martes, 24 de octubre de 2023

El misterio de los carros de la compra

Los vi por primera vez el día 5 de octubre. Estaban en una de las zonas más elitistas de Madrid, un lugar con máxima seguridad, cerca de un cuartel, donde la revisión y precintado del alcantarillado son periódicos. Casi cada día te cruzas con escoltas que comprueban los bajos de los coches con espejos o a la unidad canina olfateando esto y aquello. En mi esquinita de procedencia, no viví de cerca las acciones de ETA, pero esas tareas rutinarias para los escoltas me dan escalofríos, me acercan a ese pasado de terror que nadie quisiera haber vivido.

Iba de vuelta a casa y allí estaban, en medio y medio de la Castellana, llenos hasta arriba de algo que de lejos parecía una mezcla de mantas y maletas. Lo primero que pensé fue que eran restos de una mudanza, aunque en estos años he sido testigo de decenas de ellas en la zona y no han dejado ni una mísera caja con libros.

Carros en procesión, de Dorotea Hyde

La sorpresa real llegó al día siguiente, cuando al salir de la estación vi que ya no estaban en el mismo sitio, como si hubieran aprovechado el tráfico más escaso de la noche para cruzar la plaza y avanzar en su bajada.

Cada día avanzaban unos metros, casi siempre percibía la diferencia al día siguiente, no de la mañana a la tarde. Siempre que pasaba junto a ellos había cosas nuevas: una maleta de colores, una nueva manta, un cesto de mimbre o unas zapatillas deportivas a punto de entrar en coma, incluso un carro más. Estaba segura de que “pertenecían” a un vagabundo, que nunca se veía porque pasaba buena parte de su tiempo buscando más cosas para añadir a su equipaje.


Busqué en redes por si alguien había publicado algo y sólo había un tuit que mencionaba dos cuentas institucionales que pasaron de todo. Aún sin ver a la persona, me daba mucha pena porque estaba claro que necesitaba ayuda desesperadamente. También es posible que no la quisiera. Muchas de estas personas no quieren estar en ningún lugar con normas, no se adaptan. A nadie le gusta el frío, ni el hambre, pero ellas escogen eso antes que aceptar un horario de entrada en un albergue. Construyen como pueden un refugio, aunque sea uno ambulante, como éste.

La procesión de los carros avanza, de Dorotea Hyde



El miércoles once, al fin lo vi. Salí a desayunar con mis compañeras y fuimos a un sitio cerca del lugar de paso de la caravana. Tenía que atravesar otra plaza y estaba en ello, moviendo un carro poco a poco, peleándose con las ruedas rebeldes, esperando estoicamente los semáforos mientras el resto de cosas esperaban atrás. Llevaba abrigo de paño marrón y pantalón gris. Era mayor. Se me cayó el alma al suelo. No dije nada, ni siquiera a Pablo, con quien lo había comentado días antes. Nadie más pareció percibirlo, ni a él ni a sus carros.



Los restos de la procesión, de Dorotea Hyde

No quedaba nada para el desfile del día doce de octubre y pensé que harían barrido general de seguridad y se llevarían todo el equipaje, pero el día trece la caravana seguía allí. Ya había conseguido atravesar la plaza y habían avanzado unos metros en el siguiente tramo del paseo. Sin embargo, el dieciséis, lunes, no había rastro de nada. Como si nunca hubiera estado por ahí. Lo único que indicaba su paso eran dos maletas junto a una papelera y un bañador de hombre junto a un banco. Por la zona en la que estaban la última vez que los vi y por la velocidad a la que habían avanzado, me imagino que se los llevaron. Si hubieran torcido en una esquina los vería. Si estuvieran más adelante, también los vería. Pensé en su dueño, en si lo habrían llevado, si estaría bajo techo para encarar el mal tiempo que ya viene, o si consiguió escabullirse al ver que se llevaban sus pertenencias. Sea lo que fuere, se me encogió el corazón.

Actualización [30/10/2023]: Me encontré con dos carros en mi camino. Llenos de cosas: palos de escobas, mantas, un bolso. Sospecho que es la misma persona, que ha vuelto a comenzar la ruta. Seguiré atenta.

Actualización [07/11/2023]: A la salida del trabajo por la tarde, me crucé con el mendigo. Iba por los carriles laterales del Paseo de la Castellana empujando un cubo de la basura en sentido contrario a la circulación. No por el carril bus ni por la zona peatonal, por los carriles de automóviles en plan kamikaze. Me dio dolor de estómago. Ya no puedo con este tema.

8 comentarios:

  1. Es tremendo. Esos vagabundos con su casa a cuestas suelen ser fruto de familias que les dejan, o del alcohol, que les aisla de todo. Pero nunca había visto un tren de carritos, sino uno solo. Realemente ese hombre necesita ayuda.

    Un abrazo grande

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    1. Y hasta un cubo de la basura! Mejor dicho, dos, pero el día que hice el vídeo ya sólo había uno y el segundo nunca volvió.
      Ojalá reciba ayuda, pero no creo que la quiera.
      Un abrazo.

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  2. Siempre que se cuenta una historia sobre un sintecho acaba de forma desoladora. A uno que conocí le quitaron su perro, como conté. Otros me dicen que necesitan conversación y que escasea más que la limosna. Y ahora la tuya donde al primer vistazo de las fotos y luego el vídeo, sabía que no acabaría bien. Aunque la historia queda abierta y no lo sabemos, el diagnóstico no es bueno. No sé si se lo pueden llevar en contra de su voluntad pero sin sus cosas, la tragedia es la misma.
    Pocas veces están bajo techo. Tú lo dices bien. A veces no quieren. Porque no pueden adaptarse. Realmente No Pueden.
    Un abrazo

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    1. Siempre, Sergio. Yo tampoco sé si se lo pueden llevar a no ser que sea detenido. Y el caso es que necesita ayuda, aunque también te digo que la ayuda que necesitan no se la van a dar, porque lo primero sería terapia y eso escasea hasta para quién puede pagarla.
      Un abrazo.

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  3. Esas personas llevan toda una historia a sus espaldas. Antes de llegar a ese punto de no retorno, quizá sus vidas no eran muy diferentes de las nuestras.

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    1. Es muy probable que en algún momento pasara desapercibido entre nosotros. Siempre me pregunto qué hace clic para acabar así.
      Un saludo.

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  4. Es algo que siempre me entristece. Te estaba leyendo y pensé...seguro que cuando vuelva a pasar Dorotea ya no están los carritos porque se los habrá llevado el camión de la basura...que en España todo tiene que estar impoluto y la miseria molesta a la vista de los vecinos. Aquí te digo que ese pobre hombre estaría con su tren de carritos cruzando el país y nadie le dice nada...😔 Cómo los que acampan en las plazas...El tema es que no haya un sistema para que la gente no esté en la calle pero ¿ cómo podría hacerse? Es tremendo y demasiado 😭😢

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    1. No he vuelto a actualizar la entrada, pero desde la última, me lo crucé un par de veces más, ya sin carros, sólo con una mochilona y una maleta. Es desolador y frustrante no poder hacer nada. Como comentamos más arriba tampoco sé si querría ayuda, pero a mí se me cae el alma a los pies verlo y no poder prestarle ayuda.

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