379 - Tile Clock – Texture, de
Patrick Hoesly
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El
despertador sonó a la hora de siempre, a la de siempre de antes, y me
desconcertó. Era demasiado temprano y no sabía por qué. Entonces recordé que me
tocaba prepararme rápidamente, vestirme como dios manda y salir pitando para
coger el tren. Aparentemente normal, solo que esta vez cogí un par de bolsas
para traer a casa mis cosas personales y un montón de mascarillas (y supongo
que esto es un lugar común de lo que decimos y escribimos estos días).
En
la calle mucha gente iba a cara descubierta. Dos personas, además, en vez de
alejarse de mí para mantener las distancias, se acercaron aun más mientras
intentaba alejarme. Una de ellas llegó incluso a rozarme aunque la acera estaba
para ella y para mí en ese momento. Este egoísmo, esta invasión, este pasotismo
absoluto por lo que está pasando ahí fuera me enfureció. Seguro que esta
gentuza salía todas las tardes a las ocho a aplaudir. Menos mal que al llegar
al tren, todo el mundo la llevaba. Excepto por las mascarillas, en realidad no
había en la calle nada que fuera diferente a cualquier mañana de finales de
junio o principios de julio. Incluso, ya cerca de mi trabajo, un grupo de
padres despedían a sus hijos a la puerta del autobús hacia el campamento,
exactamente igual que siempre. Me fascinó que todavía haya gente que tenga
ánimos para mandar a sus hijos... a donde sea.
Al
llegar al trabajo ya fue otro cantar. En la garita de la entrada, un guardia de
seguridad tomó nota de mi nombre y me explicó cómo proceder en el interior,
aunque dentro no había ni gel desinfectante ni guantes como anunciaban en el
email informativo sobre las mudanzas. Sospecho que solo los pondrán en los tres
edificios que van a abrirse al público estos días y el mío no entra dentro de
esa categoría con privilegios.
Nada
más abrir la puerta de la miniofi, se presentaron dos empleados de una empresa
de mudanza para ayudarme y enseguida me trajeron cajas donde meter mis cosas,
una para la basura y otra para la destrucción confidencial de documentos. A las
diez tenía que salir de la oficina para que entrara Sara Pestes. Me marché a
las diez menos cuarto.
Antes
de subir a la planta de arriba para desmantelar el archivo, me pasé por el baño
y eso fue el horror. Todo el edificio estaba sucísimo después de tres meses
cerrado, lleno de polvo, pero el baño de la primera planta tenía un olor
nauseabundo por el desuso de las cañerías y el suelo cubierto de mosquitas.
Revisé
lo que tenía en el archivo, no era mucho después de haberme pasado meses
digitalizándolo. Todas hicimos la coña sobre eso, recordando cuando me veían
escanear los papelotes y pensaban que era un peñazo, solo que ahora, haciendo
recuento y viendo que me voy con cuatro cajas después de haber llegado con
quince, nos dimos cuenta de que mereció la pena. Mike me ayudó a hacer limpieza
en algunas carpetas y terminé pronto. Me ofrecí a ayudarle con lo suyo, pero
parece que lo tenía todo bajo control. El resto de mis compañeras seguían
haciendo cajas y tirando cosas cuando me fui.
Fue
triste, el ambiente lo era. Todas nos alegramos de vernos. Si estábamos allí
era porque estábamos bien, pero nos apenaba que el motivo de esa mudanza fuera
el que era. Muchas trabajarán desde su casa de forma permanente, otras se
turnarán para compartir espacios sin coincidir, otras parece que tendremos que
ir a las instalaciones de la empresa, pero aún no sabemos en qué condiciones ni
dónde estará nuestro puesto. Me despedí de todas mis compañeras. Con algunas
coincidiré, a otras es posible que ya no vuelva a verlas porque una vez que
estamos en edificios diferentes, pueden pasar años hasta coincidir de nuevo. A
algunas personas no pude decirles ni hasta luego. Todas esas cosas estaban en
nuestras mentes ese día.
Quienes
estábamos en el edificio ese día llevábamos mascarillas y solo una semana
después no puedo recordar que la llevaran. Escarbo en la memoria, pero lo único
que veo son sus caras completas, sonriendo de felicidad por el encuentro a
pesar de las circunstancias, así que va a ser verdad que se nota la sonrisa aunque no se vea.
¡Nunca me había fijado en tus guiños a otras personas!
