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lunes, 11 de marzo de 2024

Vigésimo aniversario

Interior del Monumento a las víctimas del 11M en Madrid
Monumento Victimas del 11M, de Fermín R.F.
Hace veinte años.

Veinte.

20

Miro atrás y parece que fue ayer, aunque por suerte ese día está cada vez más borroso en mi memoria. Sí recuerdo a la perfección cuando una de mis compañeras de piso vino corriendo a la cocina, donde yo preparaba el desayuno, y me dio la noticia con espanto. Cómo corrimos al salón y no despegamos el culo del sofá en toda la mañana y buena parte del día. Puede que los detalles ya no sean tan nítidos, pero sí lo son las sensaciones de dolor, de espanto y miedo.

Una buena parte de quienes vivíamos en Madrid en aquel momento (e incluso muchas personas que no vivían allí) conocíamos a alguien entre las víctimas o los supervivientes de aquel día (192 y unas 2000), si no directamente, sí en el segundo eslabón de la cadena. Este es mi caso. Una de mis mejores amigas del instituto perdió a una de sus primas. Lo pienso, pienso en cómo acabó esa chica de poco más de veinte años, y se me revuelven las tripas. Igual que se me revolvieron cuando trabajaba en la televisión y me tocó minutar los vídeos del juicio, allá por el 2007.

Un horror.

EL HORROR

martes, 5 de diciembre de 2017

Los retrasos del tren: ¿colapsan ellos o colapso yo?

A lo largo de estos años de blog he intentado evitar el tema de los retrasos en el tren porque es algo que me enerva y me crea muy mal rollo. He hablado del hombre con coleta, de Diego, del flautista de Hamelín, de los atentados del 11M, del hombre murciélago y muchos de los cuentos de Lo que me inspira la música surgieron también en un vagón. Solo una vez comencé hablando de los retrasos para llevarlo al terreno de la ofi, al fin y al cabo las dos empresas funcionan de manera parecida. Por eso tiene etiqueta propia, aunque no estoy segura de que todo lo relacionado con el tren esté etiquetado como tal.

Durante diez años he estado cogiendo el tren a diario. Hasta que hicieron la reestructuración de líneas cogía dos, ahora solo uno, pero no hay mucha diferencia. Antes, en el segundo tren me tocaba ir como una sardina de pie y ahora me toca ir como una sardina sentada. Tardo lo mismo porque hay los mismos problemas o más. La frecuencia supuestamente ha aumentado, pero las vías de entrada a Atocha han disminuido así que el tapón que se forma es descomunal.

lunes, 27 de noviembre de 2017

Lo que me inspira la música (10): La tos




La chaqueta de forro polar de color rojo iba acompañada de un tufillo rancio que, sin provocar arcadas, desagradaba. El vagón fue tragando gente en cada estación y se vieron obligados a juntarse más de lo necesario. Una tos del tipo de rojo esparció otro olor: el del aliento cargado de alcohol. El que iba a su lado sintió cierta pena. Ir a las ocho de la mañana acompañado de esos dos olores no decía nada bueno del tipo de rojo, eran la señal de una vida triste y dejada. Podía estar equivocado, claro, al final lo único que estaba haciendo era imaginar y suponer muy a la ligera, dejándose llevar por el rechazo de su nariz a aquella compañía temporal. 

A ratos emergía un tercer olor: lavanda del suavizante que usaba su novia. Solo durante uno o dos segundos podía zafarse del aplastamiento del olor rancio y del olor a alcohol, pero era suficiente para que su mente dejara aquel vagón y volara, no solo a otro lugar, sino a otro tiempo. Al fin de semana que habían pasado juntos, al momento en que una ráfaga de viento le robaba la bufanda, al instante en que ella la recogía de un arbusto después de ganarle la carrera, al segundo preciso en que juntaron sus labios en un beso entre risas. Y otra vez la tos que traía el olor a alcohol para traerlo de vuelta de sus ensoñaciones. Al menos se tapaba la boca para toser.

viernes, 22 de julio de 2016

Una jaqueca y un moratón

Reloj de agujas, ocho treinta y dos
EightThirtyTwo, de Corey Ramsey
La estación está prácticamente vacía cuando llego. Adelanto a dos mujeres en las escaleras, madre e hija. Cuando suben al andén se pegan a mí y no me gusta. Todo un andén para ellas excepto el metro cuadrado que ocupo yo y se colocan a mi lado. Creo que tenemos un problema, quizás falta de abrazos o quizás se cumple, no solo en desconocidos, la teoría de los veintitrés segundos de la que Claudia Piñeiro habla en Una suerte pequeña. Entre estas dos el silencio crea una barrera de tensión que puedo palpar sin conocerlas. Poco a poco esa tensión me toca, me incomoda incluso cuando empiezan a hablar de tonterías después de veintitrés segundos. Me aparto. ¡Ay! El canto del banco metálico me levanta la piel de la rodilla.

