domingo, 15 de marzo de 2020

Covid-19, Diario de un encierro (1): Estado de alarma


Artículo 116
2. El estado de alarma será declarado por el Gobierno mediante decreto acordado en Consejo de Ministros por un plazo máximo de quince días, dando cuenta al Congreso de los Diputados, reunido inmediatamente al efecto y sin cuya autorización no podrá ser prorrogado dicho plazo. El decreto determinará el ámbito territorial a que se extienden los efectos de la declaración.

Constitución Española, 1978

Cuando era estudiante en la universidad, tuve una asignatura de Introducción al Derecho en la que, entre otros temas, estudiamos la Constitución. Cuando preguntamos en qué supuestos podían activarse los estados de alarma, excepción y sitio, la profesora nos dijo que uno de los motivos era en caso de epidemia. ¡Epidemia! Cómo iba a suceder eso, pensé yo recién salida de la adolescencia y viviendo todavía en mi burbuja, si eso solo pasaba en los países del tercer mundo. Pues aquí está, señoras y señores, el estado de alarma ha entrado en vigor por segunda vez en nuestra democracia y por primera vez por alerta sanitaria, el quince de marzo de dos mil veinte, es decir, hoy.

No estoy asustada, no tengo miedo por mí, pero sí estoy preocupada por mis padres, por la gente que pasa de una edad o está en grupos de riesgo y a la que quiero o quieren las personas que quiero. Me preocupa la situación económica, el estado en el que el mundo va a quedar después de esto, me dan mucha pena las personas que están perdiendo la vida y sus familias. Mientras escribo estas líneas ya han fallecido doscientas noventa y dos (292) personas en España, aunque más de quinientas han sido dadas de alta. Desde el jueves me cuesta contener las lágrimas y, aunque poco a poco voy asimilando todo lo que está pasando y todo lo que está cambiando y cada vez tengo menos ganas de llorar, la tristeza no se va de mi lado. 

La semana pasada fue un poco caótica. Mientras mi profesor de inglés en la academia nos preguntaba el miércoles si no estábamos cambiando ya algunos de nuestros hábitos y yo le respondía que me negaba a cancelar una reunión de amigos del sábado (cosa que hicimos el jueves), las clases en la empresa se cancelaron a la espera de que empiecen a impartirse online y mi jefa nos dijo que nos había solicitado portátiles para trabajar desde casa. Tras el anuncio de la Comunidad de Madrid del cierre de servicios que no fueran de primera necesidad, comencé a cancelar algunas de mis actividades habituales (como mis clases de Pilates) y a cerrar los últimos asuntos antes de encerrarme en casa.
 
Cola en el supermercado
La cola, de Dorotea Hyde
El sábado, ayer, fue mi último día en la calle. Fui a hacer la compra en un supermercado abarrotado, con colas de cuarenta y cinco minutos para pagar. Después de la orgía de compras de los días anteriores, lo que se veía en los carros y cestas eran sobre todo chucherías como patatas fritas y cervezas y, aunque no vi ninguna en las compras de los demás, ya casi no quedaban pizzas y había huecos enormes en las estanterías de los refrescos. Por suerte, pude comprar los productos frescos que necesitaba. Nos volvimos locos, sobre todo con el papel higiénico, aunque el sábado, ¡al fin! vi desaparecer el jabón. Porque, y aquí tenéis que perdonarme por lo escatológico, tanto cagar y no lavarse las manos, es una asquerosidad.

Llegué a casa y organicé las cosas. Compré un poco más de lo habitual para no tener que salir en al menos diez días y nada más colocar la última cosa en el armario recibí una llamada de mi jefa. Había un portátil disponible para mí porque algunas personas no habían ido a recoger el suyo. Si me daba tiempo a llegar antes de las dos menos cuarto, me darían uno. Y allá me fui.

