfono unos días después. No me habló de pulgas ninguna de
las dos veces.
No solo en la vida de la Rotten apareció alguien del pasado,
también en la mía. Yo misma lo invoqué escribiéndole un email para darle la
bienvenida en su regreso a la empresa. Solo esperaba cerrar el asunto
definitivamente, pero antes de curarse, la herida se abrió a lo bestia, sangró,
se infectó, me dolió como nunca. Descubrí que él, a pesar de las apariencias,
es aun más lerdo que yo en asuntos amorosos y que nunca llegaremos a nada. Por
suerte no tenemos que trabajar juntos, pueden pasar meses o años antes de que
nos volvamos a encontrar. No habrá malos ratos, ni tensiones, ni malos
disimulos ante nuestras jefas y compañeras. Ya tengo cicatriz, aún fresca y un
poco dolorida, pero ya puedo seguir adelante, de hecho, lo estoy haciendo.
Han surgido nuevas obligaciones laborales muy absorbentes
que me han ayudado a no pensar en él y, por tanto, a curar las heridas, las
llagas o lo que sea que aún quede. Luego la vida se inventó otros asuntos
personales que se sobrepusieron al trabajo, de ese tipo de cuestiones que
aparecen y te hacen replantearte tu vida y tus prioridades una vez más, aunque
de nuevo aparece el trabajo para imponerse a ratos y, por tanto, es una ayuda
para no pensar tanto en los problemas. Si encima tendremos que darles las
gracias a los malditos marrones.
Y aquí estoy, algo más de un mes después, haciendo de tripas corazón
para enfrentarme de nuevo a la página en blanco, que ya no lo es, para sacarme
todo esto de dentro y funcionar. Porque a pesar del plantón que le he dado en
alguna de nuestras citas, escribir sigue siendo para mí tan fundamental como
respirar. Y aunque llegue un día en que no me pase por el blog, seguiré
escribiendo en algún otro lado para hacer terapia y desconectar. Para seguir
viviendo.
La Rotten es una mujer amargada y triste. A veces juzgamos sin saber qué hay detrás de una aparente frialdad. Me ha encantado cómo narras el follón de ese evento anual de locos, y me alegra dijeras que no a la cena de Navidad. Son un peñazo.
ResponderEliminarUn abrazo y por este mes nuevo, que nos dejarán aromas a Navidad y gastos.
¡Esa cena es peor que la de Navidad! :D Por suerte aquí no tenemos. Mi jefa siempre nos invita a una copa. No es que sea agradable pasar un rato con mis copañeras, pero es mejor que una cena.
EliminarUn abrazo.
Dorotea, no pasa nada si quieres algo de consuelo, mírame a mi jajaja... te mando un abrazo grande
ResponderEliminarXDD Pues es verdad, hay momentos en que lo necesitamos. Noviembre fue uno de esos momento.
EliminarBesos.
Yo también he entendido a veces en ese lado humano de mi enemigo. No somos tan distintos de cualquiera como para no poder empatizar. Incluso con una rotten. Estás como en esas películas donde el bueno se une al malo porque hay una amenaza todavía peor que se acerca. Aunque no digo que estés aliada con la rotten. Ni que te amenace nada salvo los habituales bandazos de la vida.
ResponderEliminarYo sí estoy más preocupado por los marrones del trabajo. Es lo que más me agobia. En esos estados me cuesta más escribir. Pero bueno. Todo pasa. Es una buena notícia que no te vayas de tu blog. Me identifico mucho y estas entradas siempre aportan algo. Saludos
La Rotten a veces es digna de lástima. Y quizás ese es mi punto débil y que ella explota, no sé si a propósito, pero se aprovecha de la pena que despierta en mí.
EliminarHa marrones que simplemente lo son porque nos cae algo que no nos corresponde hacer. Los del mes de noviembre han sido además problemas de los gordos. No sé qué pasará, pero no está en mis manos.
Aquí sigo, S., además diciembre viene cargado de inspiración para compensar la sequía del mes anterior. :)
Un abrazo.
Escribir es una necesidad :-D
ResponderEliminarBesos.
Absoluta. Aunque sea para una misma.
EliminarBesos.
No lo sé, pero me queda la sensación de que me gustaría conocer a esa Rotten, se abrió a ti aparentemente, te mostró sus vulnerabilidades y quizá nadie más la escucha como tú?
ResponderEliminarEn fin, gracias por abrirnos esta ventana a tu vida, la narras de manera muy entretenida!
Un abrazo y Feliz Año! Yo anduve en la misma que tú sólo que ya salí de vacaciones jé.
Ay, no, no te desearía que la conocieras. :) Aunque es todo un personaje y sí me considera una amiga y creo que me cuenta cosas que no les cuenta a otras compañeras con las que aparentemente era uña y carne.
ResponderEliminarFeliz año para ti también.
Un abrazo.
Me encontrado personas a lo largo de mi vida que o bien tienen una necesidad de aparentar algo que no son o bien llevan una coraza tan hermética que no pueden ser ellos mismos con nadie. Van por la vida de algo que no son.
ResponderEliminarY de pronto, encuentran a alguien que los escucha o les resbala sinceramente lo que son o de lo que van. Y ahí de pronto pueden sincerarse. Pero de verdad.
Y les ves las máscaras y el desgaste que les provoca llevarlas.
A veces es por un momento y a veces ya te tienen como medio confidente.
No sé si alegrarme o llorar.
Pero entiendo a esta mujer (un poco) y te entiendo a ti Dorotea.
Qué paciencia y que buena persona.
Maman, no sé si soy buena o tonta. :( Pero sí, la entiendo y no me cuesta nada ponerme en su lugar. Y, aunque intento mantener distancias para que no vuelvan a suceder las situaciones pasadas, de vez en cuando le doy una oportunidad.
EliminarUn abrazo enorme.