viernes, 15 de julio de 2016

El hombre murciélago

Dos hombres sentados en un banco
Are you sitting comfortably?, de Mister G.C.
Entra en el vagón, larguirucho, delgado, con calva estancada, estancado también su aspecto de cincuentón desde hace ocho años. Mira a izquierda y derecha, escudriña buscando el sitio perfecto, duda, avanza y retrocede sobre sus pasos. Hoy localiza ese sitio a mi lado. Se abalanza sobre él.  No voy a negar que me incomoda. Se ve que es raro por su lenguaje corporal: postura encogida, casi encorvada, andar rápido y tenso, ropa de otra época de colores apagados, colores de película vieja, y en los pies siempre zapatillas de deporte de las que hacen el pie más grande, invariablemente de color negro. Es una de esas personas que despiertan lástima, pero es raro y eso me trae recuerdos que quiero olvidar. No lo miro, así que no sabe qué pienso de él. 

jueves, 23 de julio de 2015

La comida que (no) se tira

En mi casa intentamos tirar la menor cantidad de comida posible. En eso me educaron y eso es a lo que estoy acostumbrada. Vivir sola dificulta la tarea. Hay muchos alimentos que vienen envasados en cantidades que, sin ser tamaño familiar, son excesivas para una persona. Aun así, intento aprovecharlos al máximo planificando mi menú con cuidado, pensando las recetas no solo de semana en semana y congelando. Tengo que reconocer que a veces se me estropea la fruta. Nadie es perfecto.

No sé si he hablado de las comidas que se organizan en mi curro. Posiblemente lo he mencionado. Incluso es un tema que me llevaba rondando la cabeza para el blog desde hace unas semanas a propósito de cómo llevo la dieta. Tengo algo escrito sobre ello pero no me gusta lo que se lee entre líneas y está en reposo hasta que tenga la mente lo suficientemente lúcida como para perfeccionarlo. Mientras, me ha surgido la posibilidad de hablar de esos caterings por algo que me pasó ayer. En estas comidas siempre sobra algo, si es menú un poco menos porque les preparan los platos aquí. Pero en los desayunos, meriendas y comidas a base de bocadillos o bollería sobra un mundo. Muchas de mis compañeras piden de más para que coma toda la oficina o para llevar a casa, el problema es que sobra demasiado. Un derroche. 

martes, 26 de mayo de 2015

Lo que me inspira la música (2): Día del orgullo friki



Mueve la rueda del iPod, no sabe qué escuchar. Se para sin querer en la banda sonora de Los tres mosqueteros. Sí, puede valer, hace siglos que no le dedica un rato. Empieza a sonar All for love.

El tren se para. Movimiento de gente. De pronto, una cara conocida… uf, no. Se parece a K. Mucho. Por suerte no lo es, no le apetece encontrarse a nadie del trabajo en su regreso a casa. Tampoco se lo imagina subido a un tren, qué tontería pensar que podía ser él. El doble de K. se sienta, puede verlo de frente. No está tan bueno, pero sí alegra la pestaña. Fijándose en él… es posible que hayan coincidido antes. Seguramente hoy lo vio desde otro ángulo, la posición justa para que le recordara a otra persona. No se parecen tanto.

Let's make it all for one and all for love

Como en los sueños, su mente vuela a otro lugar, a otro tiempo. De pronto se acuerda de su amiga Vanesa, probablemente porque las dos veían Heroes y ahí trabaja Sendhil Ramamurthy, indio como K. Recuerda de pronto que todavía no le ha enviado un mensaje para desearle feliz día del orgullo friki. Se pone una nota en el móvil para llamarla cuando llegue a casa.

miércoles, 20 de mayo de 2015

Sueño: un avión en la estación

Miércoles 20 de mayo de 2015. Noche.

Voy en el tren de regreso a casa, no en el de siempre sino que se parece más un regional. Busco sitio para sentarme, hay gente muy rara. Me dirijo a la cabecera para bajarme un poco más cerca de la salida, ahora vuelvo a estar en el tren de siempre. Casi llego a la puerta y veo a Diego con una chica, su novia, doy la vuelta y retrocedo. Me resulta un poco incómodo encontrarme con ellos. Creo que no llega a verme.

