Mi lado Jekyll es un desastre amoroso. Va por la vida a su
bola, con las antenas plegadas, o se las deja en casa. A no ser que las señales
que le lancen sean como una sirena de bomberos, no se entera de nada. Y cuando
por fin se da por aludida en vez de oír el estruendo, ella oye el sonido tan
bajito, tan bajito que se pregunta: ¿eso va por mí? Sí, nena, a ver si te
enteras de una maldita vez. No consigo que cambie.
Un poco antes de las vacaciones de verano íbamos en el tren
camino del trabajo. Como siempre vamos más o menos a la misma hora, tenemos
muchos habituales. Uno de ellos, Diego, se sube dos paradas después que
nosotras. No sé cuánto tiempo hace que coincidimos con él. Miss Jekyll se fijó
en que tiene un e-reader igualito al suyo hace unos dos años y lo fichó.
Después se fijó en que el tío está bastante potente (muy, muy potente), que lleva la comida al curro, que sus camisas siempre van
planchadas como recién compradas y que a veces lo acompaña una bolsa de deporte
(por eso está tan cachas). Ese día de julio le ayudé a desplegar las antenas.
Al bajar en Nuevos Ministerios nos pusimos detrás de Diego. Yo lo rocé
ligeramente, él se puso de perfil para echarle una miradita a mi amiga, que se
dio cuenta pero no quiso reconocerlo, y lo miró así como quien no quiere la
cosa.
En septiembre, lo encontramos unas cuantas veces y, un día
en que el tren no iba muy lleno, Diego hizo la misma jugada. Miss Jekyll se
puso nerviosa, no podía ser una coincidencia y empezó a calentarme la cabeza
con la misma historia de siempre, esa de ¿cómo
un tío como él puede fijarse en una chica como yo? ¡Qué pesada es! No sé
cómo la aguanto. Hace justo un mes lo vimos por la tarde, la primera vez en
todo este tiempo en el camino de regreso. Iba con dos amigos, probablemente
compañeros de trabajo, y se quedaron mirando para ella mientras bajaban las
escaleras y juntaban las cabezas para cotillear. Sé perfectamente lo que susurraban,
pero no puedo escribirlo porque Miss Jekyll me lee y es mejor que las cosas se
queden así. Fue la última vez que lo vimos… hasta hoy.
A veces dejamos de coincidir con algunos de nuestros
habituales y siempre suponemos que han perdido el curro, por los tiempos que corren. En el caso de Diego,
Jekyll estaba empezando a deprimirse, aunque no creáis, también tiene su punto
diablesco por la influencia que ejerzo sobre ella y enseguida le encontró sustituto,
pero esa es una historia que quizás cuente otro día. Hasta yo estaba convencida
de que no lo veríamos más, con las ganas que tenía de darle un buen pellizco.
Sin embargo, esta mañana ahí estaba dos paradas después. Abrió la funda de su
e-reader y miró para el sitio en que estábamos sentadas. Durante el trayecto los dos se encerraron en sus lecturas, pero cuando llegamos y ella se levantó
para ponerse la chaqueta, él ya no le quitó ojo. Su mirada serpenteó entre la
gente que se iba acercando a la puerta para alcanzarla a ella y saber por dónde
iba a salir… ¡cómo si no lo supiera! A él le gusta salir de los primeros, hoy
la esperó, le cedió el turno y fue tras ella hasta los tornos. Allí ella se
encontró con una compañera de trabajo y una punzada de decepción lo atravesó.
Estoy deseando que lo encontremos otra vez, a ver si se
acerca lo suficiente y puedo pellizcarlo al fin. Y a ver si Jekyll espabila y
hace algo más que darle un pellizco.
Creo que se ha perdido mi comentario.
ResponderEliminarTe decía algo así como "¡Al ataqueeeee!". Pero ya. Si esos tacones rojos tienen que ser mágicos, no has de pensártelo tanto para dar ciertos pasos.
Aunque un hombre con una camisa bien planchada, a mí me haría sospechar: o tiene novia que se la plancha, o madre que lo hace que es aún peor, o es gay. No conozco a ningún hombre hetero que vaya como un pincel desde el punto de la mañana por iniciativa propia, por muy apañado que sea ninguno plancha perfectamente...
Por eso mismo conté el detalle de la camisa, porque me tiene muy escamada :D Y sí, lo de la madre me acojona más aún que lo de una mujer jajaja.
EliminarMe temo que lo que dice Rita es cierto. La camisa lo dice todo. En cuanto a Jekyll no creo que ocurra nada malo. Ningún hombre salvo si es gay va sentirse mal con eso, como mucho turbado. Finalmente halagado.
ResponderEliminarGracias por pasarte, S. El tren es otra jungla, igual que el super :) Sólo puedo decir que en cuanto me lo encuentre, lo intento, pero últimamente no se deja ver con facilidad.
EliminarApasionante historia :D a ver la próxima entrega ;)
ResponderEliminarHay otra explicación para las camisas planchadas, pero tiene que ver con cierto desorden psiquiátrico y no creo que vaya a tranquilizarte XD
Vaya sorpresa! Gracias por pasarte!
EliminarNo sé si quiero saber lo del desorden. Con la facilidad que tengo para atraer a raros y problemáticos... ¡uf! :S
Esto es mejor que lo del Pantera… :)
ResponderEliminarOye, puede que el chico sí sea hetero. Y soltero. Y cuerdo. Y con trastorno obsesivo compulsivo que le lleva a ser extremadamente cuidadoso en su higiene y aseo personal. ¿Quién sabe? Ten fe. O a lo mejor las lleva a la tintorería. Si gana bien…
Seguimos a la expectativa.
Por las señales que lanza, estoy segura de que es hetero. Eso sí, ya lo que tiene fuera de ese tren... quién sabe! Sólo me lo he encontrado una vez desde que escribí esto e iba con un amigo.
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