ResponderEliminarLa verdad, el humor negro me hace reír, e imaginarte con lo escrupulosa e hipocondríaca que pareces sorteando a la gente por la calle y pensando "éste cabrón casi me roza" me parece gracioso (dentro de lo dramático, ¿eh?, que te entiendo) ;-)
Yo acabo de llegar del gimnasio y ha sido una gozada, vale, no pongas esa cara, las medidas de seguridad están muy bien y además es enorme. He venido tan satisfecho que retomaré mi rutina diaria, lo cual me mola mucho, porque mis rutinas me encantan, que para eso las elijo.
Un abrazo, Doroteíña, esperemos que todo vuelva a la normalidad. Recuerda que tenemos pendiente un churrasco, jajaja
Es que hacía tiempo que no enlazaba a otros blogs. En el diario de cuarentena ni siquiera me he enlazado mucho a mí misma.
EliminarLo curioso es que no soy tan escrupulosa como parece en mis escritos y nada hipocondríaca. Pero me fastidia mucho el egoísmo de esa gentuza a la que directamente llamo cerda.
Te envidio con lo del gimnasio. Mi rutina hasta septiembre nada. :(
Viva los churrascos. :D Un abrazo.
Pues defines perfectamente los nuevos tiempos, con esa gente que no es solidaria, con las madres que han de endosar a los niños donde sea, y sobre todo las ventajas del teletrabajo para algunos. Sin despedidas, con la mudanzas, con huevos anhelos y esperanzas, sin señora.
ResponderEliminarPor una nueva normalidad que te llene. Un abrazo
Con los insolidarios no puedo, Albada. Sobre todo porque el problema de esto son las personas asintomáticas. Por un lado sale mi lado diablillo y pienso: ojalá todos los de esa fiesta enfermen. Por otro, no le deseo mal a nadie y que al final su mal recae en todos. Muy triste.
EliminarUn abrazo enorme.
Como estoy en casa frente al ordenador no llevo mascarilla, pero que sepas que si la llevara notarías mi sonrisa a un kilómetro de distancia 😄
ResponderEliminarBesos y sonrisas, muchas sonrisas.
No sabes lo que me alegró poder comprobarlo,son tan necesarias, pero ahora más que nunca.:)
EliminarBesos.
Los mismos que se te acercan sin mascarilla son los que luego tal vez se sorprendan cuando haya rebrotes o cierren comunidades(ya sucede). Lo que los expertos llaman "analfabetismo de riesgo". Me gusta la humillación implícita en esa expresión. Yo les ofendo pero ellos ponen en riesgo nuestras vidas.
ResponderEliminarMención aparte para los servicios de tu trabajo. Una historia de terror que da miedo en sí mismos.
Menos mal que te puedo dar ánimos porque te lo tomas todo con la inteligencia del sentido del humor. Así sí. Un abrazo aséptico.
Estoy esperando, S., a que multen a toda esa gente. ¿No es obligatorio llevarla? Pues a ver si se nota de una vez que lo es. Porque sería terrible tener que volver a cerrarnos. El sentido del humor me cuesta mantenerlo más que nunca. A veces paro un momento mientras escribo y pienso, por dios, qué amargada estoy. :D
EliminarPor mi parte, estás perdonado por esa humillación, no se merecen menos.
Un abrazo.
yo la llevo por aqui todos la llevan.Nos previene de algo??? no lo se. En general se usa para entrar a negocios o supermercados. Pero como esto sera para y por mucho tiempo me la pongo y a otra cosa mariposa Saludos desde al lado del mar
ResponderEliminarYo creo que sí previene, pero el caso es que aquí es obligatoria y no llevarla, para mí, es falta de respeto hacia los demás, entre otras cosas. Claro que hace tiempo que demostramos cómo somos. Esto no va a cambiarnos. :(
EliminarUn abrazo.
Interesante adelanto para mí de lo que se viene porque ustedes están saliendo de las estrictas medidas antes.
ResponderEliminarEn mi caso será encuentro con niños y niñas y veamos cómo se dará eso...
Un abrazo,
Ay, es que tus niños están a punto de entrar en una edad complicada, ¿verdad? Por lo que veo por aquí, a los pequeños no les cuesta acostumbrarse, están en el momento de aprender a comportarse y adaptarse a llevar mascarillas es igual a aprender a no lamer lo primero que se encuentran, a no hablar a gritos o a no señalar. Los adolescentes que he visto por la calle son otro cantar, pero quizás en las clases sean de otra manera.
EliminarEstamos en regresión, Nocturno. Y la gran gran mayoría de los rebrotes son el resultado de reuniones grandes sin mascarillas. Espero que por ahí al fin empiece a ir mejor.
Un abrazo.