Cambio de escena. Ya estoy en la entrada de la estación. Sé que es mi estación, pero es diferente a la real. Es en este momento cuando me doy cuenta de que estoy soñando. Me encuentro con Raquel, una compañera de la facultad. Va cargada con una maleta y, aunque también sale, tiene que pasarla por el escáner. Miro el móvil. Aún no eran las ocho cuando me bajé del tren y ahora son las nueve. No he esperado, cosas de los sueños. Caminamos lentamente hacia la salida, poniéndonos al día después de tantos años sin vernos. De pronto me paro. Veo mis pies parados antes de mirar al frente y ver un avión cayendo en vertical con el morro hacia abajo, como si estuviera metido dentro de un tornado. No puedo moverme. Lo que veo me paraliza. No es la primera vez que tengo el sueño de un avión cayendo de esa manera. Se estrella y algunas de las partes salen disparadas. Por suerte estamos bastante lejos y los trocitos se mueven como a cámara lenta. En una situación real, la distancia que nos separa nos protegería de los pedazos, así que tardamos en protegernos tras una pared. Volvemos a mirar y vemos una explosión tremebunda. Ahora los trozos se acercan a nosotras a gran velocidad. Casi no nos da tiempo a ponernos tras la pared. Todo el mundo se protege como puede: agachados, detrás de los aparatos de escanear, bajo las mesas de la cafetería… Unas piezas se estrellan contra las paredes de cristal, las rompen y siguen su camino.

jueves, 14 de mayo de 2015

Lo que me inspira la música (1): Amigos que no están


Valerie suena a tope en su ipod. El ritmo se apodera de ella y la distrae de la lectura. Levanta la vista del libro y mira al infinito, a las colinas secas que pasan. Empieza el estribillo. Al regresar a la lectura se fija en el brazo que tiene enfrente. Fuerte, musculoso, sin vello. Le resulta conocido, se parece a otro… quizás era un poco más delgado, pero son igual de pálidos. Le gustaría tocarlo, sentir la piel. Tiene pinta de ser suave… Se ha puesto nerviosa pensando en el pasado, haciendo un viaje paralelo montada en sus recuerdos, muy muy lejos del tren.

Paco se cuela desde el canal recordatorio de al lado:

—Pero… ¿no tiene nada de vello? ¿Ni… ahí…? —baja la mirada para indicar la entrepierna, de pronto le ha entrado la vergüenza.

Una sonrisa asoma y se hace cada vez mayor, también más amarga. Lo echa de menos. A Paco, no al dueño del brazo. 

lunes, 27 de abril de 2015

Músicos ambulantes en el tren

Esta va a ser una entrada corta. A continuación podréis ver un vídeo que grabé en el tren hace unos días. Se trata de una de esas actuaciones estelares en el transporte público. Con esta al menos nos echamos unas risas casi todos (excepto la rubia que está de frente, a esa le molestaba profundamente). Hasta le di una moneda. Quería haberle dado una de veinte céntimos o cincuenta, que mi cartera no está para despilfarros, pero sólo tenía de uno y dos euros. Al final le di de uno y, a voz en grito y con micrófono, el artista me dio las gracias de la manera más sutil que pudo: “Muchas gracias. Qué generosidad de tu parte, que la fortuna venga a ti por tu generosidad”. Era Jekyll quien viajaba en ese tren y fue Jekyll la que se hundió en el asiento deseando que la tierra la tragase y que nadie la mirase.

La calidad es terrible, el tren se menea que da gusto. No sé si los retoquillos de novata (los de Youtube por defecto, vamos) habrán servido para algo. Y como no grabo nunca, no sé qué hice que casi todo el vídeo está sin sonido. Espero que al menos sirva de muestra de lo que nos encontramos por ahí.


jueves, 5 de marzo de 2015

Fingir en el tren da morbo

¿Estáis seguros de que esta gente está haciendo algo de verdad en sus móviles o solo fingen?

Últimamente en el tren he visto un comportamiento un tanto peculiar, al menos a mí me lo parece. Empezó el día que el pedorro tamaño Obélix me comprimió como un acordeón. Este Obélix, además de tener un tamaño descomunal, ocupaba más sitio porque no se quitó el abrigo e iba con los brazos casi en jarras toqueteando su móvil. En un principio pensé que iría jugando, pero mi lado cotilla pudo con mi lado educado y racional y eché una miradita a su pantalla. Estaba buscando en su lista de contactos de Whatsapp. Subía y bajaba por la lista sin sentido, de pronto le dio un golpe de dedo y subió velozmente. Entró en una conversación antigua, no sé si leyó algo, salió al momento. De nuevo se puso a mover la lista.

