Fue un pequeño susto. El miércoles cogí el tren como siempre
para volver a casa y sentí un cosquilleo en mi mejilla, como la caricia de un
delicado fantasma. Me toqué suavemente, casi con pudor y, al mirarme los dedos
vi un pequeño bichillo de una especie que desconocía (no, no raro, es que no
tengo ni idea de bichos). Hacía un poco de calor, sudaba por el esfuerzo previo
y todo empezó a picarme. La caricia en la mejilla se extendió por todo el
cuerpo en pocos segundos y se convirtió en urticaria sin contemplaciones. Y con
la urticaria vinieron los recuerdos: la Rotten
y su mudanza, las pulgas imaginarias, los sarpullidos, la locura del grupo…
March 26th, 1965, de National Library of Ireland |
Fue un viaje un poco más largo de lo habitual. A las cuatro
me confirmaron que ya teníamos sitio para instalarnos, a las cinco fuimos a
verlo Sara Pestes y yo y a las seis empecé a embalar lo que podía llevarme,
seleccionando casi al tuntún, a toda máquina para no salir demasiado tarde. Iba
en ese tren aguantando las ganas de rascarme, deseando llegar a casa y quitarme
cada una de las prendas de ropa que llevaba, pensando en lo horrible que iba a
ser compartir espacio con Sandra y Sara, que así juntas, se llaman igual que
dos de mis amigas más queridas. Era incapaz de concentrarme en la lectura.
El espacio al que vinimos no es un despacho sino una sala de
reuniones. Da al oeste, a los jardines de las casas de ricachones que hay en el
barrio. Veo algunos edificios a través de las ramas de los árboles pero no se
oye ningún ruido del exterior. Para acondicionarla simplemente nos han puesto
conexión a internet (esta mañana), nos han traído tres cajoneras para guardar
lo justo y tres sillas de oficina que había libres, casi esperando por
nosotras. Sandra y yo nos hemos instalado en la mesa gigantesca, pegadas a la ventana.
Sara Pestes es de otra categoría y se ha apropiado de la mesa individual, apoderado
del único armarito y pertrechado en una esquina sin parar de refunfuñar y sugerir que tanto los de informática como
nosotras le estábamos robando cosas. ¡Qué
cansina es! Que le den.
De momento no estoy mal. Después de las protestas de ayer,
Sara ha tenido trabajo fuera casi todo el día y Sandra estuvo muy ocupada con
cosas que tiene que hacer con Diana. De hecho, hemos visto a nuestra jefa mucho
por aquí, pero no me molesta. Estos días se ha preocupado muchísimo por
nosotras y no es peloteo. Ni soy pelota ni me corto en decir las cosas en mi
blog. Es que realmente ha movido todo lo que había que mover para que nos acomodaran
lo más pronto posible ya que nos fuimos del otro edificio como perras
desahuciadas: en silencio y por la puerta de atrás. Creo que es algo que se me
queda clavado de mi jefa anterior: el trato que nos ha dado ahora que ya no
somos nada para ella, como si no fuéramos nada para nadie.
Nosotras sí tenemos motivos para ver pulgas y sentir picores. A Sandra
es posible que le ataquen, Sara ha aprovechado la situación para que le
prometan un despacho para ella sola en septiembre y yo… bueno, en realidad no
me importa compartir siempre y cuando no me den la brasa. Y supongo que quien
lea esto sabe que la respuesta es que siempre hay gente que da la brasa. Así
que el miércoles en cuanto llegué a casa me duché, eché toda la ropa a lavar,
me sacudí el polvo y pensé que jamás, jamás, me convertiré en alguien como la Rotten
por muchos picores que tenga.
La sala de reuniones parece mejor que el zulo. Aunque eso de tener a los ricachones en las ventanas parece que solo te puede hacer soñar como los niños frente al escaparate de una pastelería sin dinero en los bolsillos. Pero es mejor.
ResponderEliminarQue la Rotten invente insectos no significa que el que te ha tocado la mejilla no fuera de verdad. No estamos preparados para los bichos. Somos tan urbanitas que tú lo defines muy bien cuando dices que para ti era raro, ni sabes su nombre o su especie. A mí me gusta que inicies con esa anécdota como premonición y termines con esa declaración de intenciones. Si estas decidida a no ser la Rotten no lo serás.
Tu jefa anterior ... Falsa de narices pero a saber qué miserias hay en su propia vida.
Veremos cómo se desarrolla ahora el trabajo. Sigo pensando que juntar a la gente en los trabajos distrae para mal. Unos son más pesados que otros. Y los pesados hacen lastre. Pero ese problema ya lo tenías antes.
Saludos
Sí, en realidad hay muy poca gente que deje trabajar. Trabajar en cubículos debe de ser agobiante, pero trabajar en ese mismo espacio sin nada que te separe de los demás, realmente lo es.
EliminarMi jefa anterior... creo que todas hemos sentido esto como una puñalada, ella y su manía de no querer decir las cosas a ciertas personas para no quedar mal. Con esto ha quedado mal con mucha gente. Hasta el super jefe me dio hoy un amago de abrazo al coincidir conmigo por primera vez aquí. Esa es la pena que les provocamos a los que conocen la historia. Aunque el sitio es muchísimo mejor que el anterior.
Un abrazo.
Encantadora tu entrada
ResponderEliminarDescribes cada momento tan bien
que sentí casi la picadura de tus males...
la foto genial de un pasado que ya no existe
gracias por llevarme a otra era la de tus palabras...
Bendiciones muchachita para vos
Ay, no! Siento oír eso de los picores, espero que se fueran antes de asomar. Fíjate, Recomenzar, que ese pasado no existe pero me da en la nariz de que algun@s quisieran resucitarlo y arrinconarnos a los demás :(
EliminarUn abrazo enorme.