viernes, 16 de noviembre de 2018

El desplante

Hace unas semanas Sandra empezó a darme la brasa como siempre. Tontería por aquí, tontería por allá, parecer muda y sorda habría sido lo mejor. Pero al final, una también necesita socializar y saltando de tema en tema acabamos hablando de Gorka.

Volcán en erupción
Hawaii-8742, de Milquetoast
Coincidimos con él algún tiempo. Trabajaba en el departamento de Tecnologías de la Información, un tío encantador, competente, siempre dispuesto a ayudar, algo tan escaso que todas recurríamos a él. Hace unos años se fue a vivir a Hawaii ya que su mujer era de allí y quería volver a casa. Un paraíso, una maravilla, le decíamos todas en la despedida. Una tierra alucinante incluso cuando los volcanes entran en erupción. A Sandra le hablé del Kilauea y de lo que me había acordado de Gorka en verano viendo las noticias de la erupción, porque no hace falta que una catástrofe te afecte directamente, basta con que conozcas a alguien que pueda estar en peligro para que la sientas más.



Sin embargo, esto no va de Gorka, ni de volcanes, sino de Sandra y la Rotten. Porque justo en el momento en que exterioricé mis preocupaciones, Sandra sacó su lado

SOY-MEGA-GUAY-Y-TENGO-QUE-ESTAR-EN-EL-CENTRO

y pensó en buscar a Gorka en LinkedIn. Por supuesto, con su impulsiva idea llegaron también la indecisión y la primera persona del plural. ¿Lo busco? ¿Le escribo? ¿Qué le decimos? ¿Le doy recuerdos de tu parte? ¿Le decimos que lo echamos de menos? De verdad, ¿qué le decimos?

A los pocos días, llegó la respuesta, tan amable como siempre era él. Estoy bien, muchas gracias por acordaros de mí, por suerte vivo en Honolulu, otra isla, y el volcán me queda lejos. Respiré aliviada. En unas semanas voy a España, pasaré unos días en Madrid, ¿quedamos a tomar un café? Está claro que ese quedamos es ambiguo. Para mí, se lo decía a Sandra, que es la que le había escrito, para ella, nos lo decía a las dos, por ese plural que no se le despega de la boca. Y no es lo mismo porque con la primera opción no tendría obligación de acudir, con la segunda él esperaría quedar con ambas. No es que me importara ir, al contrario, mi ausencia sería únicamente para fastidiar a esta petarda, que es algo que me encanta, no lo puedo evitar.

Hombre doblado a causa del peso de su enorme cabeza
All These Things In My Head, de Diego da Silva
Nada más responderle, se puso a organizarlo. ¿A quién más aviso? ¿A Ángela?, ¿a Diana? En este punto empezó a molestarme de verdad porque yo ni le habría escrito a pesar de ser la más preocupada de las dos y, mucho menos, habría dado pie a ese café en mi respuesta. Pero Sandra es así. Quiere las cosas y no las quiere. Quiere estar en el centro de atención y luego se pone histérica de la vergüenza, habla como una metralleta en un evento y luego se queja de que la conversación era aburrida y te reprocha que no has hablado nada. Y en este caso, casi cada día hasta la fecha en que quedamos, se quejó de la vergüenza que le daba verlo, como si fuera una cita, y el rollo que era organizarlo, que no la dejara sola con él y nuestras jefas.

¿A quién más aviso? Y vuelta, y dale. Que no tengo ni idea, tú te has metido en este embrollo, inventa. ¿A quién más aviso? Que no conozco a nadie, mucho menos a alguien que lo conociera. ¿A quién más aviso? De pronto entró Sara Pestes y ya había alguien más para la reunión. ¿A quién más aviso? Mi cabeza ardiendo, también a punto de entrar en erupción y, de improviso, por lo que decía antes de molestarla… A la Rotten, avisa a la Rotten, que lo quería muchísimo. Silencio. Silencio absoluto hasta el día del café. Ese silencio lo decía todo: que me odiaba y que no pensaba invitar a doña pulgas ni de coña. Ella, que la adoraba, que la abrazaba a cada rato, que dijo aquello de ¿a quién puede caerle mal Ascensión?, ahora se ha pasado al bando del olvido, de las llamadas inexistentes, de darle la espalda en los cafés y ponerse a hablar con otra persona, al bando de no invitarla a algo que está muy lejos de ser una reunión de amigos que se aprecian, al bando del desplante porque que Gorka y la Rotten se llevaban genial lo sabíamos las dos.