Ese fue su entretenimiento durante el viaje. Me llamó tanto la atención que incluso se lo comenté a Circe. Ella tiene un punto de mala leche. No creía que fuera a causa del aburrimiento sino que el pobre estaba más solo que la una, “normal, con ese olor”, y tan solo quería mostrar a los demás que no, o quizás simplemente mostrárselo a sí mismo. No le hice mucho caso, al fin y al cabo, la única que lo miraba de reojo era yo y veía perfectamente la jugada.

miércoles, 21 de enero de 2015

Diario de Jekyll (1): All I want is you

Martes 20 de enero de 2015

8:24h

Hoy es el cumpleaños de una de mis mejores amigas del colegio. La chica guapa, la que les gustó a todos los chicos de clase en algún momento u otro hasta que se dieron cuenta de que no tenían posibilidades con ella y se buscaron a otras cuando tuvimos edad. A pesar de llevárselos a todos de calle, sé que a un par de ellos les gustaba yo. Uno hablaba tanto de mí en casa que su madre se dio cuenta, se lo contó a la mía y la mía a mí. Teníamos unos cinco años. Nunca me dijo nada ni yo a él. Otro era mi mejor amigo. Se declaró de sopetón. Un jarro de agua helada en una tarde (fresca, la verdad) de finales de junio. En ese momento creí que no es posible la amistad entre hombres y mujeres. Tenía once. Al tercero lo pillé. Estábamos en séptimo de EGB y con trece años empiezas a cazar miradas. Una pista por aquí, una señal por allá. Tampoco me gustaba. Los tres me caían genial, eran monos pero a mí me gustaba otro, tanto, que no me acuerdo quién era.

Han pasado muchos años y los recuerdos se agolpan solo por recordar el cumpleaños de una niña que fue muy importante en mi infancia, pero con la que no tengo contacto. Y no me habría acordado de ella si no hubiera puesto la fecha de hoy para hablar de otras cosas, historias que pasan en el presente, pero que en el fondo no están tan alejadas de aquellas miradas furtivas de un adolescente. Las emociones no cambian, cuando alguien te gusta se siente el mismo cosquilleo tengas la edad que tengas y se utilizan las mismas artimañas.

viernes, 9 de enero de 2015

Miedo

Tengo miedo. Tanto, que esta mañana justo antes de que el tren entrara en Atocha e hiciera su parada habitual, se me encogió el estómago y empezó a revolverse dentro de mí intentando salir. Ayer en el camino de regreso, tenía unas ganas de llorar terribles. No lo hice por vergüenza. Otros reían a carcajadas. Quizás sólo necesitaba a alguien con el que compartir angustias y crear un poco de humor negro.

Tengo tanto miedo que me niego a escribir más sobre la causa. De hecho, tenía casi terminado el post de hoy, compartiendo mis temores, mis sentimientos, como en el post que escribí hace ya casi un año sobre el aniversario del 11M. Escribiéndolo me he desahogado, pero no voy a publicarlo. Probablemente esta tarde, al entrar en la estación, se me ponga de nuevo un nudo en la garganta. Quizás la sensación dure en los próximos días, pero me niego a vivir siempre así. En el post que escribió Babilonia sobre sus propósitos de año nuevo, comenté que no iba a hacer lista de propósitos. Ahora debo cambiar de opinión. Mi propósito será ser valiente y vivir sin miedo, dentro de mis posibilidades, claro está, porque hay cosas que acojonan por mucho que una se lo proponga (y perdón por el taco).

miércoles, 26 de noviembre de 2014

Un día (a)típico en el tren

He dedicado más de un post a mis aventuras y desventuras en el tren. La primera vez que pisé la estación de Atocha me sorprendió ver tanta gente moviéndose como hormigas. Era finales de julio, no podía ni imaginar cómo sería aquello cualquier otro mes, sin gente de vacaciones y mucho menos que algún día formaría parte de esa marabunta. Pero incluso inmersa en esa masa, caminando con el piloto automático activado viendo figuras sin cara, encuentro todos los días gente conocida. Ya he hablado de Diego (él es mi habitual estrella ahora mismo), pero también están el padre moderno que viaja con su niño de cuatro años, los dos grupos de marujas que cuando se enzarzan en una discusión se las oye al final del vagón (menos mal que no coinciden en el mismo tren)… Personas a las que veo con mucha frecuencia, imagino a dónde irán a trabajar, qué historia habrá detrás de cada una, personas a las que echo en falta cuando de repente dejo de verlas sin haber cambiado mis hábitos.

martes, 21 de octubre de 2014

Tengo ganas de dar un pellizco

Mi lado Jekyll es un desastre amoroso. Va por la vida a su bola, con las antenas plegadas, o se las deja en casa. A no ser que las señales que le lancen sean como una sirena de bomberos, no se entera de nada. Y cuando por fin se da por aludida en vez de oír el estruendo, ella oye el sonido tan bajito, tan bajito que se pregunta: ¿eso va por mí? Sí, nena, a ver si te enteras de una maldita vez. No consigo que cambie.

