Todos los años el súper jefe organiza un evento de
reclutamiento de jóvenes profesionales de su área. Vienen reclutadores y
candidatos de todo el mundo y, hasta esta edición, siempre ha habido fallos gordos,
principalmente porque Violeta es una zángana de campeonato. No es que por eso
se vaya a terminar el mundo, pero en un ámbito donde incluso los pequeños
detalles marcan la diferencia entre la excelencia y la mediocridad, esos
errores pueden hacer que la gente hable bien y vuelva (más pasta) o hable mal y
no vuelva (menos pasta). A eso se reduce todo, a la pasta, pero si la hay,
Violeta y yo tenemos trabajo y si no, nos vamos a la calle.
Nosotras los dejamos un poco más a su aire, sobre todo yo, que me escapé para ir por libre. (Fotografía de Diarmuid Greene, Collision Conf.) |
Este año Diana, mi jefa, me pidió ayuda. Dos días antes.
Para un viernes de puente. No me importa echar una mano, creo que podría decir
que hasta me gusta. Salgo de la rutina, hago algo diferente, tengo contacto con
gente con la que habitualmente no coincido, hablo inglés en una situación menos
tensa para mí que en los
saraos… Pero hay inconvenientes, claro. Fui sin tener ni idea de qué
iba el asunto, qué tenía que decir si me pedían información, nadie explicaba
nada, ni siquiera aquellas que se quejan todo el día de la falta de
comunicación y de información. Es justo decir que fue Violeta la zángana la que
me dijo más cosas sobre esto a pesar de que nuestra relación no es la mejor.
Secreto (imaginad que lo digo susurrando y al oído): me dio la impresión de que
en esta ocasión fue amable para que me pusiera de su lado y hacer fuerza contra
el grupo de mi jefa, Sandra la Otra y Sara Pestes.
A causa de los desastres anteriores, Diana, Sandra y la Pestes,
estuvieron estresadas e histéricas durante las dos semanas previas y toda esa
tensión se transmite a los demás. Imagino que es así cómo funciona la histeria
colectiva, porque a mí ni me iba ni me venía y, sin embargo, mis niveles de
estrés subieron hasta la línea roja desde el momento en que me convocaron. Aun
así, el día anterior me mentalicé para ir con una sonrisa conjuntando con la
ropa elegante. Conseguí llegar prontísimo para no cagarla y enseguida me dieron
mi primera tarea: arreglar un error de Violeta. Esta mujer no tiene remedio,
pero me vino de perlas para alejarme del grupo. Lo mismo con mi segunda tarea.
¿No te importa hacerlo sola? Bueeeeno… Cogí los papeles y me largué sin darles
tiempo a la réplica. Una hora deambulando por el edificio sin tener que oír al
trío de la discordia ni a mi jefa.
El resto del día pasó sin demasiados incidentes: gente que venía
un poco nerviosa, porque los candidatos se juegan mucho, preguntaban cosas tan
alterados que ni siquiera se les entendía. Una chaqueta perdida, líneas en el
programa que tapan el texto, gente marchándose antes de que saliera el postre…
Minucias. Aun así, mis compañeras seguían desquiciadas, Sandra incordiándome
media mañana con las líneas del programa, la comida hasta un poco tensa, aunque
pasé de ellas y atrapé todo el jamón que pude. Y es que hay un tema que las altera
de manera ilógica y, aunque todo salga bien, ellas siguen erre que erre amargando
a los demás: la cena.
La cena se organiza ese primer día para que todos los
reclutadores se reúnan, hagan contactos, intercambien impresiones o las últimas
novedades de su área, quizás hablen de cosas más divertidas, liguen o se
desahoguen de una vida de mierda. El súper jefe invita a todo el personal que
trabaja en esto, pero como mi jefa me avisó con poco tiempo y el histerismo ya
estaba en niveles demasiado altos para razonar o sacar la lógica del agujero,
se le olvidó invitarme. Habría estado loca si se lo hubiera recordado, pero el súper
se dirigió a mí en la comida y me preguntó si me gustaría ir. No hay quien se
libre de su memoria. Mis compañeras expectantes, mirándonos de reojo
disimuladamente porque no querían que me escaquease. Si ellas pringaban, yo
también. Que es viernes por la noche, ¡concho! Yo tenía clarísimo desde el
principio que quizás no me quedara más remedio que ayudar en esa cosa, pero la
mejor manera de agradecerme que haga algo que no me corresponde es dejarme
conciliar. Ir el viernes por la noche a esa cena no lo es.
Parallel realities, de Kevin Dooley |
En realidad, todos esos miedos que tienen mis compañeras son
infundados. Sienten que están obligadas y no pueden decir que no porque van a
quedar mal, pero es por peloteo. Ni siquiera son capaces de inventar una
excusa. Yo ni molesté en inventar. Tranquilamente, con educación y una sonrisa
agradecí la invitación, pero la rechacé. No es el mejor plan para un viernes
por la noche, ¿verdad? No. Jijí jajá. Y que Diana me avisó tarde y ya tengo
planes. Eso último lo dije para mis compañeras, que no sé por qué dan por hecho
que siempre estoy disponible. Aunque la realidad es que terminé tan cansada, que
cancelé mi clase de Pilates y me fui a dar un paseo para relajarme antes de
irme a casa, darme una ducha y dormir.
¿Pasó algo? NO. Al súper le importó un comino que dijera que
no. No solo no le importa, sino que creo que tanto él como Diana respetan que
de vez en cuando mantenga mis posiciones. Puede que los peleles
sin personalidad ni intereses les vengan estupendos para sus fines, pero
¿le gustan a alguien? Y aunque prefirieran su falta de personalidad antes que
mi compromiso conmigo misma lo tengo clarísimo: en esa cena no me verán el pelo
jamás.
NOTA: Como no se debe decir de esta agua no beberé, me
guardo un comodín por si conozco a un tío súper interesante en próximos eventos
y no es que quiera ir a esa cena, es que lo necesito para estar un rato con él.
Pues esa es la clave. Que a veces gran parte de las obligaciones que nos tomamos son más producto de nuestro miedo a quedar mal que de lo que realmente le importamos al prójimo. Nadie está pensando todo el tiempo en nosotros y en esa cita que hemos rechazado con él o ella. A no ser que le importemos a otro nivel pero este no es el caso. Ese Viernes tuyo y el planazo de la ducha y el relax me han parecido lo mejor que te podías regalar. Siempre tendrás otras cenas en las que tal vez sí te apetezca estar. O no. Disfruta del fin de semana. Saludos
ResponderEliminarExacto. Y en este caso, el jefe lo hace por amabilidad, porque tenemos la suerte de tener un jefe estupendo. Pero obligación ninguna. Y por nada del mundo dejaría yo mi plan de relax después de esa jornada agotadora.
EliminarBuen fin de semana para ti también, S.
Me traes sonrisas a la cara, tu espíritu joven y bello lo trasmites en tus letras.Los momentos que pasas en tu vida .Me da la sensación que tienes una vida muy interesante llena de preguntas y ganas....
ResponderEliminarun abrazo compañera de letras
Hola, Recomenzar! Diría que no, que no tengo una vida interesante, pero es porque siempre me comparo con Indiana Jones y salgo perdiendo. :) Eso sí, aunque sea monotonía pura en el trabajo, intento enriquecer mi espíritu. Supongo que se trata de eso para no volvernos grises.
EliminarUn abrazo enorme.