viernes, 5 de mayo de 2017

Picores: el síndrome de las mudanzas no deseadas

Fue un pequeño susto. El miércoles cogí el tren como siempre para volver a casa y sentí un cosquilleo en mi mejilla, como la caricia de un delicado fantasma. Me toqué suavemente, casi con pudor y, al mirarme los dedos vi un pequeño bichillo de una especie que desconocía (no, no raro, es que no tengo ni idea de bichos). Hacía un poco de calor, sudaba por el esfuerzo previo y todo empezó a picarme. La caricia en la mejilla se extendió por todo el cuerpo en pocos segundos y se convirtió en urticaria sin contemplaciones. Y con la urticaria vinieron los recuerdos: la Rotten y su mudanza, las pulgas imaginarias, los sarpullidos, la locura del grupo…

Two women at office
March 26th, 1965, de National Library of Ireland
Fue un viaje un poco más largo de lo habitual. A las cuatro me confirmaron que ya teníamos sitio para instalarnos, a las cinco fuimos a verlo Sara Pestes y yo y a las seis empecé a embalar lo que podía llevarme, seleccionando casi al tuntún, a toda máquina para no salir demasiado tarde. Iba en ese tren aguantando las ganas de rascarme, deseando llegar a casa y quitarme cada una de las prendas de ropa que llevaba, pensando en lo horrible que iba a ser compartir espacio con Sandra y Sara, que así juntas, se llaman igual que dos de mis amigas más queridas. Era incapaz de concentrarme en la lectura.

El espacio al que vinimos no es un despacho sino una sala de reuniones. Da al oeste, a los jardines de las casas de ricachones que hay en el barrio. Veo algunos edificios a través de las ramas de los árboles pero no se oye ningún ruido del exterior. Para acondicionarla simplemente nos han puesto conexión a internet (esta mañana), nos han traído tres cajoneras para guardar lo justo y tres sillas de oficina que había libres, casi esperando por nosotras. Sandra y yo nos hemos instalado en la mesa gigantesca, pegadas a la ventana. Sara Pestes es de otra categoría y se ha apropiado de la mesa individual, apoderado del único armarito y pertrechado en una esquina sin parar de refunfuñar y sugerir que tanto los de informática como nosotras le estábamos robando cosas. ¡Qué cansina es! Que le den.

De momento no estoy mal. Después de las protestas de ayer, Sara ha tenido trabajo fuera casi todo el día y Sandra estuvo muy ocupada con cosas que tiene que hacer con Diana. De hecho, hemos visto a nuestra jefa mucho por aquí, pero no me molesta. Estos días se ha preocupado muchísimo por nosotras y no es peloteo. Ni soy pelota ni me corto en decir las cosas en mi blog. Es que realmente ha movido todo lo que había que mover para que nos acomodaran lo más pronto posible ya que nos fuimos del otro edificio como perras desahuciadas: en silencio y por la puerta de atrás. Creo que es algo que se me queda clavado de mi jefa anterior: el trato que nos ha dado ahora que ya no somos nada para ella, como si no fuéramos nada para nadie.

Nosotras sí tenemos motivos para ver pulgas y sentir picores. A Sandra es posible que le ataquen, Sara ha aprovechado la situación para que le prometan un despacho para ella sola en septiembre y yo… bueno, en realidad no me importa compartir siempre y cuando no me den la brasa. Y supongo que quien lea esto sabe que la respuesta es que siempre hay gente que da la brasa. Así que el miércoles en cuanto llegué a casa me duché, eché toda la ropa a lavar, me sacudí el polvo y pensé que jamás, jamás, me convertiré en alguien como la Rotten por muchos picores que tenga.

4 comentarios:

  1. La sala de reuniones parece mejor que el zulo. Aunque eso de tener a los ricachones en las ventanas parece que solo te puede hacer soñar como los niños frente al escaparate de una pastelería sin dinero en los bolsillos. Pero es mejor.
    Que la Rotten invente insectos no significa que el que te ha tocado la mejilla no fuera de verdad. No estamos preparados para los bichos. Somos tan urbanitas que tú lo defines muy bien cuando dices que para ti era raro, ni sabes su nombre o su especie. A mí me gusta que inicies con esa anécdota como premonición y termines con esa declaración de intenciones. Si estas decidida a no ser la Rotten no lo serás.
    Tu jefa anterior ... Falsa de narices pero a saber qué miserias hay en su propia vida.
    Veremos cómo se desarrolla ahora el trabajo. Sigo pensando que juntar a la gente en los trabajos distrae para mal. Unos son más pesados que otros. Y los pesados hacen lastre. Pero ese problema ya lo tenías antes.
    Saludos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí, en realidad hay muy poca gente que deje trabajar. Trabajar en cubículos debe de ser agobiante, pero trabajar en ese mismo espacio sin nada que te separe de los demás, realmente lo es.

      Mi jefa anterior... creo que todas hemos sentido esto como una puñalada, ella y su manía de no querer decir las cosas a ciertas personas para no quedar mal. Con esto ha quedado mal con mucha gente. Hasta el super jefe me dio hoy un amago de abrazo al coincidir conmigo por primera vez aquí. Esa es la pena que les provocamos a los que conocen la historia. Aunque el sitio es muchísimo mejor que el anterior.

      Un abrazo.

      Eliminar
  2. Encantadora tu entrada
    Describes cada momento tan bien
    que sentí casi la picadura de tus males...
    la foto genial de un pasado que ya no existe
    gracias por llevarme a otra era la de tus palabras...
    Bendiciones muchachita para vos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ay, no! Siento oír eso de los picores, espero que se fueran antes de asomar. Fíjate, Recomenzar, que ese pasado no existe pero me da en la nariz de que algun@s quisieran resucitarlo y arrinconarnos a los demás :(
      Un abrazo enorme.

      Eliminar