Falsies, de Theen Moy |
Llevo
una temporada en que parezco Doña Pupas, desde el atropello hace dos meses. A los dolores
consecuencia del accidente tengo que añadir el estrés. Al final el cuerpo se resiente
por las preocupaciones de la mente y nos salen cosas que en principio no tienen
relación. Esta historia es sobre el último problemilla, una conjuntivitis. Hace
unos días se la estaba escribiendo a una amiga por mail. Me había preguntado
qué tal en el oculista y al contarle la historia culebronesca pensé: ¡Ostras!
Esto tiene que estar en el blog. Así que allá voy.
El día
doce de octubre me levanté con el ojo izquierdo como un tomate. De cerca, podía
apreciarse una media luna de rojo aun más intenso abrazando cariñosamente el
iris. Me preparé pronto y fui a urgencias al centro de salud. La doctora tenía
tanto miedo a que la contagiara que me vio el ojo desde el otro lado de la
mesa. Con el colirio que me recetó mejoré, pero recaí dos veces más sin haberme
curado del todo, incluso el problema afectó al ojo derecho, envidioso de su
compañero. Tanta recaída me hizo pensar que podía ser algo externo lo que
estaba causando todo eso y no un virus. Así que al tiempo que recaía, analizaba
lo que pasaba a mi alrededor. ¿Y dónde estoy la mayor parte del día? Sí, aquí
en el zulo.