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Help, de Jesper Sehested

Escribir esta entrada me ha costado. Le he dado muchas vueltas al tema… a los temas. Pensé en escribir sobre los problemas en el tren, lo tarde que me hace llegar y mis explicaciones que ya suenan a chiste. También han estado en la lista las clases de inglés, que me llevaron a reflexionar sobre la diversidad que hay aquí, que nos hace privilegiados por convivir con diferentes culturas, pero también vivir en una burbuja de tolerancia ignorando a veces lo que hay ahí fuera. El tercer tema era un relato sin objetivo reflexionado durante un paseo debido al cierre del metro durante unos meses y el redescubrimiento de una parte de la ciudad que tengo abandonada y que antes pertenecía a mi día a día. 

Desde mi última entrada mis hormonas se han puesto a mil por una nueva llamada de Fernando P. y un abrazo prometido (que creo que no llegaré a recibir). Como sabemos lo que inspiran sus llamadas, he estado tentada a probar de nuevo con el relato erótico, pero las ocupaciones y preocupaciones del día a día de momento han aplazado el proyecto. De hecho, también he estado a punto de escribir sobre esas tareas diarias que me tienen hasta arriba. Quería quejarme, poner verdes a mis jefes por tomar decisiones sin leer la letra pequeña e ignorar absolutamente mis recomendaciones y propuestas, aunque sé mucho más sobre mi trabajo que ellos. Otro tema de la lista era una nueva historia con la Rotten porque, después de años escaqueándome de tomar café con ella, metí la pata hasta el fondo y me presenté voluntaria. Y es que cuando me cambian de ordenador siempre pasa algún percance.

Las dos semanas que suelo dejar entre entrada y entrada avanzaban y seguía sin ideas. Normalmente mis compañeras son una buena fuente de inspiración. Si no son sus llamadas eróticas, son sus llantos, de hecho, pensé en escribir sobre el victimismo de Sara Pestes y la manipulación, cómo utiliza una enfermedad gravísima para volver a ponerse en el centro de nuestras conversaciones. Me da bastante asco y realmente podría haberle quitado chicha, pero en los últimos días me ha hartado tanto que no me apetecía escribir una entrada entera sobre ella. De hecho, llevo más de media página y sigo sin encontrar un tema contundente, así que me he resignado a hacer un resumen de lo que ha pasado en las dos últimas semanas, que tampoco está mal.

No es la primera vez que me dan estas crisis, ya por exceso de tranquilidad, ya por exceso de trabajo. Lo he solventado escribiendo sobre ello, pero esta vez me apetecía buscar una solución diferente para enfrentarme a la página en blanco, aunque escribir sobre nuestros problemas siempre ayuda y el pánico, aunque sea a un mísero trozo de papel, pánico es.

En fin, que me acerco al final de la página y llevo casi dos mil ochocientos caracteres. Ese número es el límite que tienen mis compañeros cuando escriben la introducción para presentar los proyectos en los que trabajamos y yo, alegremente, les digo, poco más de media carilla. Y es cierto que, en otras ocasiones, me pongo a teclear y hasta me tengo que frenar, pero hoy me ha tocado hacer el mismo esfuerzo titánico para llegar aquí. 

Y aquí, aun sin haber completado la página (que tampoco es una obligación), lo dejo.