El tren iba prácticamente vacío, aún olía a desinfectante. El de vuelta llevaba un poco más de gente, pero con espacio suficiente para dejar una distancia entre nosotros. Excepto las salidas que haga para tirar la basura, eso es lo último que hice en la calle para muchos días. Solo podemos salir para ir a la compra, a la farmacia, al banco, a trabajar, a cuidar de alguien dependiente, a pasear a nuestras mascotas y poco más. Nunca pensé que viviría algo así y puedo asegurar que, desde que estudié la Constitución y tuve ese momento de inocencia mezclado con ignorancia, rompí mi burbuja y veo claramente la realidad. Pero es increíble cómo un bichito que ni siquiera podemos ver a simple vista, puede poner al mundo patas arriba. Literalmente.

Los que me habéis leído alguna vez sabéis que mis entradas tituladas como “Diario de” no tienen este formato. Es porque en este momento necesitaba establecer un contexto, además, todo ha pasado tan rápido que casi no soy capaz de decir en qué día y hora ha sucedido cada cosa. Iré contando mis experiencias en casa, cómo se me da teletrabajar y cómo llevo el encierro y la soledad… dejando de lado que no aguantar a Sara Pestes durante quince días, al menos, será una maravilla. Cuando esto pase probablemente todo cambie, de alguna manera seremos diferentes, pero no somos conscientes de estar escribiendo una página de la historia, simplemente tratamos de vivirlo y superarlo.

8 comentarios:

  1. es muy triste leer algo así y si, parece increíble que suceda. Estamos lejos pero no inmunes así que en Argentina desde mañana no habrá clases por 15 días y se espera que digan mas cosas por hacer.

    Impresiona ver la foto con la gente separada por tanta distancia. Y leì del pánico de la gente en los supermercados y la falta de elementos necesarios.

    Esto es una pesadilla pero real... besos para vos...

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    1. Sí, es muy triste. La verdad, nunca ha faltado nada, al menos de momento. Es cierto que en los primeros días, cuando se cancelaron las clases hace una semana, la gente acudió como loca a comprar, pero se repuso otra vez. Y vuelta a comprar. Nos volvimos locos.

      Espero que no os afecte mucho. Realmente es una pesadilla.
      Besos

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  2. Serán largos los quince días, si quedan en esas dos quincenas. A ver ese teletrabajo qué tal se te da. Lo de comprar para mí ha sido una prueba de ver cómo somos de insolidarios, y sigo sin saber para qué quieren tanto papel de wc :-)

    Un abrazo y feliz día, en casa.

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    1. Yo también quiero saber para qué quieren tanto papel, jajaja. Parece ser que al principios de la semana pasada hubo un rumor (falso, por supuesto) de que iban a dejar de fabricarlo. Y así está todo el mundo desquiciado, que he visto vídeos de un supermercado en el que el papel sale escoltado para la gente lo respete un poco. Jajaja. Permíteme reírme, Albada, pero es que prefiero verle el lado chistoso a llorar. ^^
      Un beso enorme y mucho ánimo para estos días. En cuanto haga un descanso me paso a visitarte.

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  3. Ah, en Chile vamos para allá. Por ahora aún el llamado de quedarse en los hogares es algo que va lento, pero sospecho que las autoridades se pondrán más estrictas, este miércoles se sube el nivel de alerta por acá.
    Cuidate y disfruta el tiempo en casa ;)

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    1. Hola, Nocturno: Y además esta mañana he leído que ha habido un terremto. Mucho ánimo para vosotros también. Aquí se retrasaron un poco las medidas y ahora estamos viendo las consecuencias.
      Intentaré disfrutar lo más que pueda, de hecho, espero escribir en breve sobre las cosas positivas.
      Un abrazo enorme y cuídate tú también.

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  4. Algo debería de cambiar y sí, también deberíamos de ser diferentes, pero no tengo mucha fe en ello, la verdad.

    Besos.

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    1. Yo creo que vamos a cambiar, pero no tengo claro que sea para bien porque no aprendemos ni de los errores.
      Besos.

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