jueves, 8 de noviembre de 2018

No a una cena


Todos los años el súper jefe organiza un evento de reclutamiento de jóvenes profesionales de su área. Vienen reclutadores y candidatos de todo el mundo y, hasta esta edición, siempre ha habido fallos gordos, principalmente porque Violeta es una zángana de campeonato. No es que por eso se vaya a terminar el mundo, pero en un ámbito donde incluso los pequeños detalles marcan la diferencia entre la excelencia y la mediocridad, esos errores pueden hacer que la gente hable bien y vuelva (más pasta) o hable mal y no vuelva (menos pasta). A eso se reduce todo, a la pasta, pero si la hay, Violeta y yo tenemos trabajo y si no, nos vamos a la calle.

Attendees register prior to Collision 2017 in New Orleans, Louisiana. Picture credit: Diarmuid Greene
Nosotras los dejamos un poco más a su aire, sobre todo yo,
que me escapé para ir por libre. (Fotografía de Diarmuid
Greene, Collision Conf.)
Este año Diana, mi jefa, me pidió ayuda. Dos días antes. Para un viernes de puente. No me importa echar una mano, creo que podría decir que hasta me gusta. Salgo de la rutina, hago algo diferente, tengo contacto con gente con la que habitualmente no coincido, hablo inglés en una situación menos tensa para mí que en los saraos… Pero hay inconvenientes, claro. Fui sin tener ni idea de qué iba el asunto, qué tenía que decir si me pedían información, nadie explicaba nada, ni siquiera aquellas que se quejan todo el día de la falta de comunicación y de información. Es justo decir que fue Violeta la zángana la que me dijo más cosas sobre esto a pesar de que nuestra relación no es la mejor. Secreto (imaginad que lo digo susurrando y al oído): me dio la impresión de que en esta ocasión fue amable para que me pusiera de su lado y hacer fuerza contra el grupo de mi jefa, Sandra la Otra y Sara Pestes.

A causa de los desastres anteriores, Diana, Sandra y la Pestes, estuvieron estresadas e histéricas durante las dos semanas previas y toda esa tensión se transmite a los demás. Imagino que es así cómo funciona la histeria colectiva, porque a mí ni me iba ni me venía y, sin embargo, mis niveles de estrés subieron hasta la línea roja desde el momento en que me convocaron. Aun así, el día anterior me mentalicé para ir con una sonrisa conjuntando con la ropa elegante. Conseguí llegar prontísimo para no cagarla y enseguida me dieron mi primera tarea: arreglar un error de Violeta. Esta mujer no tiene remedio, pero me vino de perlas para alejarme del grupo. Lo mismo con mi segunda tarea. ¿No te importa hacerlo sola? Bueeeeno… Cogí los papeles y me largué sin darles tiempo a la réplica. Una hora deambulando por el edificio sin tener que oír al trío de la discordia ni a mi jefa.

El resto del día pasó sin demasiados incidentes: gente que venía un poco nerviosa, porque los candidatos se juegan mucho, preguntaban cosas tan alterados que ni siquiera se les entendía. Una chaqueta perdida, líneas en el programa que tapan el texto, gente marchándose antes de que saliera el postre… Minucias. Aun así, mis compañeras seguían desquiciadas, Sandra incordiándome media mañana con las líneas del programa, la comida hasta un poco tensa, aunque pasé de ellas y atrapé todo el jamón que pude. Y es que hay un tema que las altera de manera ilógica y, aunque todo salga bien, ellas siguen erre que erre amargando a los demás: la cena.

La cena se organiza ese primer día para que todos los reclutadores se reúnan, hagan contactos, intercambien impresiones o las últimas novedades de su área, quizás hablen de cosas más divertidas, liguen o se desahoguen de una vida de mierda. El súper jefe invita a todo el personal que trabaja en esto, pero como mi jefa me avisó con poco tiempo y el histerismo ya estaba en niveles demasiado altos para razonar o sacar la lógica del agujero, se le olvidó invitarme. Habría estado loca si se lo hubiera recordado, pero el súper se dirigió a mí en la comida y me preguntó si me gustaría ir. No hay quien se libre de su memoria. Mis compañeras expectantes, mirándonos de reojo disimuladamente porque no querían que me escaquease. Si ellas pringaban, yo también. Que es viernes por la noche, ¡concho! Yo tenía clarísimo desde el principio que quizás no me quedara más remedio que ayudar en esa cosa, pero la mejor manera de agradecerme que haga algo que no me corresponde es dejarme conciliar. Ir el viernes por la noche a esa cena no lo es.

Dos hombres posan sonrientes en una cena. Mujer seria sentada.
Parallel realities, de Kevin Dooley
En realidad, todos esos miedos que tienen mis compañeras son infundados. Sienten que están obligadas y no pueden decir que no porque van a quedar mal, pero es por peloteo. Ni siquiera son capaces de inventar una excusa. Yo ni molesté en inventar. Tranquilamente, con educación y una sonrisa agradecí la invitación, pero la rechacé. No es el mejor plan para un viernes por la noche, ¿verdad? No. Jijí jajá. Y que Diana me avisó tarde y ya tengo planes. Eso último lo dije para mis compañeras, que no sé por qué dan por hecho que siempre estoy disponible. Aunque la realidad es que terminé tan cansada, que cancelé mi clase de Pilates y me fui a dar un paseo para relajarme antes de irme a casa, darme una ducha y dormir.

¿Pasó algo? NO. Al súper le importó un comino que dijera que no. No solo no le importa, sino que creo que tanto él como Diana respetan que de vez en cuando mantenga mis posiciones. Puede que los peleles sin personalidad ni intereses les vengan estupendos para sus fines, pero ¿le gustan a alguien? Y aunque prefirieran su falta de personalidad antes que mi compromiso conmigo misma lo tengo clarísimo: en esa cena no me verán el pelo jamás.


NOTA: Como no se debe decir de esta agua no beberé, me guardo un comodín por si conozco a un tío súper interesante en próximos eventos y no es que quiera ir a esa cena, es que lo necesito para estar un rato con él.

4 comentarios:

  1. Pues esa es la clave. Que a veces gran parte de las obligaciones que nos tomamos son más producto de nuestro miedo a quedar mal que de lo que realmente le importamos al prójimo. Nadie está pensando todo el tiempo en nosotros y en esa cita que hemos rechazado con él o ella. A no ser que le importemos a otro nivel pero este no es el caso. Ese Viernes tuyo y el planazo de la ducha y el relax me han parecido lo mejor que te podías regalar. Siempre tendrás otras cenas en las que tal vez sí te apetezca estar. O no. Disfruta del fin de semana. Saludos

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    1. Exacto. Y en este caso, el jefe lo hace por amabilidad, porque tenemos la suerte de tener un jefe estupendo. Pero obligación ninguna. Y por nada del mundo dejaría yo mi plan de relax después de esa jornada agotadora.
      Buen fin de semana para ti también, S.

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  2. Me traes sonrisas a la cara, tu espíritu joven y bello lo trasmites en tus letras.Los momentos que pasas en tu vida .Me da la sensación que tienes una vida muy interesante llena de preguntas y ganas....
    un abrazo compañera de letras

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    1. Hola, Recomenzar! Diría que no, que no tengo una vida interesante, pero es porque siempre me comparo con Indiana Jones y salgo perdiendo. :) Eso sí, aunque sea monotonía pura en el trabajo, intento enriquecer mi espíritu. Supongo que se trata de eso para no volvernos grises.
      Un abrazo enorme.

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