Botella de anís del mono
Anís del mono v2, de Francisco López
(lo que necesitaba en vez de café)
No creo en el destino, pero esta vez estuve cerca de convertirme en creyente. Llegó el día, nos encontramos con Gorka en un cruce, lo abrazamos, súper simpático como siempre, buscamos un sitio en el local y de pronto… Sí, sucedió lo que imagináis. Ni siquiera me había quitado el abrigo aún. Creo que miré en su dirección porque sus ojos debían de estar abrasándonos a todas. Ella, que nunca sale a tomar café, estaba junto a la barra tiesa, sonrisa gélida a juego con su mirada, sin ver al invitado estrella todavía porque cuando percibió su presencia noté perfectamente cómo se convertía en volcán a punto de estallar.

Ángela, Diana y Sara daban por hecho que era del grupo, cuando se dieron cuenta de que no venía a la mesa, una de ellas se levantó para pedirle que se quedara y Gorka se levantó inmediatamente a saludarla. Yo también me acerqué. La única que no dijo ni mu, ni siquiera cuando le preguntaron directamente, fue la organizadora del evento. Aún hoy, tres semanas después, no ha tenido el valor para decirme: jolín, D., qué fallo, ya sé que me lo dijiste, pero se me olvidó por completo invitar a Ascensión. Ella, a la que le da vergüenza todo, falsa vergüenza, fue la única que no se metió en un agujero metafórico por el apuro, fue la única a la que el café no le supo amargo.

6 comentarios:

  1. Me siento como después de haber visto el episodio de una sitcom con risas enlatadas. Porque la vida a veces tiene más sentido del humor. Esos encuentros que parecen imposibles suceden más de lo que queremos. Me ha gustado del relato cómo la llamada a un tipo a propósito del desastre natural desemboca en todo ese desastre social a menor escala. No puedo dejar de pensar en el contraste entre lo grande y lo pequeño y cómo todo influye en tu vida, incluso un volcán a miles de kilómetros. Aunque a eso ayudan las malas decisiones y la falsedad de algunas personas. Pero bueno, que yo disculpo un poco a una persona que no quiera invitar a la pestes. Incluso a una persona que antes hablaba bien de ella. Hay gente de reflejos lentos. Un abrazo

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    1. ¿Sabes? Eso de lo grande y lo pequeño creo que de alguna manera estaba en mi subconsciente. Empecé a escribir directamente sobre el volcán, de pronto me di cuenta de que lo que quería contar era lo otro, ¡pero un volcán es un volcán! Aun así estuve a punto de cambiarlo, pero después de un reposo pensé: no, así. Y en realidad no sabía por qué hasta que lo has escrito tú. :)

      Creo que yo también disculparía a Sandra por no querer invitarla si no fuera porque no es capaz de decirle que no puede a la cara. Luego me utiliza para meter presión: "tenemos café con..." y se cabrea cuando digo que no. Es ese nosotras el que me saca de mis casillas y quizás ese cabreo produzca la segunda parte de esto... Tengo que pensarlo. :D

      Un abrazo.

      PD Por cierto, me alegro mucho de las risas.

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  2. Sergio te ayuda con cada una de tus emociones como escritora te leo
    Los leo y me parece maravilloso que de los comentariosentienda mucho mas alla de tus letras
    mil besos escritora

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  3. Los dos me tenéis calada, por pasaros tanto por aquí. :) Los comentarios son la salsa de esto.
    Un besazo enorme.

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  4. Escritora te deseo mucho para este diciembre
    que lo que te pasa siga y siempre Pa'lante mi querida alma poeta

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    1. Para ti también, Recomenzar. Ya se acerca el nuevo año, aunque supongo que habrá escritos nuestros en breve y podré felicitarte un poco cerca de la fecha.
      Que la escritura nos acompañe siempre.
      BSS

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