Hace un
poquito más de dos semanas desde mi última entrada y no he escrito nada. No me
siento inspirada, no tengo ganas en realidad. Supongo que me han pasado cosas
igual que en las semanas anteriores, sólo que no tengo el ojo mágico activado,
ese ojo que hace ver las cosas de una manera diferente, brillantes, el ojo que
te dice “esto hay que contarlo”. Sin embargo, todos los escritores dicen que
hay que escribir siempre, así que aquí estoy, contando simplemente que se me
han ido las ganas de escribir.
Joxxx,
qué poco me ha durado la ilusión por el blog. Pensaba llegar al menos a los
seis meses, en mis mejores sueños diablescos, me imaginaba incluso llegando al
año. Y aquí estoy quejándome tres meses escasos después. Y no puede ser.
Utilizo este blog como terapia y también como práctica de escritura, ¿es que
voy a abandonar a las primeras de cambio algo que me encanta hacer? (escribir,
no la terapia).
El mes
de enero fue horrible en el trabajo. Tanto, que hasta afectó a mi vida privada.
Me encasquetaron un marrón. Tuve que dejar de lado mis tareas oficiales,
incluso mi trabajo con David, el italiano buenorro. Así que además del agobio
por la fecha de entrega, se sumó el cabreo por no poder verlo.