viernes, 25 de octubre de 2024

La maldición de la puerta

Imagen de Nathan Copley. Licencia de uso.

Desde que llegué a la sala de control se dio por hecho que me tocaba abrir la puerta de la calle. En parte porque estoy en una oficina pegada a la entrada; en parte porque Sandra se apoderó del mando y abre cada vez que llaman; en parte porque mi mesa queda frente a la puerta de la oficina y, en los primeros tiempos, cuando Diana aún trabajaba y tenía esa puerta abierta, todo el mundo me tomaba por la recepcionista.

Todo esto le vino fenomenal a María MM, la verdadera encargada de abrir cuando llaman. Aprovecha que su sitio está a la vuelta de la esquina (diría que girando en la segunda estrella, por lo lejos que se siente) y pasa olímpicamente, aunque la mayoría de la gente que toca el timbre viene a su departamento, a verla a ella.

María es bastante particular. Presume de ser la encargada de llevar la batuta en cualquier grupo porque le gusta tener las cosas bajo control, pero en lo que refiere a sus tareas de planta no lleva el control de nada. Si hay un problema, en vez de poner una incidencia (que es lo que le tocaría) nos pregunta a Sandra y a mí si la hemos puesto para escaquearse. Tampoco es capaz de llamar a seguridad para que le abran la puerta de atrás cuando hay obras. Se cabrea cuando le dices que no te importa recogerle un paquete, pero que no vas a dejar de salir a desayunar o a comer por esperar al mensajero. Si caéis por este blog de vez en cuando, quizás os acordáis del pollo que montó por unas tonterías de papelería. Sí, esa María. La María que da por saco como la Rotten.

Hace unos días los de informática estuvieron reconfigurando las redes y eso afectó a la apertura de puertas. Salimos al mediodía y cuando quisimos entrar, los lectores de tarjetas no funcionaban. Mirad, por mí, fetén. Y esa fue mi filosofía en todo esto.

Debo reconocer que, muy a mi pesar, puse una incidencia. Error. No haber pasado por completo de la dichosa puerta. Porque como había sido yo la responsable del mensaje nadie abrió a los técnicos cuando llegaron, aunque casi queman el timbre. Alguien se preguntará por qué no abrí en vez de quejarme tanto. Pues porque estaba en una reunión y me tocaba hacer mi exposición justo en ese momento. Los demás (María. María la quejica, la perfeccionista, la que quiere tener todo bajo control y se encarga de todo), pasaron de abrir.

Y llega la segunda parte de la historia. Porque esto pasó un jueves y los viernes viene muy poca gente. Tan poca que a veces estoy sola. Estaba segura de que me tocaría hacer de portera toda la mañana, así que metí mi ordenador en la mochila dispuesta a irme a otro lado a trabajar al día siguiente. Y eso hice.

Por la Rotten supe que María y su jefa estaban en su puesto. Si estaban es porque esperaban que más gente de su departamento fuera a trabajar y ya os digo yo que si se me hubiera ocurrido aparecer, me habría comido el marrón de los timbrazos porque María es como Sandra: prefieren morir antes que mover el culo.

Aparecí por la sala de control después de comer. Relajada. Me preparé una infusión y me puse los cascos con la música a tope. Y llamó gente. Vaya si llamaron. Pero seguí en mi mundo de felicidad porque de vez en cuando tampoco a mí me apetece mover el culo.


Avanzo ya que estamos a punto de superar esta maldición, pero ya sabéis lo que suele pasar en los trabajos: la solución de un problema, trae dos o tres más. Veremos lo que pasa.

10 comentarios:

  1. Qué buen rollo en tu oficina :DD
    En todas partes, siempre hay uno, que recibe de todas partes !.....
    Un saludo rapidito, que me parece que llaman al timbre ! hehehehe

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    1. Hay un buen rollo que te cagas. :D
      Un saludo, Artur. El mío es a ritmo normal, que paso de abrir. :D

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  2. Pero si nadie abre la puerta... ¿eso no va en contra de los intereses de la empresa? Supongo que entonces cobráis igual, entre quien entre para lo que sea que tenga que entrar.

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    1. Estamos en un edificio secundario, no vienen clientes, así que la empresa desde ese punto de vista no pierde. Pero sí vienen mensajeros para la gente que está aquí, o visitas a ciertos departamentos. Pero esos mismos departamentos pasan de abrir a quien viene a verlos. Y si ellos no se preocupan...
      Un saludo.

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  3. mola esa sensación de ponerte los cascos y aislarte del mundo, jeje.
    he mirado las entradas que habéis enlazado. cuando sea el cumpleaños de vuestra compañera maría, le podríais regalar una caja de bolígrafos. a veces es fácil hacer feliz a alguien. :D
    abrazos!!

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    1. Jo, Chema, gracias por leer los enlaces también. :) La verdad es que la pobre María está tan amargadita que no creo que nada se lo quite. Para quitarnos la amargura hay que poner algo de nuestra parte y no sé si ella está dispuesta para el esfuerzo. En fin.
      Un abrazo enorme.

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  4. Esas innovaciones que supuestamente dan más eficiencia suelen tener un funcionamiento problemático.
    Más con la conducta que suele tener el personal de esa oficina. Que me recuerda la historieta Teodoro y cía, de Viuti.

    https://x.com/AHGArgentino/status/1829198828521574612/photo/1

    https://x.com/AHGArgentino/status/1319754470679547906/photo/1


    Por un momento, recorde la canción Maria, de Blondie, que no es elogiosa.

    Hiciste muy bien.
    Besos.

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    1. Demiurgo: me han encantado las viñetas. Le pegan muy bien a la oficina donde trabajo. De hecho estamos esperando la mudanza de un departamento y la del primer enlace es perfecta para esa situación. :D
      Un abrazo.

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  5. Mujeres jaja. No es lindo el comentario pero pasan esas cosas, lo veo a diario en mi trabajo. En fin, espero que no te molesten tanto entonces si no lo merecés.... saludos!

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    1. :D Pues te voy a decir una cosa, Jota, en otra de las plantas son todos hombres y pasa lo mismo. Nadie abre y hay un pringado al que le toca. :D
      Un abrazo.

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