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Imagen de Nathan Copley. Licencia de uso. |
Desde que llegué a la sala de control se dio por hecho que me tocaba abrir la puerta de la calle. En parte porque estoy en una oficina pegada a la entrada; en parte porque Sandra se apoderó del mando y abre cada vez que llaman; en parte porque mi mesa queda frente a la puerta de la oficina y, en los primeros tiempos, cuando Diana aún trabajaba y tenía esa puerta abierta, todo el mundo me tomaba por la recepcionista.
Todo esto le vino fenomenal a María MM, la verdadera encargada de abrir cuando llaman. Aprovecha que su sitio está a la vuelta de la esquina (diría que girando en la segunda estrella, por lo lejos que se siente) y pasa olímpicamente, aunque la mayoría de la gente que toca el timbre viene a su departamento, a verla a ella.