Un poco antes de las vacaciones de verano íbamos en el tren camino del trabajo. Como siempre vamos más o menos a la misma hora, tenemos muchos habituales. Uno de ellos, Diego, se sube dos paradas después que nosotras. No sé cuánto tiempo hace que coincidimos con él. Miss Jekyll se fijó en que tiene un e-reader igualito al suyo hace unos dos años y lo fichó. Después se fijó en que el tío está bastante potente (muy, muy potente), que lleva la comida al curro, que sus camisas siempre van planchadas como recién compradas y que a veces lo acompaña una bolsa de deporte (por eso está tan cachas). Ese día de julio le ayudé a desplegar las antenas. Al bajar en Nuevos Ministerios nos pusimos detrás de Diego. Yo lo rocé ligeramente, él se puso de perfil para echarle una miradita a mi amiga, que se dio cuenta pero no quiso reconocerlo, y lo miró así como quien no quiere la cosa.

viernes, 10 de octubre de 2014

El juego de la pelota

Hoy mi tren ha llegado casi quince minutos tarde. Al llegar al trabajo revisé las cuentas de twitter de Renfe y Adif y no había noticias. Escribí mi tuit al aire, un poco cabreada y por una vez los de Adif contestaron pidiéndome más información sobre el tren, cosa que les agradezco. Normalmente tratan el tema de los retrasos pasándoles la pelota a los de Renfe y los de Renfe a Adif. 


martes, 1 de abril de 2014

Mirones

Ayer al salir del trabajo, tenía que ir a Correos (últimamente parece que me da por escribir más sobre lo que pasa fuera de la ofi que dentro de ella). Me esperaba un paquete de Ana la Rana y ya sólo me quedaban un par de días. Cosas de la vida. El día que iba a ir a recogerlo, hubo una avería en el tren y no llegué a tiempo. El sábado pasado, mi otra oportunidad y la mejor, me surgió otra cosa y tampoco pude ir. Pensé, hoy o nunca.

En el viaje de regreso a casa, suelo coincidir con dos compañeros de la facultad. Eran de esos compañeros a los que conocía de vista pero nunca hablaba con ellos. No recuerdo sus nombres. Él nunca me transmitió buena onda, de hecho, me cruzo más con él que con ella y sigue sin transmitirme nada positivo. A veces se queda mirándome como un panoli, pero no me dice nada. No me gusta que me miren así. Otras, se recorre medio vagón para salir por la misma puerta que yo aunque le quede más cerca la de más allá. Si tanto interés tienen, que saluden, claro que no pega después de casi seis años viviendo en el mismo barrio y no haber abierto la boca.

martes, 11 de marzo de 2014

Décimo aniversario

Me levanté un poco más tarde de lo habitual para un jueves. Había huelga de estudiantes, pero debía de tener alguna práctica que hacer porque sobre las ocho y media estaba preparándome el desayuno. Una de mis compañeras de piso vino corriendo a la cocina, alterada y pálida. Las dos volvimos inmediatamente al salón donde las dos tazas de leche se quedaron frías. Creo que no hice nada en todo el día, solo recuerdo las terribles imágenes repetidas una y otra vez, como si el tiempo se hubiera parado, y las llamadas que entraban a duras penas porque las líneas estaban colapsadas. Las cuatro intentando llamar a casa para decir que estábamos bien porque ante una situación como aquella, nuestros padres estarían preocupados aun sabiendo que no teníamos por qué coger el tren a esa hora.

miércoles, 19 de febrero de 2014

Tren

No sé muy bien cómo empezar ni lo que realmente quiero contar, pero necesito sacar esto de dentro. Anteayer (lunes diecisiete de febrero) hubo un accidente en la estación de Cercanías de Nuevos Ministerios. Hay noticia difundida por agencias, así que puede suponerse que la versión de los testigos afirmando que la caída de la chica fue accidental, es fiable. Hay un pacto con la prensa para que no se difundan los casos de intento de suicidio en las vías.


Boca de metro Nuevos Ministerios
Entrada a Nuevos Ministerios, de Dorotea Hyde